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Jair Bolsonaro, nuevo presidente de Brasil

RIO DE JANEIRO/SAO PAULO, 29 de octubre (AFP/DPA/Russia Today).- El ultraderechista Jair Bolsonaro prometió “cambiar el destino de Brasil” al ganar este domingo la presidencia de la mayor potencia de América Latina, tras una de las campañas más tensas y divididas del país.

El excapitán del Ejército obtuvo 57.7 millones de votos (55.18 %) contra 46,8 millones (44.82 %) para el izquierdista Fernando Haddad, tras el escrutinio de más del 99.91 % de las urnas.

“No podemos seguir coqueteando con el socialismo, el comunismo, el populismo y el extremismo de izquierda”, agregó el flamante presidente electo desde su casa de Rio de Janeiro, en un mensaje emitido en vivo por las redes sociales, llave maestra de su campaña.

Bolsonaro, un exparacaidista de 63 años, logró capitalizar la decepción y la rabia de una población golpeada por años de recesión y hastiada de los escándalos de corrupción.

Ferviente defensor de la dictadura (1964-85) –y admirador declarado de uno de sus principales torturadores–, Bolsonaro prometió sin embargo defender “la Constitución, la democracia y la libertad”.

Rodeado de líderes de izquierda y vistiendo una camisa blanca, Haddad se dirigió a la militancia en un hotel de Sao Paulo, donde pidió respeto por sus “45 millones de votantes”, en un emotivo discurso en el que prometió seguir luchando “con coraje” por la democracia.

El exalcalde de Sao Paulo, de 55 años, fue designado candidato del Partido de los Trabajadores (PT) en sustitución de su líder histórico, el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva (2003-2010), que purga desde abril una pena de 12 años de cárcel por corrupción y lavado de activos.

El PT perdió la primera de las últimas cinco elecciones presidenciales.

Euforia

Centenares de miles de manifestantes celebraron eufóricos los resultados frente a la casa de Bolsonaro en Barra de Tijuca, un exclusivo barrio de Rio de janeiro, agitando entre cánticos sus banderas de Brasil y lanzando fuegos artificiales.

Entre ellos, estaba Cristina Silva, una funcionaria de 60 años que se mostraba radiante.

“El ejército está volviendo, asumiendo el poder electo. Va a entrar en la explanada de Planalto con el apoyo del pueblo”, afirmó feliz. “Solo los bandidos, los terroristas, deben tener miedo, la gente de bien como nosotros estamos felices porque el capitán llegó”, añadió.

También hubo celebraciones importantes en Sao Paulo, la capital económica y financiera del país, y en otras ciudades.

El candidato del Partido Social Liberal (PSL) dirigió desde su casa una exitosa campaña que centró en las redes sociales, tras la puñalada que sufrió durante un mitin callejero a principios de septiembre.

La jornada de votación, que llamó a las urnas a 147.3 millones de brasileños, transcurrió sin incidentes.

El “ultra” Bolsonaro, el presidente de la rabia de los brasileños

Elogió la dictadura militar e insultó a mujeres, negros y homosexuales y, pese a ello, la mayoría de los brasileños lo eligió para presidir el destino de su país. Jair Bolsonaro llegó hoy a la presidencia del país más grande de América Latina impulsado por la rabia y la ira de sus compatriotas.

Su segundo nombre es “Messias” y sus seguidores lo veían desde hace tiempo como un salvador para el Brasil sacudido por los escándalos de corrupción, una ola de violencia y criminalidad, y una crisis institucional sin precedentes.

“Lo que ocurrió en las urnas no fue la victoria de un partido, sino la celebración de un país por la libertad”, señaló hoy el polémico exmilitar de 63 años, que amenazó recientemente a sus adversarios políticos con una “limpieza nunca vista”, con el exilio y la prisión.

“Todos los compromisos serán asumidos”, agregó Bolsonaro, que promete también armar a la población para combatir el crimen.

El ultraderechista del Partido Social Liberal (PSL), una formación política casi desconocida hasta este elección, convenció con su discurso “antisistema” incluso a millones de votantes moderados, entre ellos a mujeres y negros, así como a los habitantes de las favelas más pobres del país.

La receta de Bolsonaro para conquistar el centro político y para derrotar en la segunda vuelta electoral al izquierdista Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT), mostró la profundidad de la crisis de la democracia en la principal economía latinoamericana.

Brasil lleva tiempo agitado por una ola de populismo de ultraderecha similar a la que se extiende por varias potencias occidentales.

Bolsonaro reúne las características que llevaron al ascenso de Donald Trump en Estados Unidos: una retórica nacionalista e incendiaria, una presencia masiva en las redes sociales y un discurso de ataque frontal contra el desprestigiado sistema político.

Las instituciones del gigante sudamericano están salpicadas desde desde hace años por múltiples escándalos de corrupción política en el marco de la megacausa “Lava Jato” (“Lavado de autos”). El país, además, acaba de superar una de las peores recesiones de su historia y las grandes ciudades brasileñas sufren una ola de criminalidad.

La propuesta más destacada de Bolsonaro es la liberalización de la tenencia de armas para combatir la delincuencia, y su política económica se centra en las clásicas recetas liberales de mercado.

Su alta popularidad, sin embargo, se la debe sobre todo a su imagen de azote de las corruptas élites políticas. Ello, pese a que él mismo es parte del sistema desde 1991, cuando fue elegido por primera vez diputado.

En su larga carrera política, Bolsonaro pasó por nueve partidos distintos y muchas más controversias, siempre defendiendo posiciones radicales. En las hemerotecas abundan las imágenes de sus excesos en el Congreso, ya sea por insultar a sus rivales políticos, a menudo mujeres, o por hacer apología de la última dictadura militar brasileña (1964-1985).

“El error de la dictadura fue torturar y no matar”, soltó en una ocasión en 2008. A una diputada del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) llegó a decirle durante una disputa que “no merecía ni ser violada” por ser demasiado “fea”.

Y en el debate del proceso de destitución de la presidenta Dilma Rousseff en abril de 2016, en la Cámara baja, Bolsonaro dedicó su voto a favor del “impeachment” al militar responsable de las torturas de las que fue víctima Rousseff durante la dictadura, como joven activista de izquierda.

El político, descendiente de inmigrantes italianos y nacido en Glicério, en el interior del estado de Sao Paulo, también es conocido por sus diatribas contra negros, indígenas y homosexuales. Muchos afrobrasileños “no sirven ni para procrear”, dijo en abril de 2017.

Las grandes armas de Bolsonaro son la provocación permanente y los virulentos ataques contra sus críticos. A menudo es calificado por eso como el “Trump brasileño”, aunque también se le compara con el líder filipino Rodrigo Duterte, por sus fantasías violentas para combatir el crimen.

Durante la campaña popularizó el gesto de imitar un fusil con ambas manos, convertido en la marca de su candidatura por sus simpatizantes.

Pese a que él mismo resultó herido de gravedad por el alto clima de polarización política después de que un hombre le asestara una cuchillada durante un acto proselitista el 6 de septiembre, Bolsonaro se mostró feliz haciendo el mismo gesto desde su cama en el hospital.

Tuvo que dejar luego de hacer campaña debido a su convalecencia, pero compensó su ausencia en los debates y en las calles con su presencia masiva en las redes sociales.

En un país donde prácticamente toda la clase política está salpicada por los escándalos de corrupción, Bolsonaro se presentó durante toda la carrera como un político “limpio” pese a su larga trayectoria en el Congreso.

Su nombre no ha sido hasta ahora vinculado a ningún gran escándalo de corrupción. Para muchos detractores, porque como diputado de partidos pequeños no participó nunca en las grandes alianzas políticas tradicionales. Sus seguidores, en todo caso, lo exculpan de todo.