Opinión

Extremismos de polarizaciones

Jorge Lara Rivera

Las declaraciones de Dominic Raab, flamante ministro de la “Foreing Affaire Office”, apenas instalado el nuevo gobierno inglés, en el sentido de, tras la concreción del BREXIT, crear nuevas alianzas con “socios fuera de Europa” para la contención de potenciales actos desestabilizadores de Rusia y amenazas de Irán, no dejan lugar a dudas sobre la percepción de los recién llegados, el curso de su diplomacia, ni del total alineamiento del nuevo premier británico Boris Johnson con la actual política pendenciera del presidente de Estados Unidos.

Se trata, sin duda, de una medida de respuesta al mejoramiento, cada vez mayor, de las relaciones bilaterales entre Moscú y Teherán, otrora rivales de la Guerra Fría, pero las cuales se han venido construyendo con celeridad por acontecimientos disímbolos, tanto a partir de proyectos comunes tal el mega gasoducto en repúblicas de población islámica pertenecientes a la federación rusa limítrofes con Irán, y fortalecido en la guerra civil de Siria. Una reciente iniciativa rusa para la seguridad en el Golfo Pérsico a través de mecanismos bilaterales y multilaterales lo confirma y se suma al “Acuerdo de Cooperación de Shanghai”, suscrito por Rusia, China, India y Pakistán, al cual se podría unir eventualmente Turquía e Irán, lo evidencia.

El valor del aval ruso no es, para nada, despreciable y acrecentó con los resultados del resuelto respaldo del Kremlin a Damasco, impidiendo que la “primavera árabe” acabara con la dictadura de Bashar Al Assad.

La flexibilización de entendimiento con el gobierno turco allí, por parte de Irán, también es producto de la diplomacia rusa y a esa dinámica corresponde el pacto entre los otrora enemigos para realizar maniobras militares conjuntas en el Golfo Pérsico, lo que eventualmente llevaría a considerar un ataque a Irán como un ataque a Rusia, a decir de algún experto.

El tema es de interés primordial para el vecindario de gobiernos en el Mar de Omán, el Golfo Pérsico y el Estrecho de Ormuz, inquieto, sobre todo, a partir de los desafíos que el intervencionismo iraní les plantea.

De modo muy señalado, Arabia Saudita tiene ahora que sopesar este nuevo factor de fuerza que respalda a la teocracia irania. Especialmente cuando envalentados por el abierto apoyo de Irán equipándolos, los hutíes de Yemen la han hecho blanco en su aeropuerto de Najrán y en la zona de Jizán de 2 ataques mortíferos con misiles provenientes de territorio yemení en menos de 1 día.

Para Israel esa asimilación binacional es asunto que reviste el mayor interés ya que los últimos 8 años ha lidiado con ambos, más o menos oblicuamente, en el marco de la guerra civil de Siria; en especial con los iraníes lo mismo allí donde tienen armamento y tropas de la Guardia Republicana Islámica desplegadas que en el Líbano, desde donde con financiamiento persa ataca su declarado enemigo, el grupo extremista Hezbollá.

Cabe también mencionar que el pronunciamiento de Reino Unido se da en el contexto de que sin importar la creciente tensión en la zona el gobierno persa, a través de Amir Hatami, su ministro de Defensa, ha dado a conocer el reforzamiento de su poder de ataque con 3 nuevos tipos de bombas “inteligentes” (Balaban de alas plegables, Yasin de largo alcance –más de 50 km– y la “óptica” Qaem contra fortificaciones) de manufactura propia por su industria militar nacional cuyas capacidades, precisión y alcance resultan perturbadoras para más de uno de sus rivales dentro y fuera de la zona.