Desde que Federico Granja Ricalde entregó la gubernatura a Víctor Cervera Pacheco, los últimos días de los mandatarios yucatecos transcurrieron en medio de un rechazo popular, espontáneo u orquestado.
Incluso los de Ivonne Ortega Pacheco no estuvieron exentos de problemas, a pesar de que le traspasó el poder a un hombre de su mismo partido: Rolando Zapata Bello.
En ese tenor, el caso de Zapata Bello, quien el domingo deja la titularidad del Ejecutivo, puede considerarse singular, porque salvo unos plantones frente al Palacio de Gobierno, continúa sus giras de trabajo, inicia obras públicas o inversiones empresariales.
“Qué mejor que terminar la semana así, cumpliendo compromisos, entregando obras”, dijo anteayer en Dzilam de Bravo. Y ayer constató dos inversiones privadas: el Paseo 60, moderno centro comercial y hotelero, y el inicio de la construcción de la Cementera Fortaleza.
Es cierto, el cronista no puede negarlo, se le han acercado personas en estos últimos días a reclamarle pendientes, pero nada que no pueda solucionarse o simplemente los escucha. No hay aspavientos ni gritos ni reclamos.
Y a pesar de que su partido perdió las elecciones y entregará el poder a un panista, Mauricio Vila Dosal, tampoco se ve que lo vayan a despedir como hicieron con Cervera Pacheco, Patricio Patrón Laviada e Ivonne Ortega Pacheco.
De gira el domingo
Es más, hoy acude al inicio de la construcción del Centro de Distribución de Walmart y mañana preside la presentación de la segunda actualización de la Enciclopedia Yucatanense en el Palacio de la Música. El domingo tiene previsto una pequeña gira y aún se desconoce a qué hora abandonará el Palacio de Gobierno.
Ortega Pacheco, su antecesora, se fue del Palacio a las 23:18 horas, luego de que numerosas personas le “celebraron” afuera un “juicio popular” y una sonora rechifla colectiva. En los días postreros de su gobierno realizó giras vespertinas para agradecer a los yucatecos su apoyo e inauguró algunas obras como canchas, remodelaciones de escuelas y ese tipo de cosas.
Cinco años y dos meses atrás, su antecesor, el panista Patricio Patrón Laviada, fue despedido sin ton ni son. Ni siquiera lo rechiflaron ni nada de eso. Algunos de sus colaboradores fueron a despedirlo sin aspavientos. En los últimos días hizo un par de giras para despedirse, pero se mantuvo en Mérida.
Patricio se fue triste, cabizbajo, en un panorama totalmente diferente a cuando asumió la gubernatura en presencia del Presidente Vicente Fox Quesada. Es más, su último informe de gobierno lo dio ante la mirada de la gobernadora electa, Ortega Pacheco, en un acto en el que admitió que dejó asuntos sin resolver, como el asesinato del diputado local priísta Pánfilo Novelo Martín, ocurrido en el 2002, a manos de presuntos sicarios del narcotráfico.
Trago amargo
Y seis años atrás, antes de Patricio, Cervera Pacheco se despidió con un trago amargo: Ante miles de personas reunidas frente al Palacio de Gobierno dijo que, luego de entregar el poder, permanecerá en Yucatán y que asumiría la responsabilidad política y administrativa sobre su sexenio. “No huiré”, dijo ese día.
El cronista los ha visto asumir el poder y dejarlo. Los ha visto alegres y también tristes. Los ha visto ejercer el poder y aporrear la mano en la mesa, hacer desplantes y demostrar quién manda. Pero eso ha sido una y otra vez, en un abrir y cerrar de ojos, en el juicio implacable de la historia.
(Rafael Gómez Chi)