Por Ricardo Andrade Jardí
Dice el golpista Guaidó, autoproclamado “presidente interino de Venezuela” por la gracia de Donald Trump y la nariz del criminal imperialismo que: “la neutralidad en estos tiempos es elegir el lado de la injusticia”, en referencia a la posición del gobierno de México y Uruguay en relación al conflicto venezolano; al belicista lacayo imperial le hace falta un poco de historia, pero la incultura, la falta de empatía y la ignorancia son una de las grandes virtudes, trágicamente hablando, de las derechas latinoamericanas y en general de los grupos conservadores del planeta.
La oposición conservadora venezolana ha pretendido desconocer todos los procesos políticos de Venezuela, desde el triunfo electoral de Hugo Chávez, hace ya 20 años, ante su incapacidad de alcanzar en las urnas (incluso con las reglas de la democracia burguesa impuestas al mundo por los poderes fácticos) los triunfos que suponen legítimamente divinos; la verdad, aunque no les guste escucharla, es que no lo han logrado y miles de venezolanas y venezolanos les han dicho que no.
Sin duda la revolución bolivariana es uno de los gobiernos más refrendados de la historia de nuestro continente. Una y otra vez ha sido obligado a ponerse a refrendó por todos los poderes fácticos capitalistas del planeta y una y otra vez a vencido, cuando menos en la urnas.
Nicolás Maduro puede ser apenas la caricatura de lo que fue Chávez y puede ser también un cretino; pero fue en un proceso electoral con la participación de media docena de opciones políticas de oposición al proyecto del PSUV representado por Maduro y bajo la observación y vigilancia global electoral que resultó electo.
En los años en que en México se imponía al ilegítimo asesino Felipe Calderón, como presidente de México, fue la misma oposición golpista de la derecha en Venezuela, la que hoy se llena la boca de “justicia”, la que reconoció rápidamente al ilegítimo gobierno del PAN, ese reconocimiento, pese al monumental fraude electoral del que existen cientos de testimonios y documentos que lo acreditan, le ha costado a México basten de ejemplo: la falsa guerra contra el narco, la iniciativa Mérida que no es otra cosa que Estados Unidos pone las balas y México los muertos; México pone el territorio y la riqueza natural y Estados Unidos y sus esbirros se llenan las arcas. Cientos de miles de ejecutados/as y desaparecidos/as por todo el país dan cuenta de eso. Pero no ha sido Guaidó ni su grupo político el que se ha preocupado, ni siquiera pronunciado al respecto y al ,contrario, han buscado alianzas con esa ilegitimidad, con lo más decadente y corrupto del sistema político mexicano. El silencio y complicidad frente a la evidencia de la barbarie es lo que constituye a las derechas latinoamericanas; muy particularmente a la venezolana hoy apoyada por lo peor del seudo intelectualismo y el prianismo genocida de México; una derecha adiestrada por el imperialismo yanqui que pretende ser reconocida como “gobierno legítimo”, no por lo venezolanos y venezolanas, sino por las empresas de la hamburcolateledemocracia de mercado y sus gobiernos serviles y represores, al tiempo que su estrategia golpista, bien orquestada por la falsa propaganda imperialista, moviliza a las fuerzas mercenarias de ocupación israelitas vía Brasil y a la armada gringa que se aprestan a “liberar” - es decir: destruir y saquear - Venezuela.
No nos equivoquemos: el imperialismo mata pero no libera. El asunto de Venezuela va más allá de lo que la oposición facha y belicista no ha podido alcanzar en las urnas. Lo que se está jugando en Venezuela no es la liberación de una nación oprimida ni la democratización de un régimen que ha sido fiscalizado electoralmente por el mundo entero desde la llegada de Hugo Chávez, aunque la propaganda y la opinocracia colonial se olviden, convenientemente, de mencionarlo; el golpe contra Venezuela es la pretensión del farsante Trump y el imperialismo extractivista que representa para tener el total control de los recursos fósiles del continente y el gobierno de Nicolás Maduro es un estorbo para completar la aritmética de ese control geopolítico continental.
Parar el golpe imperialista y pugnar por una solución política soberana parar el conflicto en Venezuela es una obligación ética de todas y todos los latinoamericanos, sin olvidar, como si de un mantra se tratara, que: el imperialismo mata pero no libera; el imperialismo mata pero no libera, el imperialismo mata pero no libera, el imperialismo mata pero no libera, el imperialismo mata...