Opinión

Parlamentarismo de desgaste

Jesús Peraza Menéndez

En su función de presidir la mesa de la Cámara de Diputados, Dulce María Sauri sale al paso:

—Me solicitan que pidan disculpas por ataques misóginos.

Esto tras una retahíla de señalamientos de robo, desfalco de recursos públicos, de traición, de usar la tribuna para promover la mega-metrópoli, proyecto del empresario Carlos Slim que inició con dinero público, con el saqueo de suelo las mineras que han desaparecido cerros, en fin un nudo enredado en voraz mezquindad con privilegios de soberbia vencedora, esa es la re-re-luciente Rosario Robles, maquillada estudiantil como en sus tiempos de izquierda de Línea de Masas, desafiante: “¡no necesito que nadie me defienda!”. Los chingamos con o sin la ley en la mano, las reformas estructurales se imponen con una minoría que compra a la mayoría hambrienta o necesitada de glamour con reconocimiento en las esferas de la revista Hola! o por lo menos de TV Notas.

Y sí, es usada por su partido, el PRI, para ser ella y no ellos quien concentre la crítica de un sexenio de asaltantes, saqueadores, de despojadores de suelo ejidal, nuevos terratenientes-territoriales, represores, asesinos, bipolares o tripolares doble o triple moral sin límites de practicismo objetual.

Gerardo Fernández Noroña es ya el interlocutor constituido de la inquisición verbal, bajo la prédica de moderación pero con exhaustiva argumentación, actuación con pruebas tan conocidas, expuestas por los medios, tan sabidas por experiencia personal de cada ciudadano, es sadismo que confirma lo ya sufrido con indignación atrasada, es placer patológico, se regocija en su juicio implacable sin condena ni justicia, es la enseñanza de la parábola popular, se le llama el consuelo del sapo, me aplastaste pero te ensucié la suela. Un nosotros somos diferentes, “no tomamos venganza”, qué bueno, pero el gobierno con sus tres poderes nos debe justicia con verdad, además de recuperar lo robado. No hay punto constitucional de perdón. Ni en la Santa Iglesia, si pecas vivirás el castigo divino, por eso los obispos sólo con Dios acuerdan.

—No voy a pedir disculpas por decir la verdad, no hice ninguna agresión misógina. Hablé de Carlos Ahumada, amante de la señora secretaria Rosario Robles, involucrado en el desfalco y en el escándalo nacional con ella. No soy yo quien la acusa de desfalco, robo, es la Contraloría Superior de la Nación.

Esto debe quedar en las notas de la memoria de la Cámara de Diputados, los priístas insisten en quitarlo, en seguir impunes en el tráfico de complicidades, en la apuesta a una sociedad que modere sus necesidades, las que serán expresadas por representantes populares como Sergio Mayer en Cultura y Artes o el senador charro del sindicato minero, Napoleón Gómez Urrutia, que no fue minero nunca, una sociedad que comprenda que el saqueo institucional es perdonado a la minoría con inmaculada ostentación de riqueza y castigada con furia toda intención de justicia con verdad.