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Canciones a las nacionalizaciones. Un estudio de caso

*XIV

Este pequeño estudio de caso nació de mi rabia patriótica. Fue ante los anuncios del gobierno de Donald Trump de elevar en un 5 por ciento los aranceles a los productos mexicanos y por la declaración de poner en completo vigor la Ley Helms-Burton para arreciar el bloqueo a Cuba y promover un cambio de régimen. En las últimas semanas se ha publicado mucho acerca de estos dos caos, así que, para no repetir, decidí analizar las letras de algunas canciones que exaltan el amor a la soberanía, escritas en México respaldando la nacionalización del petróleo que realizó Lázaro Cárdenas (1938) y de otras cantadas en Cuba en torno a la Ley de Reforma Agraria (1959) y las nacionalizaciones de empresas extranjeras (1960). Empleo aquí la cuarta característica del enfoque de género que plantea: “Todos los científicos sociales deben incorporar la perspectiva histórica para comprender los fenómenos contemporáneos. Aunque este es uno de los requisitos imprescindibles para lograr un rigor científico cuando pretendemos explicar cualquier evento social, en muchos casos ignoramos los antecedentes históricos”.

Por razones de espacio, hoy me referiré solo a las canciones mexicanas.

Las letras de las canciones de México seleccionadas corresponden a los corridos, voz popular que de forma trovadoresca cala en la población para relatarle sucesos de la cotidianidad, así como acontecimientos relevantes, cuyas esencias desean explicar. A esto último se refieren los contenidos de los cinco corridos sobre la expropiación petrolera, elaborados alrededor de 1938, y una canción infantil de espíritu antiyanqui. El estudio de sus letras es un medio eficaz para comprender el patriotismo del pueblo mexicano enfrentándose a la intromisión de EE. UU. en sus asuntos internos.

Este sentir popular mexicano antigringo existía desde hacía un siglo, como lo relata Miguel Sánchez de Armas en su artículo “Los corridos del petróleo”, publicado en la Revista Mexicana de Comunicación en 2010: “Durante la guerra de 1847, el pueblo cantó con ánimo rebosante de odio hacia los norteamericanos: “Los yankees malvados / no cesan de hablar / que habrán de acabar / con esta nación”.

Les expongo los temas que saqué de los contenidos de estos cinco corridos, sin ánimo alguno de generalizar estos resultados a 1938 y a los años que sucedieron. Las canciones son: Canción de la expropiación petrolera (desconozco su autor); Corrido de la expropiación, que popularizó Amparo Ochoa y del que no identifiqué a su autor; El corrido del petróleo (autor anónimo); otro de título idéntico creado por Cástulo Prado, y el Corrido de la colecta (por la expropiación petrolera), de autor anónimo, música de Antonio Avitía Hernández e interpretado por Juana Vargas y Ernesto Anaya. La canción infantil es El ratón vaquero, de Francisco Gabilondo Soler, conocido como el Grillito Cri Cri.

Los contenidos de estos cinco corridos contraponen con fuerza el amor de los mexicanos por su independencia ante la injerencia de los Estados Unidos de Norteamérica. Sus protagonistas son, por la parte mexicana, la soberanía, el presidente Lázaro Cárdenas, la nacionalización del petróleo, su fecha del 18 de marzo de 1938 y la importancia de este recurso para la patria. Los “actores” a los que se contraponen son el control que los EE. UU. habían ejercido sobre esta materia prima, que se resumen en las compañías petroleras norteamericanas, las que se enriquecieron a costa de México.

En el Corrido de la expropiación, Guillermo Argote describe a los actores y antiactores con suma claridad: “Novecientos treinta y ocho / de feliz recordación / en que nuestro presidente/ declaró la expropiación del petróleo mexicano / Para que su pueblo fuera / grande, libre y soberano. / Expulsó a las compañías / que explotaban sus riquezas / sin darnos las regalías. / Llenaron mansiones de oro / despojando a nuestra patria / de su preciado tesoro”.

Y acude en el estribillo a un ave muy sencilla “del patio” para musicalizar los textos: “Jilguerillo, jilguerillo / préstame tu alegre canto / para adornar las memorias / de aquel 18 de marzo”.

En la anónima Canción de la expropiación petrolera, que aparece también como Cumbia, se explica que Porfirio Díaz permitió a principios de siglo “que empresas extranjeras realizaran / la explotación de nuestro petróleo. / Que solo ellas se beneficiarían / y al mexicano le robaron sus derechos”. Añade juglarescamente que los obreros “no tenían aumento de salario / trabajaban todo el día / no tenían derechos a huelgas / cada día se empobrecían”. Explica que con la expropiación petrolera Lázaro Cárdenas hizo cumplir el artículo 27 de la Constitución mexicana que enuncia que a la nación corresponde el dominio directo de los recursos del subsuelo. E introduce una línea que fue ampliamente coreada por la población: “El petróleo es nuestro”.

En el otro Corrido del petróleo que escogí, Lázaro Cárdenas aparece como el mandatario que decretó la expropiación petrolera para representar las ansias de la nación y de los obreros mexicanos de recuperar los recursos naturales para beneficiar a México y no a empresas foráneas. “¡Cárdenas! Con los obreros ¡Cárdenas! / Con la justicia conquistó / para que la patria / mejorara su economía. / Se habían empeñado todas / las empresas petroleras. / No nos dejan ni un barril / en nuestras capopoteras”.

Cástulo Prado, autor de otro de los Corridos del petróleo, explica detalladamente los conflictos que México debió enfrentar con las empresas nacionalizadas. Manifiesta que los gobernantes anteriores a él “demostraban su ambición / largándose al extranjero / robando a la nación”. Me llamó la atención que el autor describe cómo los empresarios de EE. UU. expropiados exigieron a su presidente Franklin D. Roosevelt que interviniera militarmente en México, a lo que este se opuso. “Los empleados americanos / están que patean de rabia / porque ya no maman chiche. / Ya se les murió la cabra. / Cuando a Tampico llegó / la orden de expropiación / los millonarios pedían / que fuera la intervensión (sic). / A los Estados Unidos / fueron a poner su queja, / para que de ahí vinieran / a protejer (sic) sus empresas. / Roosevelt les dice, Señores, / yo aquí nada puedo hacer. / El gobierno mexicano / ha cumplido su deber”. ¡Qué posición tan diferente a las de los gobernantes anteriores y posteriores!

Relata Prado que Cárdenas prometió que compensaría a los expropiados a lo largo de 10 años, que para ello contaría con el respaldo popular. “Lázaro Cárdenas dice / sereno y despreocupado: / Al transcurso de diez años / todo quedará pagado. / Tengo un pueblo mexicano / que no me queda ni duda / desde el más niño al más viejo / todos me ofrecen su ayuda”. Destaca el papel que jugará la mujer: “En la mujer mexicana / hay patriotismo y orgullo. / Se desace (sic) de sus jollas (sic) / para ofrecerlas al cuño”.

El Corrido de la colecta glorifica el desprendimiento de la población para pagar las indemnizaciones, especialmente el de las mujeres. “Todas las mujeres fueron / para su contribución, / para el favor del petróleo / por lo de la expropiación. / –Vida mía, que vas a dar / para la indemnización. / –Este relicario de oro / junto con mi corazón. / –Ensíllame mi caballo / que voy a la capital / a llevar 18 pesos / pa’la deuda nacional. / –Hermanita de mi vida, / quítate tus abalorios / que con eso ayudaremos / a pagar lo del petróleo. / Y una señora llorando / su anillo se quitó / que lo trajo siempre puesto / desde cuando se casó”.

Ahora una confesión. De niña, allá por la primera parte de la década de 1950, mi padre me regaló un disco del Grillito Cri Cri con canciones infantiles. Una de ellas era El ratón vaquero, pero para mí era una de las tantas canciones que glorificaban a los cowboys. Desde los cuatro años estudié en una escuela americana en La Habana, donde, además de aprender perfectamente el inglés, me llenaron la cabeza de imágenes sobre las versiones de la historia de EE. UU. y de algunas otras partes del mundo, todas ellas muy bien planificadas por la “ingeniería del consentimiento”. Eran los años del macartismo. ¡Qué maravilla que casi setenta años después descubrí que su autor Francisco Gabilondo se mofaba de la prepotencia de los norteamericanos! Aquí va para terminar este trabajo.

“En la ratonera / ha caído un ratón / con sus dos pistolas / y su traje de cowboy. / Ha de ser gringuito / porque siempre habla inglés / a más de ser güerito / y tener grandes los pies. / El ratón vaquero / sacó sus pistolas, / se ladeó el sombrero / y me dijo a solas. / What the heck is this house / for a manly cowboy mouse? / Hello, you! Let me out! / And don´t catch me like a trout. / Conque, sí, ya se ve, / que no estás a gusto ahí. / Y aunque hables inglés / no te dejaré salir. / Tras las fuertes rejas / que resguardan la prisión, / mueve las orejas / implorando compasión. / Dijo el muy ladino / que se va a reformar / y aunque me hable en chino / yo ni así lo he de soltar”.

En mi próximo artículo analizaré las canciones cubanas sobre las nacionalizaciones de 1959 y 1960.