Eloísa Carreras Varona
Este 8 de diciembre se cumplen 107 años del nacimiento de Wifredo Lam, en la ciudad de Sagua la Grande al centro del país. Se trata del artista nacido en la isla caribeña que con el transcurrir del tiempo pasó a ser reconocido como el más célebre y universal de los pintores cubanos y una de las figuras más descollantes de la pintura en el siglo xx.
Por sus venas corría sangre africana, europea y asiática, revelando así la composición étnica esencial de nuestro pueblo. Su padre fue un comerciante chino proveniente de Cantón nombrado Lam Yam, que trabajaba en una notaría y su madre fue una mestiza descendiente de europeos y africanos.
Realizó estudios en la escuela de San Alejandro en La Habana, junto a Víctor Manuel. En 1923 prosiguió estudios en el extranjero y vivió 14 años en España. Allí perdió a su hijo y a su esposa durante la guerra civil. Fue amigo de Pablo Picasso y participó en el movimiento surrealista junto a André Bretón.
A lo largo de su vida, realizó largas residencias en Francia, España e Italia. Tuvo que hacer el mismo recorrido de muchos otros intelectuales latinoamericanos que fueron a Europa a buscar facilidades para su desarrollo artístico, precisamente porque su perfeccionamiento les fue negado en su momento por las oligarquías latinoamericanas de su tiempo. Realizó innumerables exposiciones en Cuba y en el extranjero.
Murió el 11 de septiembre de 1982 en la ciudad de Paris y justamente el 7 de noviembre del año anterior, el Dr. Armando Hart Dávalos le había impuesto la Orden Félix Varela de Primer Grado ?la más alta distinción que en el terreno de la cultura confiere el Estado cubano? en la Embajada de Cuba en Francia. Por voluntad expresa del reconocido artista, sus restos fueron trasladados a Cuba. Su muerte enlutó no solo a las artes plásticas de la Isla, sino a toda la cultura nacional, porque Lam fue uno de los fundamentales artistas e intelectuales de nuestro país. Los cubanos no solo perdimos al más universal de nuestros pintores, sino también a uno de nuestros más brillantes creadores.
En homenaje a su memoria, les entrego una versión de los elogios que el Dr. Armando Hart, pronunció en el citado acto de condecoración:
Wifredo Lam,
artista de tres continentes
por Armado Hart Dávalos
El Consejo de Estado de la República de Cuba, mediante el Decreto-Ley número 30, de 10 de diciembre de 1979, creó la Orden Félix Varela que se otorga a ciudadanos cubanos y extranjeros y a colectivos culturales, en reconocimiento de sus aportes extraordinarios realizados en favor de los valores imperecederos de la cultura nacional y universal. La figura de Félix Varela, “patriota entero” como le llamaba José Martí, simboliza al intelectual cubano de todas las épocas.
Este 20 de octubre, Día de la Cultura Cubana, fue seleccionado por el Consejo de Estado de la República de Cuba para otorgar la Orden Félix Varela de Primer Grado a 25 intelectuales, artistas, escritores, pintores, escultores, teatristas que han realizado de manera sostenida, durante gran parte de sus vidas, una relevante contribución al enriquecimiento de la cultura nacional. El acto de condecoración realizado en La Habana, fue presidido por el compañero Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, presidente de los Consejos de Estado y de Ministros.
Entre los 25 escritores y artistas eminentes que recibieron la más alta condecoración que otorga nuestro Estado por méritos adquiridos en la creación o promoción cultural, está la personalidad mundialmente conocida de Wifredo Lam. Me honro así, en cumplimentar en este acto, el Acuerdo del Consejo de Estado de la República de Cuba y coloco sobre el pecho del pintor la efigie querida del hombre que nos enseñó a pensar.
El talento creador de Lam llegó a las más altas cumbres porque no negó sus orígenes, sino que los recogió y exaltó a un plano universal. Lam tomó de Europa lo más avanzado de la plástica moderna y no olvidó, sino por el contrario afirmó lo genuinamente cubano y americano, por eso al mantenerse fiel a su origen se hizo universal.
Entre 1918 y 1920, inició su formación como pintor en la Escuela Nacional de Bellas Artes San Alejandro, en La Habana y tras realizar varias exposiciones decidió viajar a España a comienzos de 1923. Catorce años vivió en España. Ingresó en el taller del pintor Fernández Alvarez de Sotomayor, director del Museo del Prado. Se casó con la extremeña Eva Piriz, en 1929, pero dos años más tarde, en 1931 recibió el terrible golpe de la muerte de ella y de su pequeño hijo Wifredo, a causa de la tuberculosis.
Se formó por las tierras, chozas, iglesias y alcázares de Madrid, El Escorial, Toledo, Andalucía, Barcelona y en el Museo del Prado, donde estudió a los clásicos españoles. En 1936, en Madrid, entró en contacto con el cubismo de Pablo Picasso, gracias a la exposición itinerante de ese gran artista.
Se incorporó como miliciano a la Guerra Civil Española y luchó contra los franquistas, vio muchos muertos y dolores que sumó a los suyos propios. Conoció de los sufrimientos del pueblo español y, en l938, pintó Dolor de España, en el que presenta a esas trágicas mujeres, a esas madres que lloran a sus hijos muertos.
Se enfermó por los gases tóxicos de la fábrica de explosivos donde laboró en Madrid y, junto a otros refugiados de la guerra, marchó a París. Allí, Lam se hizo a otro mundo, Picasso le dio confianza en sí mismo, ejemplo, estímulo y Lam logró prestigio como pintor en escuelas audaces.
En 1939, cuando comenzó su despegue artístico con la participación en dos exposiciones en París y Nueva York, y se inició su amistad con André Breton, le sorprendió otra guerra, otra catástrofe, otra derrota. Al entrar los nazis en París, escapó a Burdeos y luego a Marsella y de allí logró viajar con numerosos intelectuales europeos hacia tierras de América. En una escala en Martinica lo internaron en un campo de concentración creado en un islote del archipiélago y allí conoció a Aimé Césaire. A mediados de 1941, después de siete meses, en los que visitó también Santo Domingo, retornó a su Patria.
En Cuba, se reencontró con el mundo de su infancia y de su juventud, su mundo mulato; aquí lo afroide está en él mismo, en Lam y también en su entorno. Pero en Cuba le ocurrió lo que, a otros innovadores en la plástica, en la música o en la poesía, la sociedad burguesa de entonces no entendió el lenguaje esotérico heredado de sus ancestros africanos, lleno de mitologías, de dioses paganos y de una riquísima herencia cultural; eran muy pocos los personeros de aquella sociedad que toleraban los “atrevimientos” artísticos y le concedían el rango debido. Lam se reencontró aquí, además, con los prejuicios raciales.
En este marco surgió La jungla, la cual había iniciado a finales de 1942 y terminado en 1943, fecha en que se expuso por primera vez en Nueva York. En ella integró elementos de las culturas europea, oriental y africana y, según sus propias palabras, recordó su necesidad de volcar en una obra su energía combativa, su protesta social, y para ello eligió el trasfondo del drama afrocubano. La caña sirve de fondo al gran cuadro. El arte africano, vigoroso y armónico, aparece dentro de un escenario cubano, tropical. Las tijeras simbolizan el corte de toda imposición de coloniaje extranjero en Cuba. “Ya somos grandes y podemos marchar solos”, es la frase con la que Lam describe su obra cumbre. Alain Jouffroy llegó a expresar que La jungla fue el primer manifiesto plástico del Tercer Mundo.
A esta época corresponden también sus retratos de HH en los que mediante “un complejo proceso de desintegración-integración ha trasmutado a la alemana aria, Helena Holzer, en una mujer africana cuyo rostro es una máscara”.1 Lam había contraído matrimonio en 1944, en La Habana, con la joven alemana Helena a la que había conocido en Barcelona durante la Guerra Civil y con la cual mantenía una relación desde entonces.
Completó su visión antillana con la estancia durante varios meses en Haití, entre 1945 y 1946, donde expuso sus obras y encontró nuevos temas de inspiración. Hasta 1952 alternó estancias entre Cuba, Nueva York y París y a partir de ese año se estableció definitivamente en esta última ciudad. Desde 1950 se divorció de Helena Holzer y en 1955 conoció a la pintora sueca Lou Laurin con la que se casó posteriormente y con la que tuvo cuatro hijos varones.
Como un acto de solidaridad con los jóvenes universitarios en lucha contra la dictadura de Batista realizó una exposición de su pintura en la Universidad de La Habana en 1953.
Después del triunfo revolucionario, Lam estuvo en su patria natal en numerosas ocasiones, participando en importantes eventos culturales y en exposiciones de su propia obra.
En la pintura de Lam se combina la influencia del movimiento plástico de la vanguardia y el arte moderno, con formas artísticas en las que se aprecia y siente, la presencia y el vigor creador de los pueblos africanos. Este es un hecho que mueve a la reflexión a quienes puedan estar interesados en la evolución y en la historia de la pintura de nuestra época.
Un análisis de la trascendencia de la obra de este excepcional pintor nos permite formular algunas reflexiones acerca de las claves de la cultura cubana. En Lam, hicieron síntesis una combinación de elementos que su espíritu creador impregnó de un profundo sentido, ¿pero de dónde nació ese espíritu? Como buen cubano de raíz, llevó a la plástica el mensaje cultural de nuestro pueblo, en el que se integra armónicamente la influencia de tres continentes: África, Europa y América. El valor de este hecho se encuentra en que Lam expresó la síntesis universal que está presente en la esencia más profunda del movimiento intelectual cubano.
Lam, como Carpentier, Guillén o Alicia Alonso revelan en lo artístico la síntesis de la cubanía. En el plano político esa síntesis explica algunas de las razones culturales de la influencia internacional de la Revolución Cubana. Valdría la pena que cubanos y los amigos de Cuba estudiasen con detenimiento esta cuestión, porque tal síntesis está presente en la formación misma de la cultura cubana. El primero que nos enseñó a pensar fue un sacerdote que estudió y vivió mucho tiempo fuera de Cuba y se rebeló contra la escolástica medieval, influido de las ideas democráticas y de las ciencias más avanzadas que en su tiempo histórico podían concebirse. Asombra en la Cuba de la primera mitad del siglo diecinueve que aquel sacerdote pensara en la forma y con la profundidad que lo hizo. En Europa eran muchos entonces los que estaban por detrás de Varela, y si se le compara con los europeos de principios de siglo, Félix Varela estaba también en la vanguardia del movimiento democrático de su época. Es por ello que su nombre es el que lleva la Orden que el Consejo de Estado de nuestra República concede a las más altas personalidades de la cultura cubana y universal. De él se ha dicho con justeza que “fue maestro de maestros, maestro de filósofos, maestro de intelectuales y maestro de revolucionarios”.
Con ese sentido universal, eminentemente elevado y culto del pueblo francés, Francia acogió a Lam y a su arte y le brindó fuentes de inspiración y guía. Por esta razón, con ocasión de nuestra visita oficial a Francia, es momento propicio para entregar en este marco a Wifredo Lam la Orden Félix Varela de Primer Grado.
Gracias Maestro Wifredo Lam por tu ejemplo y tu virtud.
1 Roberto Cobas Amate: “Wifredo Lam: Los laberintos de la Realidad”, en Catálogo de la exposición efectuada en el Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago de Chile, abril-mayo 1995, p. 17.