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El Público: Cómo es y Cómo debería ser

Por Ele Carfelo

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En cualquier actividad de la vida, la persona que se aficiona a algo es alguien quien tiene preferencia o gusto especial por algo determinado: es aficionado a la pesca aquel a quien le gusta pescar, a la música a quien siente determinado placer al escucharla, a determinado deporte cuando disfruta el aficionado a presenciarlo o practicarlo, pero cuando se trata de la fiesta de los toros esta regla falla.

El aficionado a la tauromaquia no solamente debe tener el gusto de presenciar las corridas de toros, sino que también debe tener conocimientos de algunos “secretos” de este espectáculo, como las reacciones del toro para poder valorar los méritos de los toreros al lidiarlo y matarlo.

El público, en realidad, es uno de los protagonistas del espectáculo taurino, pues es el principal detonante para que el torero se esfuerce y se supere ante las dificultades de lidiar un toro y obtener el lucimiento.

Es más, es el público el que determina en gran medida el rumbo de la fiesta de los toros en cada uno de sus escenarios.

Así mismo y como en el resto de los espectáculos es el público quien decide quién es ídolo y quién no, aunque sus decisiones no sean bien consideradas por los críticos especializados.

El público, quien es “soberano” en todos los espectáculos, lo es aún más en la fiesta de los toros, pues es quien durante la celebración de un festejo decide el otorgamiento de los premios que debe otorgar el Juez de Plaza, cuando lo solicita mayoritariamente agitando los pañuelos.

Claro, dentro del mar de gentes que se dan cita en los tendidos de una plaza de toros, hay que distinguir entre el aficionado conocedor y el público en general, al que por estos lares se les ha denominado “villamelón”, siendo los primeros de una clarísima minoría.

Y ¿cómo puede el “villamelón” hacerse “conocedor”? Hay quien dice que nadie puede saber de toros, sin haber toreado. Esto no es cierto.

La teoría y la práctica son dos cosas distintas. Se puede saber “Ver el toreo”, sin saber torear. Lo fundamental, es adquirir cierto grado de “cultura taurina”. Lo principal es fijarse mucho en las condiciones del toro, antes de fijarse en los lances y las faenas.

Lo que es sumamente importante para ello, es haber visto muchas corridas, y entender que hay que fijarse en el toro, antes que en el torero. Si es posible, el aficionado debe alimentar su cultura leyendo crítica e información taurina, conversar y escuchar de toros con otros taurinos, ya sea de persona a persona, o por el radio o la Televisión.

Porque sí es innegable, es que el público de cada plaza de toros tiene en su comportamiento sus “pautas” propias y estas las conocen perfectamente los toreros cuando se presentan en los distintos lugares.

Pero en cualquier caso, el público, es capaz de pasar en segundos, del apasionamiento, a la bronca… o al revés. Y eso, es el “águila o sol” que vive el torero cuando se encuentra en ese “círculo mágico” que es el ruedo.

En aquella famosa novela taurina de Vicente Blanco Ibáñez, “Sangre y Arena”, se lee que para los toreros, o cuando menos para algunos, el público es “la fiera, la verdadera, la única”. Y cuando se encuentra en ese vientre dorado y circular que es el ruedo, sus nervios se encuentran a flor de piel.

Es por esto que la motivación que puede provocar un espectador es decisiva como clasificador de los acontecimientos del redondel.

Y esa es la diferencia que hay entre los dos tipos de espectadores que hay en los tendidos: quien valora y juzga los sucesos del ruedo, y el que simplemente va a los toros “a pasarla bien”.

Peor, sea cual sea la proporción entre los dos tipos de aficionados, la fiesta de los toros es más hermosa y emocionante, cuando los tendidos están llenos, a cuando están semivacíos. ¡Vamos pues, a llenar la plaza!

elecarfelo@hotmail.com