Joaquín Bestard Vázquez
Tuvimos el rejoneo en nuestra plaza de toros, vino ese Hermoso del carambas y nos dio cátedra de su arte de cómo se entrenan con un toro de bisutería, montada la cabeza en una carretilla y van acostumbrando al caballo a arrimarse al burel.
No hay tiempo para una equivocación, el caballo atento a la proximidad de los cuernos del burel.
Las filigranas no se dan sino con practicadas antes, una y otra vez, hasta que caballo y rejoneador se vuelven uno; la necesidad de confiar uno en el otro, y viceversa, los hace ser uno a toda hora.
Los gráciles movimientos de caballo y hombre son varios y rítmicos, es un placer estético que proporciona imágenes que con la inclusión del toro se vuelven inolvidables.
Maximito Koyoc
Don Maximito fue taurófilo consumado hasta que se cayó medio coso.
Fredy