Hugo Carbajal Aguilar
Estos serían los temas en los que MORENA debería estar pensando y discutiendo para afirmar su estructura partidaria de izquierda sumándose como agente de cambio en y para la Cuarta Transformación. Definir qué partido se quiere y se necesita. Instruir a sus distinguidos funcionarios públicos, gobernadores, secretarios de despacho, directores de área, diputados locales y federales, senadores –hombres y mujeres– en los objetivos fundamentales de este gobierno que no ha cesado de decir que se trata de un cambio de régimen. Que logren comprender que no se trata únicamente de reformas superficiales y de atención a demandas cotidianas y permanentes sino de recuperar, en principio, el papel del Estado.
Efectivamente, un Estado de Bienestar, un Welfare State que atienda los reclamos sociales en materia de salud, trabajo, vivienda, prestaciones sociales. Estado Social dice Thomas Piketty para distinguirlo del Estado de Bienestar aplicado como tabla de salvación para el capitalismo por John Maynard Keynes, que le dio oxígeno para recuperarse de la crisis de 1929 provocada por el patrón Mercado.
Volvamos a citar a Don Guillermo Bonfil que pregunta en el prefacio de su México Profundo: ¿Seremos capaces de aprovechar este momento para dar pasos firmes en la tarea de poner a nuestro país sobre sus pies y no, como lo tenemos hoy, de cabeza?
Repensar este nuestro país y su proyecto es reflexión obligada de todos, abrir la discusión y darle el espacio y tiempo que merece. Es un desafío a la imaginación justo por aquello que nuestros hermanos mayores exigían e insistían en el 68: La Imaginación al Poder.
Este México Profundo, sigue diciendo Don Guillermo, resiste apelando a las estrategias más diversas según las circunstancias de dominación a que es sometido. No es un mundo pasivo, estático, sino que vive en tensión permanente. Los pueblos del México Profundo crean y recrean continuamente su cultura, la ajustan a las presiones cambiantes, refuerzan sus ámbitos propios y privados, hacen suyos elementos culturales ajenos para ponerlos a su servicio, reiteran cíclicamente los actos colectivos que son una manera de expresar y renovar su identidad propia; callan o se rebelan según una estrategia afinada por siglos de resistencia.
Padecemos problemas económicos y sociales que exigen soluciones mediatas e inmediatas y ante esa urgencia de demandas actuales cobra sentido pensar en la construcción de otro proyecto. Suponemos que los militantes de MORENA están debidamente conscientes de que este proyecto globalizador capitalista neoliberal ha sido un fracaso rotundo.
Morelos, nuestro Estado, cuenta con mujeres y hombres ilustrados con quienes podría iniciarse un análisis con debate colectivo para hacerse presentes en esta tarea. Estos grupos de distinguidas personalidades que trabajan en diversas áreas del conocimiento y la investigación no pueden sólo atender sus asuntos académicos y laborales pues la sociedad entera les exige su participación, su compromiso.
Pienso en los académicos de nuestra UAEM y sus campus de Cuautla y Jojutla; en los del CRIM de la UNAM; en los investigadores de CENIDET; en los del Colegio de Morelos por supuesto que conserva sus importantes tareas aun tocado por intereses particulares amistosos y de cuotas de poder; en los trabajadores de los Tecnológicos de Cuautla y Zacatepec y en los del Tec de Monterrey…
Por supuesto en los miles de maestras de Educación Básica que han dado ejemplo contundente de participación en quehaceres académicos y sindicales y que no dudamos que ahora que se acercan sus próximos cambios delegacionales y Seccional van a hacerse presentes.
A propósito, pienso también en los sindicalistas auténticos de viejo y nuevo cuño que han sabido aquilatar y defender derechos y conquistas laborales sin pretensiones enfermizas de poder. Los hay en distintos sindicatos obreros, en los de la UAEM y hasta en el del SNTE. Habrá que reorganizarlos y recuperarlos.
Pienso en los campesinos que han cumplido –a pesar de los pesares– con mantener la histórica vocación de nuestro Estado en el cultivo y cuidado de nuestras siembras originarias.
Pienso en la importante cantidad de centenares, miles de estudiantes que ya perciben con objetividad y juvenil intuición un futuro que no les garantiza desarrollarse como profesionistas en el área que han estudiado.
Un proyecto distinto sí, discutido, meditado con profundidad, no dirigido ni chantajeado por el Mercado sino con metas políticas y culturales en pleno y amplio sentido. Y un proyecto con una visión más allá del sexenio que no se limite a lo obtenido hoy.
Necesitamos, en ese sentido, una clase política interesada y ocupada en edificar este nuevo modelo estructural al servicio de las comunidades, pueblos y centros urbanos. Una clase política que atienda al campo y lo rescate de los abusos mercantiles; que genere condiciones laborales con prestaciones sociales dignas; que fortalezca los servicios de salud y educación para todos reconociéndolos como derechos y que libere la educación profesional de los intereses empresariales; que privilegie sólo a dos sectores de la sociedad: las niñas y las ancianas.
Una clase política que no se agote en mezquinos pleitos electoreros buscando raciones de poder y formas de vida parásita. Hemos conversado con priístas connotados que no dejan de lamentar la suerte de su partido y, mostrándose objetivos, proponen participar en favor de la sociedad misma desprendidos de todo interés particular. Perredistas que forjaron ese su partido en una oposición racional, férrea y argumentada y que advierten el riesgo de que MORENA, invadida de codicia y ambiciones personales, emprenda su trayecto cometiendo repetidamente esos errores.
Todo mundo lamentaría esto porque sería una forma muy eficaz y efectiva de acabar un proyecto que aún no acaba de iniciarse.
Nuestro México Profundo no es, nunca ha sido el México Imaginario que quiere parecerse a los países que lo han colonizado, saqueado, esclavizado y ultrajado. Tiene formas de resistencia, de una misma lucha permanente y tenaz: la lucha de cada pueblo y de todos en conjunto por seguir siendo ellos mismos, su decisión de no renunciar a ser los protagonistas de su propia historia.