Cultura

Los historiadores de Yucatán

Por Joed Amílcar Peña Alcocer*I

En 1903 salió de la imprenta Historiadores de Yucatán, la obra más conocida de Gustavo Martínez Alomía, un compendio biográfico de todos los personajes que desde el siglo XVI y hasta el siglo XIX dedicaron parte de su tiempo a la escritura de la historia de este rincón geográfico. Durante las décadas posteriores se escribieron breves biografías de los historiadores locales clásicos, todas ellas dispersas en nuestro mar de folletos y publicaciones periódicas. Fidelio Quintal Martín retomó en 1989 el formato presentado por Martínez Alomía, publicó en la revista de la Universidad un ensayo titulado “Historiadores de Yucatán, siglo XX”, en él quedó constancia de la profesionalización del quehacer del historiador yucateco. Dos años después, Gilbert M. Joseph en las páginas del Unicornio compartió interesantes consideraciones en su ensayo “La nueva historiografía regional en el México periférico”, un importante testimonio sobre el desarrollo de la academia local y el surgimiento de los “yucatecólogos”, vale la pena volver a darle más de una leída.

Cada una de las obras previamente listadas responde a intereses distintos. Desde un contexto positivista Alomía ofrece una primera genealogía de historiadores, Quintal apunta a la consolidación institucional de la disciplina y Joseph discute sobre las cualidades obtenidas con la institucionalización académica. En todos los casos subyacen estas ideas sobre los historiadores de Yucatán: son visibles como un grupo, han construido espacios para el desarrollo de la disciplina y desarrollan una historiografía.

La escritura de la historia en Yucatán posee una importante tradición que no es respaldada por un corpus reflexivo sobre ella, por lo menos no en soportes escritos. Los textos antes mencionados son de los pocos documentos que tratan de articular un relato o una nómina de los historiadores locales, el trabajo de Joseph es el más reflexivo de ellos y atiende a la forma local de hacer historia.

Es evidente que los historiadores yucatecos poco han hecho por hacer visible el desarrollo de la disciplina a partir del surgimiento de la especialidad en 1980 en la Escuela de Ciencias Antropológicas, hecho que coincidió con su trasformación en Facultad de Ciencias Antropológicas.

La historia de los historiadores y su disciplina en Yucatán pasa de boca en boca, de generación en generación como un saber mítico. Hace un par de semanas participé en un intercambio de ideas con compañeros y compañeras historiadoras sobre el estado actual de la disciplina y el papel que juega en ello la Facultad de Ciencias Antropológicas. Salió a relucir lo evidente, existe falta de comunicación entre profesores y egresados, no se cuenta con un padrón de historiadores en activo, se ignora el trabajo de los egresados que se dedican a la docencia o la gestión cultural, no se fomenta el intercambio intergeneracional, entre otras cosas.

Si bien existen esos detalles no podemos obviar que la Facultad de Antropología es la institución más importante para la formación de historiadores locales, tan es así que un número significativo de investigadores titulares de los principales centros de investigación meridanos, sea cual sea, tienen su origen (formativo y metodológico) en las aulas de la Facultad.

Existen problemas creados en el ámbito institucional que podrían ser superados por acciones fuera del orden burocrático de la academia actual, pero los historiadores tampoco han logrado (querido) salirse de esa dinámica.

Se sabe de las diferencias que existen entre historiadores de instituciones de aquí y allá, de discrepancias entre vecinos de cubículo; pero ninguna de ellas responde propiamente a asuntos de método o teoría, más que ello son diferencias surgidas de la burocracia académica. De ahí nace que, precisamente, lo menos documentado por la comunidad de historiadores yucatecos sean sus relaciones profesionales. Entonces, ¿de quienes hablamos cuando hablamos de los historiadores yucatecos? Unos de los egresados de la licenciatura en historia, otros de los que investigan, otros de sus compañeros de grupo o colegas institucionales. Los “yucatecólogos” andan, pero casi no caminan juntos.

Siempre han estado presentes las discusiones sobre cómo cambiar y mejorar nuestro panorama, cada generación de historiadores ha expresado su descontento y su crítica al estado de las cosas. Todos buscan a la comunidad de historiadores que represente a nuestra historiografía. Nada nuevo bajo el sol, nada que no se haya dicho con anterioridad. Los progresos metodológicos no están en una sola institución, como no están en una sola institución los historiadores. Falta hacer comunidad, hacer más plural e inclusivo el campo de la historia en Yucatán (conversación usual entre estudiantes y profesores en la Facultad); va llegando el tiempo de dar el primer paso.

Continuará.

*Integrante del Colectivo Disyuntivas