Ricardo Andrade Jardí
Entre las crisis del capitalismo mundial y la pretendida transición política en México, transición que arrastra también la crisis de un modelo político que en los últimos 30 años fue lacayo y sumiso ante las políticas financieras del saqueo global, neoliberalismo que le llaman, hay signos nada alentadores que anticipan las tempestades.
Hace una semana fuimos testigos de la certera agresión contra estudiantes de la UNAM por parte de los llamados grupos porriles, fuimos testigos del grado de penetración para la agresión que estos grupos tienen gracias al cobijo corrupto por parte de autoridades estatales y universitarias. Grupos de corte paramilitar que actúan al margen y con la complicidad de quienes tienen la obligación de cuidar, defender y velar por la seguridad de todas y todos. No de proteger bajo su manto la sistemática agresión contra las y los estudiantes.
Ahora se echan la bolita entre funcionarios de la UNAM y la Procuraduría de (in)justicia de la CDMX. El martes 11 de septiembre de 2018 fueron agredidos, por grupos también de corte paramilitar, opositores a la aberración medioambiental que supone la construcción y capricho burgués del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México (NAICM). Mucho hay para decir, y más para reprobar, con relación al megaproyecto que pretenden disfrazar de “desarrollo”. A sabiendas de que se trata de un ecocidio y un millonario negocio que no traerá beneficios reales para inmensos sectores de la sociedad, sino que provocará en esos sectores más miseria y marginación, por no hablar ya de las miles de afectaciones a la salud, al medio ambiente, al tejido social, en las colonias, barrios y municipios cercanos a la aberrante obra, que terminaremos por pagar todas y todos los mexicanos, con los próximos rescates financieros, léase: convertir en deuda pública las deudas de corporaciones privadas que ya se vislumbran. La estupidez de empeñarse en hacer viable lo que la naturaleza y el derecho humano a la tierra al y el territorio hace completamente inviable.
“Tiempos extraños son estos donde hablar de árboles es casi un crimen porque supone callar tantas otras atrocidades”, decía el poeta alemán Bertol Brecht.
Pero estos actos de violencia son similares a los que la historia de nuestro continente ha registrado en todos los países donde gobiernos lacayos renuncian a la soberanía y ponen en venta recursos y territorios para el saqueo de empresas privadas en una conveniente confusión entre lo que pertenece a la Nación, es decir: lo que es de todas y todos los mexicanos y no del gobierno en cualquiera de sus tres niveles, y que hoy es administrador de intereses privados.
No podemos dejar de preguntarnos: ¿La agresión a los estudiantes de la UNAM y a los campesinos ejidales de Acuexcomac, municipio de San Salvador Atenco: son en realidad actos aislados?
¿O son actos que responden a una misma lógica de represión y opresión de un sistema político que se debate entre dejar de ser o refundarse? ¿Qué actores salen beneficiados con estas agresiones? Pero sobre todo es importante recordar que esta “confusión organizada”, que esta escalada violenta, responde a la lógica de un sistema de muerte: el capitalismo. Y por eso todo lo que se le oponga ya sea en el campo, la universidad, el barrio... son ejercicios fundamentales de resistencia y rebeldía en defensa de la vida; lo que es intolerable para un sistema que, no importa cuánto se trasforme, seguirá ofreciendo muerte, despojo y destrucción.