I.M. Ortuno
Apeles, un famoso pintor de la Grecia antigua, exponía sus cuadros para recibir observaciones sobre los mismos, a fin de mejorarlos. Un zapatero que pasaba criticó uno de sus cuadros, señalando el defecto en las sandalias de uno de los cuadros. Apeles corrigió el error, en tanto que el zapatero, ya engreído, continuó criticando el resto del cuadro sin ningún fundamento, y fue entonces cuando apeles exclamó: Zapatero, a tus zapatos.
El árbol del laurel. Este árbol fue, entre todos los árboles, el más venerado por los griegos y romanos; estaba consagrado al dios Apolo, después de su aventura con Dafne, nombre griego del laurel, transformada en él según la fábula.
Otra de las razones porque estaba dedicado a Apolo era por la persuasión en que estaban los antiguos, de que los efluvios que se desprendían del laurel ponían en estado de profetizar a aquellos que dormían sobre las ramas de este árbol, además, vaticinaban los antiguos, las cosas futuras, por el mayor o menos ruido que hacía el laurel al quemarse.
Los antiguos ponían ramos de laurel en las puertas de las habitaciones de los enfermos, como un medio para tener propicio a Apolo, dios de la medicina.
Dafne, fue el nombre de la ninfa convertida en laurel, en el momento en que Apolo trató de forzarla, Apolo, dios griego y romano de los oráculos, de la medicina, de la poesía, de las artes, de los rebaños, del día y del sol, y por esta última particularidad, llamado también a veces, Febo.
Era hijo de Zeus y de Latona, hermana gemelo de Artemisa, nacidos en la isla de Delfos, tenía en Delfos un oráculo y un santuario famosos.
Aversión
Aversión es palabra que se aplica tanto a las personas como a las cosas, como supone el deseo de la separación según lo indica su etimología “advertere” que significa: apartar, alejar, y es independiente de la voluntad. Su sinónimo es repugnancia, esta hace concebir la idea de combate de la voluntad, la cual pugna en vano consigo mismo para vencerse. Otro sinónimo es oposición y supone resistencia causada por un modo de sentir enteramente contrario, y, depende muchas veces de la voluntad y del capricho… La adversión puede degenerar en horror, la repugnancia en hastío y resentimiento y la oposición en aborrecimiento.
El fastidio lleva al hombre activo al cansancio y a la molestia; el hastío lleva al trabajador a la inapetencia y repugnancia. El fastidio se cura comiendo y descansando bien, conforme lo exija el cuerpo. El hastío, sólo es capaz de curarlo un prolongado descanso (vacaciones), la monotonía de la misma actividad lleva al hombre, primero, al fastidio y después al hastío, pero éste se cura si media un descanso más prolongado y reparador. El hastío reclama espacios más prolongados y distracciones mayores, porque, si bien, el fastidio cansa, el hastío agota.
Por hoy es todo. Saludos.