Por Jorge Frías Castillo
Gacetilla periodística
En un periódico de la Ciudad de México un escritor muy versado en temas gramaticales publicó durante muchos años una columna denominada “Perlas japonesas”. Criticaba todo lo que salía con faltas, palabras equivocadas o expresiones defectuosas en otras revistas, libros, etc.
La columna tenía un interés desde el punto de vista de que era una cátedra diaria sobre cuestiones lingüísticas, pero también reconocía que, en el caso de las publicaciones diarias, las faltas son frecuentes por el ritmo en que se trabaja en las redacciones, formato e impresión, para que el lector pueda leer muy temprano su periódico favorito, por el valioso material que trae consigo que hace que las faltas se olviden; claro, que hay casos en que el lector dibuja una sonrisita cuando una palabra se cambió por otra variando el sentido de la frase o se puso una letra por otra.
Todo es aceptable, y si el lector es inteligente disculpa a todos, empezando por el reportero y acabando por el general que le dice a los soldados “¡cese el fuego!”, a la una o dos de la madrugada, para que el periódico entre a impresión y al poco rato, en las calles, el voceador grite: POR ESTO!, POR ESTO!, para entregar a los lectores el mejor desayuno.
Todo tiene su disculpa, si el reportero escribió mal una palabra, el capturista está ya cansado, el corrector varió sin darse cuenta de una palabra o el “general”, que está abrumado de trabajo, exclamó: “¡cese el fuego!”, para imprimir todo está disculpado; su diario, estimado lector, se hace contra reloj y aunque tengamos elevados estudios, siempre hay “perlas japonesas” o “meridanas”. O.K.