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Yucatán

Talento y juventud iluminaron el escenario del Peón Contreras

Ariel Avilés Marín

El dueto Flores-Miso

Hay artistas cuyo talento los lleva a brillar en el panorama de la cultura, si además del talento el artista agrega el valioso factor de una juventud pujante y dinámica, el resultado es más sobresaliente aún. La noche del miércoles 12, a las ocho de la noche, el escenario del Teatro Peón Contreras se vistió de virtuosismo y belleza, en balanceada combinación del dominio de sus respectivos instrumentos, aunado a la presencia dinámica y juvenil de las intérpretes que nos deleitaron con un selecto programa que nos paseó desde los albores del romanticismo, hasta el tango contemporáneo de Piazzolla.

Ana Isabel Chan Flores cumple a cabalidad el antiguo dicho que reza: “Hijo de tigre, pintito”; y la joven y talentosa chelista es hija y nieta de verdaderos tigres de la música en Yucatán. Su abuelo, el inolvidable organista y director de coros, Don Cesáreo Chan Blanco. Su padre, el diestro violinista José Luis Chan Sabido, egresado de la Universidad Veracruzana y la Escuela Superior de Música de Viena. Pero, Ana Isabel ya sabe andar por sus propios pasos y nos regaló una generosa muestra del dominio sobre su instrumento. Maestría en el arco, perfecta coordinación entre muñeca, brazo y hombro, son las cualidades más destacadas en su técnica de interpretación; y si a esto agregamos una impecable digitación, entonces estamos ante una verdadera concertista del barítono de las cuerdas. Ana Isabel, cursó estudios de violonchelo desde niña, se inicia con su padre a los cuatro años de edad; continúa su formación en Viena y a los cinco años estudia con la destacada maestra Pincher, posteriormente los reanuda en Francia bajo la égida de María Magdalena Miller; cuando su padre retorna al terruño en 2005, es discípula de Veselín Dechev. De nuevo en Viena, aborda estudios de concertismo con el destacado maestro Christopher Strander, luego con Bruno Weismeister y finalmente con Cecilia Ottensamer. Se gradúa con honores en 2015. Ha recibido lecciones magistrales de los más destacados exponentes actuales de su instrumento, como: Schultz, Bayrova, Ventselav Nikolov, Rudolf Leopold y Franz Bartolomey, entre otros.

Por su parte, Olena Miso, originaria de Leópolis, Ucrania, se inicia a los seis años en el piano con la maestra Ludmyla Zakopets, con quien se gradúa en la Escuela de Música de Lemberg; posteriormente cursa estudios en la escuela P. Tchaikowzki con el maestro Yuri Kot. Se traslada a Austria y recibe clases de la maestra Milana Chernyavska, en la Universidad de Graz. Ha recibido clases magistrales de maestros de la talla de Andrej Jasinski o Tatiana Shebanova, ha sido ganadora de grandes concursos como Beskiden sin Fronteras, en Polonia en 2009 y 2010; el Concurso Isidor Bajic, en Serbia en 2010, en Kiev, Ucrania, en 2012. Ha tocado como solista con la Orquesta Sinfónica de Ucrania, la de Polonia y la de Eslovaquia. Ha ofrecido recitales en Italia, Croacia, Ucrania, Chequia y Eslovenia.

Abren programa con la Sonata en Do mayor para violonchelo y piano de Ludwig van Beethoven, obra compuesta por dos movimientos: Andante-allegro vivace y Adagio-tempo d’andante-Allegro vivace. Inicia dulcemente el chelo y de inmediato se incorpora el piano sentido y emotivo, abordan rápidas notas en stacatto adornados con vibratos muy delicados del chelo, que da una nota larga y delicada que remata con un pizzicato; la música se torna rápida y emotiva, el piano marca fuertes acordes mientras el chelo canta majestuoso y luego aborda notas fuertes y rápidas, muy cerca del puente, con gran sonoridad. Dialogan chelo y piano, y se hace intenso el diálogo; canta el chelo y el piano juega saltarín; viene un pasaje lento y suave que va subiendo de matiz con agudos que Ana Isabel ejecuta en el extremo del mástil, da unas notas rasgadas y fuertes y canta con voz grave para llevarnos al final del movimiento. En el segundo movimiento, inicia el chelo lento y suave y baja a notas muy graves mientras el piano marca suaves compases pasando muy cerca del diapasón y baja al puente para notas largas y graves muy intensas; el piano canta alegre mientras el chelo gime un muy sentido tema; abordan un alegre tema y luego ejecutan rápidas escalas para pasar a una melodía grave, de inmediato abordan alegre pasaje cantando juntos y ejecutan un rápido stacatto que nos lleva al final de la obra. Sonora ovación premia a las ejecutantes.

Viene en seguida, Sonata en Re menor para violonchelo y piano de Claudio Aquiles Debussy, la cual consta de Prólogo, Serenata y Final Animado. Inicia el piano con fuerza y alegría y entra el chelo con una escala delicada y canta en disonancia con el piano, frasea claro y lleno y aborda un stacatto marcado y grave y el piano hace sonar fuertes acordes disonantes, el chelo canta con pasión y hace unos armónicos muy delicados, como de cristal, canta lento y aborda un suave pasaje que nos lleva al fin del movimiento. Inicia el chelo en pizzicato y con vibratos sonoros y el piano hace sonar acordes marcados, el chelo da notas largas y hace unos pizzicatos chicoteando las cuerdas y canta luego con unos delicados armónicos difíciles y luego la ejecutante hace sonar el chelo como guitarra en rudos pizzicatos con vibraciones y de inmediato aborda un pasaje rápido mientras el piano hace armonías muy difíciles; una nota fuerte en pizzicato con vibrato marca la ejecución de otras más de la misma calidad para pasar a un rápido stacatto y delicadas notas agudas, piano y chelo cantan juntos con gran alegría, la chelista ejecuta con el pulgar notas sueltas y vibrantes, sentidas, para abordar con el piano el tema final del movimiento. Inicia el último movimiento con notas suaves y lentas, el arco pasa con gran delicadeza arrancando notas rápidas y vibrantes y algunas chicoteadas y arranca con el piano un diálogo como una avalancha musical y un rápido y sonoro pizzicato nos lleva al final de la obra. Nueva y fuerte ovación.

Después de un breve intermedio, reanudan con una obra emotiva y vibrante: La Sonata en Sol, Opus 19, para violonchelo y piano de Sergei Rachmaninov. Consta de cuatro movimientos: Lento, Allegro, Andante y Allegro mosso. Inicia el chelo sentido y el piano con suaves acordes, el chelo responde cantando dulce y sentido con una digitación precisa y rápida, ejecuta en seguida unos delicados armónicos y canta con gran emoción y profundo sentimiento que va subiendo más y más y desarrolla una agitada emoción; el chelo da unas notas marcadas en pizzicato y la emotividad se va desbordando, agitando las almas del respetable; se aborda un pasaje lento, sentido y delicado, de profunda entraña, que exige volcar el alma en él y que nos lleva al final del movimiento. Entra rápido el chelo con notas graves, hace pizzicatos y golpea las cuerdas con el arco mientras el piano canta con pasión, el chelo aborda un tema melódico y muy emotivo, el pasaje se va desbordando de sentimientos profundos y el chelo ejecuta armónicos muy delicados y agudos y luego un fuerte stacatto, el piano aborda fuertes acordes, rápidos y sonoros y se desarrolla un emotivo pasaje que va subiendo con fuerza y sentimiento, para pasar a otra parte en la que aborda difíciles ejecuciones que exigen de cuarta a primera cuerda para lograr el efecto requerido por el autor, y nos llevan al final del movimiento. Inicia en andante con el piano suavemente, canta con alegría y entra el chelo sentido y profundo y canta con mucha emotividad, el piano sigue cantando y el chelo ejecuta notas graves y llenas y abordan un diálogo apasionado que va subiendo y se desborda para llevarnos al final del movimiento. Cierra la obra el Allegro, que es un verdadero estallido de alegría, un diálogo melódico de profunda emotividad que hace vibrar a las intérpretes; el chelo canta soberbio, mientras el piano marca acordes, dialogan con gran emoción y la pasión amenaza con desbordarse; vibrante el chelo, fuerte y sonoro el piano, entran a un pasaje en stacatto muy apasionado, el piano ejecuta rápidas escalas y el chelo hace notas en pizzicato, la pasión se va desbordando y nos lleva a un vibrante y apasionado final de la obra. Tremenda ovación premia a las artistas.

Cierra programa una obra de las vanguardias del S. XX. Le Grand Tango, de Astor Piazzolla. Esta obra es un hueso muy difícil de roer, tiene armonías muy difíciles y exige una gran pasión en su ejecución. El chelo canta con voz de barítono dramático y luego como tenor lírico, con una voz pasional, como lo exige la naturaleza del tango, gime, llora, sus notas salen de lo profundo del alma y el piano pone delicadas armonías disonantes, se pasa de este remanso a un gran desborde de pasión incontenible, el chelo gimiendo, el piano poniendo delicadas armonías de cristal, la música va subiendo de tono y se embelesa en su canto apasionado con largas notas muy sentidas y delicadas y otras agudas y largas, acariciantes y cantan cifrando con gran sentimiento; la música va subiendo con pasión, el chelo ejecuta delicados armónicos y luego unas notas con cejilla que son verdaderas proezas de delicadeza y se desborda la música con gran rapidez para llevarnos al vibrante final de la obra. Gran ovación de pie premia la brillante actuación de las concertistas.

Salimos del Peón Contreras con la alegría en el alma de constatar que hay nuevas generaciones que nos van a dar mucho de que hablar.

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