José Iván Borges Castillo*
El sábado pasado, en reconocido restaurante de la ciudad colonial de Izamal, se efectuó la presentación del libro titulado Leyendas de Izamal, obra que compendia los trabajos de la pluma de extinto izamaleño Ramiro Briceño López. Es la tercera edición que se realiza de este libro en un periodo de casi tres décadas.
Cuando nos enteramos de la presentación, una alegría nos causó, dado al sentimiento especial que guardamos por este libro. Era estudiante de primero de secundaria cuando leí por primera vez la obra, lo recuerdo bien.
El trabajo es una compilación realizada por el respetable doctor Miguel Florencio Vera Lima, cronista vitalicio de Izamal, que logró reunir en un solo volumen las diferentes leyendas publicadas por don Ramiro Briceño López en diferentes medios impresos, en especial la revista La Voz de los Cerros, editada en la ciudad de Izamal por un círculo de intelectuales a mediados del siglo pasado. Gracias al apoyo del Programa de Apoyo a la Cultura Municipal y Comunitaria (PACMYC), respaldado por la Asociación Cívica y Cultural Crescencio Carrillo y Ancona, se logró hacer la primera edición, presentada en abril de 1990.
La buena aceptación del libro ha llevado a los izamaleños emprendedores y con enorme visión cultural a una nueva edición. En el penúltimo día de septiembre, se ha tenido a bien presentar la tercera edición. Estuvo a cargo del mencionado cronista, asimismo con la participación de Sergio Danilo Burgos Gala, presidente de la asociación Ramiro Briceño López, y del maestro José Miguel Briceño Amaro, hijo del autor de las leyendas.
En la nueva edición se ha conservado los dibujos realizados por el maestro José Miguel Briceño Amaro, hijo del autor. Asimismo, el poema de la autoría de la siempre recordada maestra Nidia Góngora López titulado “La muerte del señor de las leyendas”. Y se ha agregado uno más, “Hombre leyenda”, del maestro José Guadalupe Verde Crespo. La presentación y una breve semblanza del autor son de la pluma del cronista Vera Lima.
Dado al popular dominio de diferentes leyendas en torno a Izamal, es de capital importante que estas leyendas de nuevo vuelvan al alcance de todos, ya sea de aquel que por curiosidad, sea por gusto, por afición a la lectura, o en casos más concretos de estudiosos, se pueda servir de adquirir esta obra.
Las clásicas leyendas en torno a Itzamná, aquel dios maya de la ciencia y medicina, a la Virgen de Izamal, a las calles de la ciudad, a sus plazuelas y devociones, son plasmadas con un lenguaje que permite acercarse lo mismo que a un niño, a un adulto o al letrado más conspicuo.
Una leyenda es una relación de sucesos o acontecimientos maravillosos, pudieron ocurrir o no, son de una tradición envuelta con un velo de misticismo. Algo de historia de la comunidad trae consigo, lo mismo que de tradición, de creencias, de la fe, también de miedos, de desamor, de sus transformaciones y en ocasiones de sus deformaciones. En ellas se entretejen el sentir del pueblo en sus diferentes temáticas, sus preocupaciones, de sus modos de vida, de sus ideales y fracasos, de miedos y temores, son también la respuesta de sus necesidades e incesante interrogantes sus preguntas de sus historia.
Leyendas de Izamal tiene ese acento delicado como lo es el alma de romántico yucateco enamorado de su tierra. Como ya entendía Octavio Paz, cuando a sus 23 años, en breve estancia en Yucatán escribió: “El gusto, la suma de aficiones y repulsiones, en lo que tienen de más afinado y genuinamente aristocrático, es maya. La dulzura del trato, la sensibilidad, la amabilidad, la cortesía pulcra y fácil, es maya”.
Reconozco públicamente que mi gusto por las letras, en la cuestión literaria, se la debo en parte por leer este libro en mi adolescencia. ¡Ay, don Ramiro, debiste escribir una leyenda de mi pueblo de Tekal! Esa era la frase que repetía en mi mente. Dado a que eso no ocurrió, en 2015, tras mucho esfuerzo, se presentó el libro de Leyendas de Tekal de Venegas, pero esa es otra historia.
Esas frases o dichos que están en el dominio popular izamaleño, o de algún buen conocedor vecino, vinieron de este libro, aquello “que el sosquil se descubrió porque una hoja de henequén hizo sangrar a Itzamná” o que el “cristo de Sitilpech y el Citilcum son dos hermanos”, que en la plazuela del guerra “hubo enfrentamiento que dejó muchos muertos” o el más místicos: “que la Virgen se va al cerro, dejando a su paso un delicado olor a flores…”.
Nos congratulamos con este esfuerzo izamaleño, con nuestros sinceros parabienes.
* Historiador. Unión de Escritores Comunitarios de Yucatán.