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Cultura

La flor de mayo

José Iván Borges Castillo*

La extraña relación de la sequía y la flor de mayo se teje en que mientras ella brota y florece, el monte se seca y arde en ocasiones. ¡Cuando el monte es verde, la flor de mayo ya no tiene vida!

Desde que llega la época de sequía comienza a tener presencia en todo Yucatán. Así sus montes cada vez más escasos y en los solares el árbol del Nicté, como le llama en maya a la flor de mayo, se revisten en flores blancas y amarillas, escasas son, pero también las hay de colores morado y rojo, todo el campo exhala un olor incomparable.

Las diferentes variaciones de la flor llevan por nombre huanicté, tabasqueñas y nicté cho. El perfume de la flor de mayo debió ser el perfume que destilaban las antiguas princesas mayas de estas tierras como Sac Nicté o Mayel Nicté, porque la asociación de su perfume y como ornato en la presencia femenina debió ser prehispánica para que el sincretismo la relacionara con la Virgen María, con la Kolebil María como le llamamos los mayeros.

Los libros antiguos de nuestros mayores relacionan a la flor de mayo con un significado trágico y de mal augurio. El Chilam Balam de Chumayel menciona el Katún de la flor de mayo, lleno de tristeza, de muerte y desolación.

La nueva religión cambió el significado trocándolo en signo de pureza, de virginidad y amor casto; al ser dedicado a María, compartiría sus características.

Hasta a fray Diego de Landa no se le escapó una mención al árbol del Nicté señalando que sus flores “son de mucha frescura y olor”.

La parafernalia utilizada como auxiliar en la liturgia católica tiene lugar especial el uso de flores en los altares. Ya para la época colonial, el cronista fray Diego López de Cogolludo señaló la rica variedad de flores que se dan sobre la amplia laja del territorio yucateco, que servían para adornar los altares en las iglesias y capillas. Seguramente ya se encontraba entre ellas la flor de mayo.

Ya para el siglo XIX, tenemos los testimonios de la flor de mayo en los altares de la Virgen, según la práctica católica de honrarla en todo el mes de mayo.

En Yucatán para entonces ya se habla de los rosarios solemnes y de la presentación de flores. La pluma del obispo-historiador Crescencio Carillo y Ancona, en el Repertorio Pintoresco en 1863, escribe con especial acento: “Por eso el tiempo de la florida primavera, esa época del año en que la brillante luz de los más claros días de abril y mayo hace ostentarse en toda la plenitud de sus galas las frondosas campiñas; esa época, digo, es la que en este valle de lágrimas está especialmente consagrada a María. El mes de mayo, el mes de las flores, es el de María”. Y prosigue en párrafo posterior: “Plantas sin número, de esas blanquecidas y quebrajosas, majestuosamente encumbradas y graciosamente engalanadas con el ropaje de sus mil florecitas copas; son las flores de mayo”.

Hasta Gustavo Río en Mis memorias, recuerda que siendo un niño era llevado a la hacienda Chel de Hunucmá, hoy San Antonio Chel, en la década de 1890 y lo describe: “A las cinco de la tarde salía de alguna casa de la hacienda la procesión de indios e indias trayendo velas y flores de mayo, engarzadas en cruces de tronco de plátanos para adornar el altar de la Virgen de la Concepción”.

Y se evidencia de nuevo la presencia de la flor de mayo en el altar mariano.

Ya para el siglo XX, dos leyendas forjadas habían de buscarle relación de origen mariano a la flor de mayo. El primero fue Luis Rosado Vega en Amerinmaya, cuando relató que nació una niña en el matrimonio infecundo de dos seres humildes y piadosos, que el nacimiento era el milagro de la constelación de la cruz del Sur que se deja ver en el firmamento en las noches de sequía.

Y que muerta la criatura aún siendo una inocente niña dará con su sepultura la semilla de inocencia a la tierra, pues de su sepulcro saldría por primera vez el árbol de flor de mayo.

La segunda leyenda la escribe don Ramiro Briceño López. Tiene por escenario Izamal, donde una joven devota de la patrona de Yucatán la siempre Virgen Santísima de Izamal, entre diálogo y sufrimiento de no poder caminar, logra sus súplicas el milagro, camina unos pasos y muere y en el lugar donde había de caer al levantarse de su silla aparecerán todos los años infinidad de flores de mayo.

Ambas leyendas parecen tener punto de enlace en la canción, una clave letra del mismo Rosado Vega y música de Ricardo Palmerín, esto en 1922, cuando el párrafo cuarto y último reza: “Por eso tiene la flor de mayo / tan grato aroma, tan suave olor/ y es porque el alma de aquella niña / quedó volando de flor en flor”.

Ya desde finales del siglo XIX, se relaciona la flor de mayo con la infancia. Hasta Crescencio Carillo y Ancona aborda el tema una creación rara de él, un poema.

En su libro La tierra del faisán y del venado, de Antonio Mediz Bolio, llama a la flor del mayo como la flor del mes de Moan, o sea un mes del calendario maya, y la relaciona al recuerdo de su leyenda Sac Nicté, escribió: “En el mes de Moan, cuando la vida se renueva sobre el mundo, brota la flor blanca en el Mayab y adorna de color los árboles y llena el aire de suspiros olores. El hijo del Mayab la espera siempre y dice, con toda la ternura de su corazón, el nombre dulcísimo de la princesa Sac Nicté.”

En su Amerinmaya no se detiene al escribir Rosado Vega que la flor de mayo es una de las cuatro flores, según su clasificación, distintivas de Yucatán.

“Mes aromático y dulce es de mayo, en que la flor del mismo nombre juega en las festividades de entonces, mes que la Iglesia dedica a su Virgen María, por las tardes véanse caravanas de muchachillas encaminarse a los templos con cestos de flores de mayo”.

“El templo transpira entonces un intenso aroma que se antoja a inocencia y pureza, por más que las ofrendas tengan a nuestro entender mucho de pagano”.

Por eso, en Cosas de mi Pueblo, en 1957, Ermilo Abreu Gómez había de escribir también conmovido: “Tal vez no sea cierto, pero en ninguna parte he visto la flor de mayo que se da en mi pueblo. No hay flor más tierna ni más inocente. Huele a incienso y a iglesia de barrio pobre. Florece en mayo y seda en racimos. Los niños las juntan en canastillas y las ofrecen a la Virgen”.

Ya para la primera mitad del siglo XX, la práctica de presentar flores de mayo como parte de la religiosidad popular estaba más que acertada por la Arquidiócesis.

El ejemplo claro fue en abril de 1933, cuando tras otra ola de persecución religiosa, el arzobispo de Yucatán, Mons. Martín Tritschler y Córdova, en Carta Pastoral exhorta y refiere: “Precisamente el mes de mayo que ya se acerca, nos ofrece para ello una buena y consoladora oportunidad. Existe, en efecto, la muy loable costumbre de honrar a la Virgen nuestra Madre por medio del Santo Rosario, de cánticos piadosos y de la poética y tierna práctica de la presentación de flores en todos los días de dicho mes y esto no sólo en las Iglesias provistas de párroco, sino hasta en las de los pueblos más remotos y pequeños”.

“Exhortamos, pues, vivamente a todos nuestros amados diocesanos para que en el presente año celebren con mayor afluencia de gente y más tierna devoción el hermoso mes de María, con el fin especial de alcanzar por su intercesión el remedio de nuestras apremiantes necesidades”.

Reforzándose la antigua práctica de piedad popular, en todos los templos y capillas era colocadas las veneradas imágenes de la Madre de Dios en medio de cortinas y adornada con infinitas flores de mayo.

En el amplio repertorio de jaranas yucatecas grabadas por nuestras orquestas vernáculas destacan tres que llevan el título de flor de mayo. La primera es grabada por la Orquesta de los Hermanos Collí Castañeda de Teabo, en la década de los años setenta del siglo pasado.

En tanto que existe otra que interpretan nuestras charangas locales, sin que sepamos el autor de esa la jarana. Otra jarana con el mismo título la grabó la Orquesta Venus, hace solamente unos años atrás, en este nuevo siglo XXI, dedicada a las hermanas Clara y Lizbeth del pueblo Yaxché de Peón.

Cadenas de flores de mayo unidas con hilos, guirnaldas y palmas de cocoteros vestidas con ensartadas flores adornan los altares de la Virgen María en los pueblos de Yucatán.

En las tardes y noches, desde los altos campanarios de nuestras capillas y santuarios se convoca al rezo del rosario y millares de niños y niñas, señores y señoras, lo mismo gente de edad depositan flores de mayo a los pies de la gran señora de sus pueblo, la Virgen María, la X-ki´ichpan Ko´olebil, como le llamamos en la lengua de nuestros mayores.

Y cuando la noche avanza y todos duermen, no falta en los pueblecillos yucatecos la voz que corre diciendo que vieron bajarse a la Virgen de su altar y salir a recorrer las calles de su pueblo dejando un suave y delicado olor a flores de mayo a su paso; por lo menos en Tekal de Venegas esos contaban los antiguos.

Y se dice que la Virgen de Tekal pasa por los lugares donde se encuentran árboles de flor de mayo para que a su presencia le diera ella su perfume a la flor.

La flor de mayo es una de la más lindas que se dan en esta tierra de Yucatán y siempre estará envuelta en tiernas y poéticas tradiciones.

* Historiador. Unión de Escritores Comunitarios de Yucatán.

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