Conrado Roche Reyes
Ha pasado tanto tiempo de la publicación de mi primer libro, que considero de justicia mencionar, no mi obra, sino a mis presentadores. Todos ellos gente inteligente. En esto he sido muy efectivo en mi resiliencia.
Comencé a escribir ya tarde, a la edad en que los escritores yucatecos de la época tenían un buen tiempo inmerso en esto de la literatura, debido a mis compromisos como profesional de la música.
Recuerdo, hace tantos años y parece que fue ayer, la presentación de mi primer libro de relatos titulado Yucanrol, editado por la UAM de la capital de la república. El acto se efectuó en el espacio de presentaciones sociales del ISSSTE, que se encontraba por entonces en la calle 59, cerca de la funeraria Perches. Fue un suceso único. Era la primera ocasión que alguien escribía acerca de la actualidad y de los movimientos y costumbres de la época entre cierta parte de la juventud yucateca. Fue un lleno total. Presentaron el libro el licenciado Jorge Cortés Ancona y el director de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma Metropolitana, muy prestigiosa, el también licenciado Jorge Fernández Souza. Ambos vertieron elogiosas palabras sobre el libro (se agotó en su totalidad en la Feria del Libro de Guadalajara).
Posteriormente, salió a la luz mi novela o noveleta Emeterio o la gloria comprada, presentada en la estancia de la tercera edad en Santa Ana. Debo reconocer que se respiraba un ambiente algo tenso, ya que se había filtrado la temática del texto que era bastante cruda y con pasajes históricos novelados. Lleno –como en todas mis presentaciones–, aquí fue el antropólogo e investigador José Juan Cervera, un valor de nuestra cultura, y el licenciado y escritor Manuel Calero. Como es de esperarse, ambos resaltaron los valores del libro (la doctora Margaret Shrimpton incluye este libro en su estudio acerca de la literatura del Caribe como un ejemplo de aquello. Dice, entre otras cosas, que “este autor no se anda con medias tintas”) y se aplica como texto en la Facultad de Ciencias Antropológicas. La maestra Margaret es una de las estudiosas contemporáneas más importantes de la literatura caribeña. Edición superagotada, en palabras coloquiales, esas que no gustan a los/as críticos literarios de oficina o esquina.
Después escribí un estudio de hechos reales, al cual titulé El cultivo yucateco, perversa manipulación psicológica, y se llevó a efecto el acto de presentación en el antiguo local de la Facultad de Ciencias Antropológicas, situado entre las cantinas La Cigarra y Leoncitos. Quienes abordaron el desglose de este libro fueron Oswaldo Baqueiro(q.e.p. d.), un gran hombre, así como el polígrafo Roldán Peniche, ante un lleno auditorio José Tec Poot. Ambos ilustres hombres hicieron unos preciosos análisis del libro.
Mi labor como escribidor de libros continuó con una serie de entrevistas a distinguidos personajes de nuestra sociedad titulado Los nuestros, presentado en el Salón del Consejo Universitario por la investigadora Teresa Ramayo Lanz y el doctor Delfín Quezada. También edición agotada.
Ya sobre el mismo tema salió Los nuestros II. Sinceramente, como escribo de memoria, y esta cada día me falla más, que me perdonen, de rodillas se los pido a quienes lo presentaron. Se que esto es rídiculo, pero por más vueltas que le doy, no me recuerdo, y me da mucha rabia. Ofrezco mis disculpas. Edición agotada.
Y, finalmente, escribí un libro acerca de la pasión que genera el ajedrez en mucha gente, al que titulé Los hijos de Caissa, y se presentó en la Biblioteca Central del Estado Manuel Cepeda Peraza por el maestro Roldán y el investigador acucioso Sergio Grosjean. Fue un gran éxito.
A todos ellos que amablemente aceptaron presentar mis textos en público, muchas, muchísimas gracias. Gente valiosa, fraterna, solidaria y generosa, así como cada uno, para mí, el mejor en su género, pero… he decidido no volver a escribir jamás ni un solo libro más, ya que alguien con grado de doctorado en Preceptiva Literaria de la Universidad Complutense de Madrid comentó que “Si no sabe escribir… ¿para qué escribe?”, y pensé seriamente ahorcarme en una mata de cilantro, pero lo pensé mejor, y seguiré en este valle de lágrimas (y traiciones) hasta que el cuerpo aguante. A mí esta maldita enfermedad me pela los dientes, y lo otro, pues sí me tiene postrado en cama con depresión aguda mayor y paranoia psicótica… juar juar juar.