Fernando Muñoz Castillo
III
1
En estos últimos días del año, muchas personas, demasiadas, andan muy enojadas e iracundas, nerviosas porque no se sienten seguras de lo que el año 2020 les depara en su trabajo y, por ende, en el futuro de sus familias.
Tanto en la Ciudad de México como aquí en Mérida, lo notamos mejor en los choferes de taxis, que andan enfurruñados y con ceño fruncido.
Y en general, toda la población que tiene un vehículo, está asustada por las altísimas multas que viene para automovilistas y pasajeros y más cuando la mayoría de los sueldos, a pesar del alza del sueldo mínimo, es, al menos en Yucatán, muy bajo. Y si somos realistas, todo ha subido hasta más allá del cielo, como suele suceder cada vez que el gobierno aumenta el salario mínimo.
Ya que nunca hay vigilancia en el comercio de los precios por parte de quienes tienen que proteger el salario de los trabajadores, que somos todos los que habitamos en este país.
2
El 31 de diciembre de este año deja de funcionar el Seguro Popular, se acabó, se gastó como decimos los peninsulares de pura cepa.
Los que tuvimos la oportunidad o chance de gozarlo, vivimos una bella utopía que terminó abruptamente.
Otra vez, a pagar médicos particulares y medicinas cada vez más caras, porque cada semana suben más del 40 %.
Como toda utopía duró poco tiempo.
La pregunta es, ¿dónde quedan las promesas de médicos y medicinas para todos, lemas de campaña de los candidatos de todos los partidos que contendieron en las últimas elecciones para gobernadores y presidentes de la República?
¿Tan rápido y feo ha sido el despertar del sueño electorero?
3
Da mucha pena ver que después de Villahermosa el país hacia el centro, hacia el norte, oriente y poniente, es imposible de transitarlo. Retenes interminables, accidentes y balaceras, revisiones de migración que no sirven para nada. Y muchas horas perdidas que no volverán jamás.
Qué tristeza que este país ya nos sea el que conocí hasta hace dos años. Que tristeza que cada día lo “feo” avance a pasos agigantados.
¿Cuánto tiempo más podremos los peninsulares creer que vivimos en una tierra donde estamos a salvo, por la no violencia? Cuando sabemos por el olor que ya camina en las calles de nuestras ciudades y se inocula en nuestras colonias, que no es cierto lo que pregonan a grito pelado los mercachifles y políticos.