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Opinión

Las múltiples caras de la violencia

María Teresa Jardí

Violencia es también la polarización entre los buenos y las malas fomentada desde el Gobierno. Violencia para enterrar el hecho de que las mujeres en Yucatán y en Mérida son golpeadas, se las viola, asesina, acosa, maltrata, agrede de mil maneras y nada sucede.

Mujeres no visualizadas, a pesar de ser uno de los grupos que justifica, con la firma del pacto social –roto aquí, hay que decirlo–, el derecho a castigar a los elegidos para prestar un servicio. Pero derecho abusivo sin antes garantizar la seguridad.

Derecho no otorgado para el gobernante por las gobernadas por encima del derecho al bienestar para los hombres y las mujeres, merced a los cuales disfrutan del salario y las prebendas que les otorgamos los ciudadanos y las ciudadanas y que se otorgan a sí mismos los gobernantes.

Seguridad sin la cual no se justifica la existencia de ningún gobierno.

Colectivos de mujeres y Organizaciones Defensoras de Derechos Humanos se han visto obligadas a denunciar en instancias nacionales e internacionales las cada vez más alarmantes amenazas que vienen sufriendo las compañeras que asistieron a la manifestación que se llevó a cabo en Mérida el 28 de septiembre pasado con motivo del Día Internacional para la Despenalización del Aborto América Latina y el Caribe.

Una campaña de odio y de desprestigio en las redes sociales se orquesta donde las llaman “putas”, entre otros adjetivos igual de explícitos.

Y son amenazadas con ser criminalizadas por el alcalde de Mérida, Renán Barrera, quién, en un vídeo difundido por las redes sociales, también, asevera: “… que el Monumento a la Madre fue ‘vandaleado’ anunciando que se había presentado una denuncia ante la Fiscalía General del Estado de Yucatán...”.

Lamentable exhibición de banalidad, la del alcalde, quien nada dice de los insultos y el acoso que están recibiendo las compañeras, mientras con su actitud otorga, desde la cabeza del poder que le fue conferido, incluso por algunas de las mujeres que agrede, el permiso para violarlas, masacrarlas, asesinarlas, golpearlas…

No entender que la rabia por años contenida se desborda cuando se ve obligada a manifestarse en protesta social y que el aplacamiento de la misma pasa por hacer Justicia, es no estar capacitado para gobernar Mérida, ni menos aún Yucatán, un estado con una agresión a la mujer que espanta. Empleo que ya debe estar buscando Renán Barrera con su amenazador conservadurismo.

Poner por encima de las múltiples agresiones sufridas por las mujeres la pintura a un monumento de piedra que se pinta cada vez que quieren como escribió Jesús Peraza en un comentario de Facebook en respuesta a los calumniadores.

Monumentos que muchas veces nada dicen. O que dicen mucho como sucedió en la Ciudad de México con el Angel de la Independencia. Monumento que nos remite al hecho, comprobable, de manera especial en Yucatán, de que seguimos siendo Colonia.

Poner por encima del derecho a expresar la ira contenida a las piedras es mala idea. Y expresión de una actitud perversa es querer invisibilizar, amenazando, lo sufrido por las mujeres que llevan años clamando para que se les reconozca el derecho a decidir sobre el cuerpo que le pertenece a cada una, a cada niña, anciana, joven, madre, profesionista, artista… Patética decisión, la de Renán Barrera.

No fue un acto de vandalismo el cometido por las manifestantes. Vandalismo es ser toqueteadas las niñas en la calle, las jóvenes en los autobuses, las mujeres por el médico o por el amigo del marido… Vandalismo es la impunidad y la miseria que como condena sufren por partida doble las mujeres en el mundo pero de manera más obscena e impúdica en Yucatán y en México. Vandalismo es la doble moral de los mochos que el domingo van a misa y acosan y golpean mujeres el resto de la semana.

Violencia son también las amenazas. Violencia colonial, violencia criminal, violencia patriarcal… violencia que cada día cobra más vidas.

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