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Cultura

Don Quijote en China

Pedro de la Hoz

Sin el menor paréntesis para el reposo, apenas unos días después de concluir con los arduos compromisos de la programación del Festival Internacional de Ballet Alicia Alonso de La Habana, el Ballet Nacional de Cuba partió hacia China, donde lleva adelante una gira de presentaciones por doce ciudades.

Desde allá acabamos de recibir una noticia alentadora: el rotundo triunfo de la compañía en el Gran Teatro de Shanghai. La compañía cubana fue elegida para clausurar el XX Festival de las Artes de esa urbe con la puesta en escena de Don Quijote.

Este no es un Festival cualquiera. Empeñados en destacar a Shanghai como un centro cosmopolita de altura mundial, las autoridades locales convocan a artistas de diversos países a dialogar con la rica tradición doméstica y confrontar sus realizaciones con la actualidad del arte chino.

Coincidiendo con el aniversario 40 del inicio de las reformas, que han colocado al gigante asiático en un primer plano como potencia económica, política y militar, con fundamentos en una economía de mercado que intenta armonizar con los preceptos filosóficos y sociales del marxismo y el maoísmo, el megaevento de Shanghai focalizó la cultura como un terreno en el que los chinos aspiran a igualarse con sus competidores en la arena mundial.

De ahí que hayan programado a lo largo de un mes 350 actos en 45 espacios de la ciudad, con la participación de más de 10 000 artistas procedentes de 63 países y de todas las provincias de la nación.

Las vanguardias artísticas del momento tuvieron notable protagonismo, mediante la representación de una muy avanzada versión de Espectros, basada en la obra teatral homónima de Henrik Ibsen, por el Ballet Nacional de Noruega, y la pieza El hombre de arena, creación experimental del notable director Robert Wilson, con el colectivo alemán Dusseldorf Schauspieles.

Pero también los chinos quisieron demostrar cómo es posible renovar las tradiciones ancestrales, tal como lo hizo la cantante Lai Jie con las nuevas orquestaciones que acompañaron su concierto con canciones antiguas, y la Opera de Shanghai con la singular producción del clásico Li Dazhao.

De acuerdo con los medios de prensa de la ciudad y los enviados extranjeros, la función de Don Quijote sobrepasó las expectativas, pues aunque todos esperaban una actuación que se correspondiera con la fama de la compañía creada por Alicia Alonso, no calcularon la hondura y brillantez interpretativa de los protagonistas, los jóvenes Grettel Morejón (Kitri) y Dani Hernández (Basilio), que prueban la continuidad de una escuela en las nuevas generaciones de bailarines cubanos.

Ellos aportan frescura, excelencia técnica y densidad histriónica a las pautas concebidas para sus personajes por la versión cubana del clásico de Marius Petipá, con música del austriaco Ludwig Minkus, reformulado en 1988 por las primeras bailarines Marta García y María Elena Llorente, cuando por solicitud y bajo la tutela de Alicia, el BNC decidió incluir la obra en su repertorio.

Cada vez que se presenta íntegramente el ballet, los espectadores notan la dignidad del tratamiento a Don Quijote, minimizado tanto en el original de Petipá de 1869 como en la mayoría de las versiones posteriores.

Alicia pidió a sus bailarinas y coreógrafas que realzaran la vocación utópica del personaje y que, en el caso de la pareja protagónica, el triunfo del amor entre una muchacha de pueblo y un barbero reflejara la condición social y la identidad cultural de base.

Bajo esos principios rectores, lo demás corrió por cuenta del talento de la Morejón y Hernández, largamente ovacionados como se aprecia en el testimonio grabado por la televisora nacional china. Y de un cuerpo de baile ajustado y pleno de energía.

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