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El lleno, lo mejor

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Por Jorge Canto Alcocer

Con un mano a mano se inició la historia de nuestra querida Plaza Mérida hace 90 años. Con un mano a mano se conmemoró, sin grandes triunfos, pero con emoción, su aniversario. En el lejano ayer, alternaron dos tauromaquias contrapuestas, la de Luis Freg, “Don Valor”, basada en la temeridad, y la de Fermín Espinosa “Armillita Chico”, el más depurado maestro que haya visto la luz en tierras mexicanas. La tarde de ayer los alternantes fueron Enrique Ponce, un estilista del toreo de muleta, quien aprovecha el estado agónico de las reses para dibujar sus bellos muletazos, y Joselito Adame, quien apuesta a la entrega, la voluntad y el buen hacer. Hace nueve décadas fueron cuatro Piedras Negras los que inauguraron el albo ruedo, ahora fueron seis de Marrón quienes pisaron, con poca enjundia, hay que decirlo, las mojadas arenas del coso meridano.

Precisamente la falta de fuerza, casta y bravura de los Marrón fue la nota dominante en cuanto a lo taurino. Apenas en presencia -fueron protestados el cuarto y el sexto, ambos de Adame-, cumplieron con los caballos, pero terminaron rodando por la arena y embistiendo con escasa calidad y menos pujanza en el tercio final. Ante esas condiciones no hubo triunfo grande, aunque si detalles muy toreros de los matadores, cada uno en su estilo, con su personalidad. Hubo muletazos exquisitos de Ponce, deletreados, con la muleta perfectamente templada y una lentitud desmayante; Adame anduvo sin florituras, pero toreando con gusto, en apego a las reglas del arte e intentando aprovechar las escasas cualidades de las reses.

No hubo triunfo grande, es cierto... faltó la alegría, la emoción, el temor que infunde el Toro-Toro, y, sobre todo, el Toro Bravo. No hubo bravura, ni casta, ni clase... y tampoco fueron un dechado de trapío los lidiados. La afición pitó, con justeza, a MESTIZO, un cárdeno oscuro, bragado, bien puesto, algo anovillado, y a CHAPARRÓN, el zaino que cerró plaza, también anovillado, muy cornicorto y apretado de carnes. Esos pitos deben ser un llamado de atención a nuestras autoridades y a la empresa. Las cosas se han hecho bien, muy bien incluso en ocasiones, como aquí se ha reconocido y el público ha premiado, pero no es permisible bajar un ápice la exigencia. Los mismos empresarios, señores Hagar y Basulto, han defendido mediáticamente el sentir “torista” de nuestra Plaza, algo que hemos logrado con muchos esfuerzos y a lo largo de muchos años. No bajemos la guardia. Ante las protestas, estaremos muy al pendiente del dictamen veterinario a fin de constatar si en esta ocasión hubo alguna violación al reglamento y, siendo el caso, se apliquen las sanciones correspondientes.

No hubo triunfo grande, es cierto... Pero fue un aniversario memorable. Justo al mediodía se desató violenta turbonada en gran parte de la ciudad, con aguaceros y fortísimos vientos, lo que hizo temer la suspensión del festejo... Milagrosamente, el viento y el agua cesaron una hora y media antes del inicio de la corrida, y el afanoso laborar de los encargados del ruedo lograron un segundo milagro: el albero estaba en condiciones en punto de las cuatro y media... Ello nos permitió presenciar el tercer milagro: los tendidos estaban colmados a esa hora, y aún había largas filas para ingresar a la Plaza... ¿Cómo se acomodaron esos cientos que aún estaban llegando? Ese imponente lleno fue el mejor homenaje a los constructores de nuestra Plaza, los hermanos Antonio y Fernando Palomeque Pérez de la Hermida, y a sus descendientes, que mantienen la propiedad y administración de este hermosísimo y venerado rincón, que de una manera plenamente democrática los yucatecos decidimos siguiera siendo la catedral taurina del muy taurino Yucatán, rechazando categóricamente el inhóspito “Coliseo”, de instalaciones modernas y cómodas, pero ajeno al sabor, al calor, al olor, al recuerdo y sentimiento.

Con frío en el cuerpo, pero emoción en el alma, inició el festejo. Dos tauromaquias diferentes, matizado su actuar por las penosas condiciones de los toros, un público ávido de entregarse, de estallar, pero lo suficientemente maduro y consciente como para silbar lo que rechaza y aplaudir con fuerza lo que le parece. Demos cuenta, pues, de los hechos.

ENRIQUE PONCE abrió plaza con COMINITO, un zaino cornicorto, paliabierto, salpicado de los cuartos traseros. Tras verónicas aseaditas, una puya dura, bien peleada, y un precioso y aislado recorte del maestro de Chiva. Al clavar el primer par de garapullos, el banderillero yucateco Ermir Puc fue empitonado dramáticamente contra las tablas, sin mayor consecuencia que un fuerte golpe en la nariz, que le provocó profuso sangrado, pese a lo cual, con pundonor, regresó a la brega a los pocos minutos. Con la muleta, ante un bicho débil, Ponce apuntó el toreo de arte, con mucho temple, muleta muy cuadrada, pero sin lograr ligar, dadas las condiciones. Dejó entera muy caída, que algunos le protestaron, retirándose entre palmitas. En tercer lugar enfrentó a PENINSULAR, un zaino bien puesto, el de mejor catadura del encierro. Nada con la capa, vara durísima, que dejó al astado en calidad de inválido, por lo que el lucimiento fue escaso, limitado a un par de series cortas por la derecha. Mató de pinchazo hondo, trasero y cuatro golpes de descabello, para escuchar silencio. En quinto sitio salió REY MAGO, un cárdeno muy claro, corniapretado. De recibo lo único registrable es que Ponce perdió el capote. En varas, la garrocha se rompió, pero el piquetito recibido fue suficiente para dejar al bicho en las últimas. Ponce lo muleteó repetidamente hasta dejarlo en estado agónico, situación que aprovechó el hispano para recetarle un par de decenas de pases cortitos, lentísimos, deletreados, con gran estética, pero sin ninguna emoción. La gente, sin embargo, le jaleó con fuerza, agradeciendo la demostración. Con el estoque siguió de malas, dejando un pinchazo hondo, que complementó con certero golpe de descabello. Vuelta al ruedo con fuerza.

JOSELITO ADAME mató en primera instancia a HORCHATO, un jabonero sucio muy cornicorto. Lo recibió con dos largas afaroladas de rodillas, seguidas de preciosa serie de verónicas. Tras una varita, buen tercio a cargo de la cuadrilla, destacando Fernando García, quien clavó dos estupendos pares, siendo sacado al tercio. A base de mucho tesón y sin concesiones, Joselito consiguió muletazos de gran calado, destacando tres naturales auténticamente sobrenaturales. Mató de entera en buen sitio y dos golpes de descabello, para ser ovacionado en el tercio. En cuarto lugar mató a MESTIZO, un cárdeno oscuro, bragado, anovillado, que fue protestado. Nada de recibo, cuajó Joselito un buen quite por chicuelinas, que le agradecieron poco, pues las protestas subieron de tono. En el tercio final, el bicho se mostró suelto, distraído, y José se limitó a bregar. Se deshizo de él de pinchazo hondo y dos golpes de descabello, para silencio. Cerró plaza CHAPARRÓN, un zaino apretado de carnes, cornicorto y paliabierto, que también generó protestas. Tras un piquetito, quite por Zapopinas, que le ovacionaron con calor, acallando las protestas. Como sus hermanos, CHAPARRÓN perdió el piso con frecuencia, por lo que Adame hizo todo: toreo de rodillas, desplantes, medios pases, molinetes, un forzado por aquí, un natural por allá... Tras un pinchazo aguantando, citó a recibir, consiguiendo una gran estocada, en el hoyo de las agujas, pese a lo cual precisó un golpe de descabello. Fortísima petición y oreja, justa desde nuestro punto de vista.

Concluyó así el festejo del aniversario. Hubo toreros, no hubo toros, pero sí una gran afición y, sobre todo, un enorme testimonio de amor por la Fiesta, por la Plaza y por la tradición. No se anunció el siguiente festejo, pero trascendió que será en el mes por venir, antes de las fiestas carnestolendas. ¡Hasta entonces!