I.M. Ortuno
Nombre común de un personaje de los más interesantes en la historia de la conquista española, es probable que en náhuatl haya tenido el nombre de Malinalli, y al ser bautizada se le mudó en el de Marina. La reverencial “tzin” hace que el nombre quedara en Malinzín, de donde la deformación vulgar, los datos más seguros en esta figura que la leyenda ha tomado por suya son estos: nació en Painala en la región de Coatzacoalcos, hija de un cacique feudatario de México, el cual casado en nuevas nupcias tuvo hijo varón y de acuerdo con la esposa segunda decidió la muerte de la hija, la vendieron después como esclava y fue a dar a un sitio de los confines del Estado de Tabasco de hoy. El 12 de marzo de 1519 cortés llegó a ese lugar y fue obsequiado con 20 indias, según el uso de los pueblos americanos. Entre ellas se hallaba esta joven, la tomó como su intérprete, por conocer ella tanto la lengua maya como la náhuatl.
Más tarde la hizo su manceba engendrando en ella a D. Martín, llamado por los historiadores “el bastardo”. Desde este tiempo fue una de las ayudas más eficaces del conquistador Cortés. La cedió a Alonso Hernández Porto Carrero antes y al irse éste a España en comisión de los conquistadores, fue cuando la tomó para sí.
Cuando le conquista quedó terminada, se dio a Doña Marina y a su marido un solar para la edificación de su casa en las cercanías de Chapultepec (14 de marzo de 1528) al cual se agregó un terreno para huerta en el mismo año, huerta que fue de Moctezuma y que según piensa Gómez de Orozco, es la que llevaba este nombre de este monarca en la villa de San Angel.
En la ciudad estuvo el solar de doña Marina en la calle llamada de Medina (hoy día, primer tramo de las calles de Cuba). Casada con Juan Jaramillo, tuvo la encomienda de Jilotepec, México. De su unión con Jaramillo dejó una hija, María, que casó con Luis de Quesada. La Malinche murió en México hacia el medio siglo XVI sin que se pueda precisar la fecha. Ni fue a España con Cortés, ni menos murió allí. Pesó tanto en la imaginación de los indios esta mujer que a Cortés lo apodaban “Malinche”, es decir, el dueño de la Malintzín.
Y las leyendas que se criaron acerca de su persona subsisten en montes y ríos que se suelen llamar de la Malinche. Su figura ha dado nombre al complejo social de apego a lo extraño con desdén de lo propio, que suelen llamar “malinchismo”. No es digna de censura quien por amor y convicción fue ayuda a los que vinieron a develar una cultura para alzar con ella una nueva y vigorosa forma de pensamiento (Federico Gómez de Orozco “Doña Marina, la dama de la conquista”).
A la Malinche no le conozco ninguna acción opuesta a los invasores hispanos; ellos son los que deberían de honrarla por los servicios prestados, los mexicanos somos duros de corazón.
Por hoy es todo. Saludos.