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Opinión

Presagios de Tlatelolco

Gilberto Balam Pereira

El 2 de octubre es un suceso que salta en el torbellino de la realidad siempre cambiante, siempre en desarrollo que obliga a detenerse a cada momento en que surgen multitud de acontecimientos que forjan la historia de un país.

Por tanto, el 2 de octubre es uno de tantos hechos nunca aislado, nunca totalitario, nunca parcial, sino es un fragmento de ese todo que es la realidad que no puede ser disecada en partes fortuitas sin vínculos, como son los hechos sociales que son un conjunto de inescindibles partes correspondientes entre sí.

Así las cosas, la masacre de Tlatelolco tiene un antes, un durante y un después, que son fragmentos necesariamente reflexionados para conocer las exigencias de la historia siempre en movimiento.

He aquí un repaso de esas partes que conforman la pretendida respuesta de ese todo social.

El Ejército asalta el Internado Estudiantil

del IPN. 1956

“Nos despertaron a las tres de la mañana –declaraba un testigo– con toques de ‘diana’, al momento no comprendíamos lo que ocurría… irrumpieron con violencia a los dormitorios, nos colocaron la punta de las bayonetas en la sien, muchos seguían durmiendo, los levantaron a culatazos…”.

Ruiz Cortines y sus valientes militares se han anotado un estruendoso éxito “democrático” me dije. El diario Excélsior publicó en “cabeza” de primera plana “El Ejército ocupa el Internado del Politécnico”.

Y a continuación: “Se trataba de un antiguo foco de agitación y subversión utilizado por los estudiantes para crear continuas dificultades a las autoridades de la Institución y al gobierno. Con cualquier pretexto se suspendían las clases y se organizaba actos de agitación y protesta estudiantiles que partían del Internado, las más de las veces injustificados, exagerados. Las becas para el internado están agotadas. No pueden aumentarse constantemente en el transcurso del año al arbitrio de las demandas cotidianas de los estudiantes”.

“Por otra parte –continuaba la nota– prevalecían la indisciplina y la anarquía en este recinto. Con cupo para mil alumnos, su número llegaba a 1,400. El número exacto de camas obligaba por lo común en muchos dormitorios a la convivencia en promiscuidad entre primos, amigos, los llamados ‘gaviotas’ quienes disfrutaban de iguales beneficios que los internos regulares mediante argucias y estrategias de éstos…. Las actividades docentes y administrativas se encuentran por el momento suspendidas” concluía la nota.

Un numeroso contingente de soldados con metralletas impedían la entrada a personas ajenas al edificio; algunos de ellos ayudaban a la evacuación y revisaban el equipaje, maletas, cajas de cartón… “¡al menos que publiquen la verdad!” gritaba Luchar Ocaña, dirigente estudiantil. “Pretexto de Alejo Peralta, el director, para justificar su incapacidad para dirigir al Poli!”

La guerrilla en Chihuahua, 1965

Jaramillo, Genaro Vásquez y Arturo Gámiz comandaron guerrillas rurales y otros compatriotas anónimos continuaban en luchas diarias por arrancar a los capitalistas los bienes elementales de subsistencia.

Arturo Gámiz explicó los motivos de su lucha a través del documento dado a conocer en 1965, al que llamó “Resoluciones del Segundo Encuentro en la Sierra Heraclio Bernal” y del que se presentan algunos juicios:

“Los revolucionarios se forman en el torbellino de la lucha de clases, actuando y estudiando a la vez…

… el camino de los trámites burocráticos, de las comisiones, abogados y amparos no conducen sino a un callejón sin salida… el gobierno y los poderosos no respetan las leyes y éstas sólo se mal aplican a los pobres…

…tenemos fe absoluta en las masas y sabemos que de su seno surgirán cada día más revolucionarios que se encarguen de preparar e iniciar la acción. Por nuestra parte no daremos marcha atrás en el camino de la revolución, sabemos que sin el apoyo de las masas no podremos triunfar, ganar su confianza y su apoyo es nuestra principal preocupación y nos proponemos lograrlo para que el campesino tenga su propia tierra…

Poco después llegó el ejército regular a masacrar sin miramiento a los guerrilleros. Los cadáveres fueron exhibidos en el centro del poblado próximo y de allí fueron trasladados a fosas comunes para su entierro con gritos de la soldadesca: ¡Si tierra quieren, tierra les estamos dando!

Sueldos y prestaciones actuales son conquistas

de la huelga médica nacional de 1965 *

Era injusto que se siguiera considerando a los médicos como becarios y no trabajadores de la medicina. Estábamos a sólo unos meses de haberse iniciado el régimen de Gustavo Díaz Ordaz y ya se encontraba en protesta uno de los sectores más conservadores, los médicos.

No faltaron notas periodísticas que atribuían a la huelga la muerte de algunos de los pacientes. En ningún momento se dejó de prestar asistencia emergente en los hospitales del país. La amenaza fue contundente: o se retornaba a los servicios o se aplicaba el cese inmediato de los paristas.

Organismos gubernamentales como la CNOP, CTM, CNC, FSTSE condenaron el movimiento haciéndolo impopular para aislarlo de otros sectores de trabajadores que anunciaban la posibilidad de apoyar la huelga médica.

Pasaban los meses sin que hubiera desistimiento en sus posiciones, ni médicos ni gobierno. El ambiente era asfixiante en ambos bandos.

El cansancio amenazaba con acabar el movimiento, por lo que muchos paristas hablaban ya del retorno a las labores.

La autoridad máxima de los servicios médicos contestó iracundo: “¿cómo regresarán al trabajo si ya están todos cesados y están por aprobarse los contratos de nuevo personal?”

El fantasma de la división interna hizo su aparición debilitando la fuerza huelguística.

Se acordó entonces una marcha de las batas blancas a lo largo de la Avenida Hidalgo, en las que se enarbolaron pancartas pidiendo justicia para los trabajadores de la salud.

Se había montado provocaciones a lo largo de la avenida. Lumpen pagado por las autoridades, nos gritaron lo que les vino en gana. ¡Asesinos! ¡Se están muriendo sus pacientes!

La amenaza fue terminante. Se dio de plazo hasta el 16 de enero de 1965 para que los paristas regresaran a sus hospitales, de lo contrario todos serían cesados automáticamente. Un día antes de esa fecha había llegado a la Dirección del Hospital “20 de Noviembre” una cantidad abrumadora de cartas y telegrama de solidaridad de asociaciones médicas, hospitales, sanatorios, escuelas de medicina, organizaciones de enfermeras, etc. a favor del Movimiento.

¡Nuestras demandas son justas y necesarias. No podemos sostener a nuestras familias con el monto de nuestra beca que era de 400 a 600 pesos mensuales de lo que tenemos que adquirir nuestros uniformes y calzado! Y sostener a nuestras familias los que somos casados.

En una entrevista con las autoridades éstos nos espetaron: “si su ingreso no les alcanza, empleen a sus esposas, mamás, hermanas, o quien fuera como elevadoristas, oficinistas, técnicas, etc.”

Partiendo del Monumento a la Revolución los médicos y enfermeras huelguistas marcharon a lo largo de la Avenida Juárez en cuyo trayecto los manifestantes fuimos objeto de repudio e insultos por gente lumpen pagada por el gobierno.

El movimiento fue cortado de tajo hacia fines de agosto por las autoridades. Los granaderos hicieron acto de presencia en los hospitales y a punta de culatazos expulsaron al personal que continuaba en paro y otros quedamos encerrados en cubículos por varios días sin agua y sin alimentos.

Fue en el “20 de Noviembre del ISSSTE donde se escenificó la represión militar más absurda como toque final y desenlace con que las autoridades liquidaron uno de los movimientos nacionales más importantes de la última década. Los granaderos rodearon el edificio de aquel hospital, lo clausuraron y dejaron allí secuestrado a todo el personal que se encontraba en esos momentos. Las enfermeras escribieron con bilé en las ventanas: “¡Estamos secuestradas por el Ejército, ayúdenos!

Sin esperar una respuesta como la que nos estampó el gobierno, por fin nos fue imposible al poco tiempo el acceso de nuevo al trabajo en los nosocomios. La soldadesca nos impedía la entrada a médicos y enfermeras. Era necesario exhibir las nuevas tarjetas de contratación de personal esquirol. Ni una asamblea más.

El paro se levantó un 30 de enero.

La atención de los pacientes fue retomando su ritmo con la participación de personal nuevo contratado y algunos recontratados.

La mayoría estaban vetados definitivamente, fueron los autores de conquistas laborales que permanecen en la historia de la medicina del país.

Las condiciones laborales ya eran distintas después de la ruptura de la huelga. En vez de becas, los nuevos médicos y enfermeras fueron contratados mediante salarios aceptables y seguridad social para todos. Uniformes nuevos a cuenta de las instituciones, con menús renovados durante el servicio en los hospitales y mejorados también para el personal y… con derecho a gratificación anual para todos.

A cambio, muchos colegas perdieron en definitiva la chamba. Yo continuaba esperando la represión que me destinarían, pero quedé señalado, marcado como futura víctima de castigo como el de tantos otros colegas. A la Procuraduría no se le iba ninguno o ninguna que no le conviniera al gobierno en turno.

Eran los políticos hostiles del sistema mal llamado democrático.

La mayoría fuimos vetados definitivamente y a siete médicos nos guardaron en la Cárcel de Lecumberri. Mi sentencia fue de ocho años y medio.

Fuimos protagonistas de las conquistas laborales que permanecen hasta hoy en la historia de la medicina del país.

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