Dr. Arsenio Rosado Franco
Pregunta compleja y que nos permite hacer algunas reflexiones sobre estos problemas desde la investigación, la experiencia clínica y la realidad diaria que se observa en el trabajo como psiquiatra.
A pesar del aumento de información científica, de nuevos tratamientos, de recursos en países con buena economía, las medidas de estrés psicológico están aumentando. Por ejemplo, en Nueva Zelanda la inversión en salud mental aumentó, el número de psiquiatras y de psicólogos se duplicó en 10 años, el acceso a medicamentos y psicoterapias aumentó en más de un 50% sin embargo, el porcentaje de población que sufre estrés psicológico se incrementó, las incapacidades laborales por enfermedad mental se multiplicaron por 4 y la tasa de suicidio no disminuyó.
Estos datos sugieren que nos pongamos a reflexionar sobre el modelo de servicios que tenemos y plantear si el modelo biomédico imperante es el adecuado, pues se nos está olvidando que factores como la desigualdad económica, el desempleo, los bajos salarios, la doble jornada, que ambos padres trabajen para mantener una familia, los prejuicios sobre el acceso a servicios de salud mental, los valores competitivos y materialistas, aumentan la enfermedad mental.
Se ha perdido, además, los apoyos sociales que antes disfrutaban las personas, la familia extendida, el cura del pueblo, la religión y la espiritualidad. Además de la necesidad de proveer los recursos para las necesidades básicas, muchas conductas parentales, en la escuela, en el trabajo, la dieta, el estilo de vida, la falta de ejercicio, contribuyen a una mala salud física y mental.
Un paralelismo que constantemente se maneja es con la diabetes, que hoy día es epidémica en nuestro país, ha crecido la prevalencia a pesar de haber campañas sobre el peso y el ejercicio y de que existen mejores estudios de diagnóstico y tratamiento. En ambas, el enfoque en la responsabilidad personal, ha prevalecido y consideremos entonces que el enfoque debe cambiar de centrar todo en la responsabilidad del individuo, como decir que el problema se da en la cabeza de la persona o en sus hábitos, y enfocarnos a que el problema está en el mundo donde estamos viviendo nosotros las personas.
Nuestro estilo de vida es depresógeno y estresógeno así como diabetógeno. Y ni los tratamientos psiquiátricos o psicológicos o en el caso de la diabetes endocrinológicos, han logrado que disminuyan estas afectaciones. Pero vemos cómo el consumo de alcohol sigue aumentando, la violencia intrafamiliar y de género persiste, el acoso laboral persiste, la publicidad de la comida chatarra y de las bebidas continúa, se hace apología de que la marihuana no hace daño, etc.
Buena parte de las consultas que atendemos son trastornos adaptativos, sobre todo en el primer nivel de atención médica o psicológica, de personas que tienen problemas en el trabajo, por ejemplo, al cambiarle de jefe y empieza a exigirle más o a presionar más, lo que genera angustia en el trabajador y empieza a tener miedo de acudir al trabajo, empieza a dormir mal, a tener palpitaciones, terror y acude al médico. Estos casos no son banales, en muchas ocasiones esto lleva a pensamientos catastróficos o desesperanza y a ideación suicida y acaban revisando maneras de hacerlo por internet.
Entonces hablamos de personas atrapadas, estresadas, que tienen una hipoteca, hijos, que no encuentran una salida a su situación porque ven que no pueden trabajar y a la vez no pueden no trabajar. No son cosas menores, sin importancia, obviamente hay enfermedades graves con mucho peso genético y biológico, que requieren atención especializada y completa como la esquizofrenia, el trastorno bipolar, el autismo y otros.
No hay alternativas de abordaje para estos problemas “sociales”. Si van a consulta médica o psicológica, es porque el sistema no tiene otras opciones. Pero si además hay ignorancia o desinformación sobre el tema, ni acuden. Un ejemplo paradójico que se observó en Gran Bretaña, en el servicio de psicología que brinda la seguridad social universal, fue que cuando observaron que los psicólogos que atendían a la población se desgastaban por la carga de trabajo, las soluciones que propusieron fueron que se reduzca la carga de trabajo y aumento en la supervisión clínica, es decir apoyo. ¿Y qué tenían en común estas dos medidas?, es que afectan al mundo exterior, es decir mejoran el entorno laboral de la persona, no su cabeza.
Ojalá yo pudiera disponer de esas medidas para mis pacientes que llegaran a la consulta. Pero eso hoy día no es posible. Si tiene seguridad social, lo más es darle una incapacidad temporal. Hemos creado una cultura competitiva que avanza a ritmos agigantados cada vez más gente queda desgastada, y después de cierto límite, ya no puede seguir. Los psiquiatras y psicólogos muchas veces lo que hacemos en el fondo es ayudar a la gente a ajustarse a este mundo exterior que ha agotado sus fuerzas y tal vez lo que necesitaríamos es cambiar y mejorar este mundo actual.
Un ejemplo son los países avanzados como los nórdicos que cuentan con mejores servicios psiquiátricos, son más ricos, tienen más acceso a servicios de salud mental, sigue acudiendo la gente y las tasas de trastornos y de suicidio siguen siendo altas. Nuevamente nos hace pensar que los problemas están en el mundo y no sólo en la cabeza de las personas. Cambiar del modelo biomédico-psicológico a un modelo bio-psico-social-espiritual y trabajar en ello para hacerlo es la gran labor que tenemos a futuro.