Yucatán

Joaquín Melo da cátedra del dominio de la técnica flautística

Ariel Avilés Marín

El séptimo concierto de la XXX Temporada de la Orquesta Sinfónica de Yucatán, estuvo marcado por un programa de contrastes, frente a dos piezas románticas, emotivas y muy brillantes, como son la obertura “La Urraca Ladrona”, de Rossini, y la “Séptima Sinfonía”, de Beethoven. El solista del concierto, nuestro flautista principal, Joaquín Melo, nos presentó una obra de profundas dificultades técnicas, con una partitura complicada, y salió airoso de la prueba en forma muy sobresaliente y dio verdadera cátedra del dominio de su instrumento y de la técnica que lo hace ser un virtuoso en él.

Nuestro público sigue teniendo un gusto muy definido por las obras de los períodos clásico y romántico, apenas disfruta con agrado las delicadezas del Impresionismo, y en cuanto suena alguna armadura armónica disonante, no sabe ya que hacer; esta postura es muy válida y muy comprensible, pero poco a poco debemos ir ascendiendo a otros estadios de la belleza musical, y eso, obviamente, sólo se logrará con la labor de nuestra orquesta, su director y nuestros solistas concertistas, para ir permeando entre nuestro público el conocimiento y con ello ir desarrollando el gusto por los géneros que han venido después de los tan gustados, que son muy bellos, e ir disfrutando también de las concepciones y formas nuevas.

En este concierto contamos con la firme y certera conducción de un director invitado, el Mtro. Roberto Beltrán Zavala, quien puso de relieve por qué ha tenido la oportunidad de conducir orquestas de la mayor importancia por todo el mundo. Su batuta supo transmitir seguridad a nuestra orquesta y esta fue percibida por el multicéfalo con gran agrado.

La actuación de Joaquín Melo, como solista a la flauta en el concierto de André Jolivet, puso de relieve cualidades del concertista como son: su embocadura perfecta y muy bien embonada a la boquilla de la transversa, que le permitieron obtener notas y efectos muy difíciles y complicados, en especial en las partes del Largo que da inicio a la segunda parte del concierto. Algunas estridencias de seria dificultad en su ejecución fueron superadas con una claridad y limpieza sobresalientes. La obra, muy difícil de suyo, recibió del respetable una tibia e inmerecida ovación, no se comprendió las dificultades que estuvieron en juego en su ejecución. Melo insistió en el ancore en conservar la línea de lo ejecutado, y nos regaló con otra obra de inicios del S. XX (escrita en 1921), “Danza de la Cabra”, de Arthur Honegger, que también tuvo tibia acogida.

Abre programa la alegre y divertida obertura “La Urraca Ladrona”, de Gioachino Rossini; esta obra cuenta una historia de amor y celos y la desafortunada intervención del ave que desata un problema que amenaza con convertirse en tragedia. El rey entrega a su prometida, una princesa, un anillo de diamante solitario como símbolo de compromiso; la princesa lo coloca en un alhajero sobre su tocador, por la ventana de la habitación el brillo de la sortija llama la atención de una urraca, estas aves no resisten la atracción de aquello que brille, así que entra y toma el anillo y lo deposita en su nido; al no aparecer la sortija, el rey muere de celos y amenaza con mandar decapitar a la princesa, fortuitamente, uno de los cocineros del palacio sorprende a la urraca llevándose una cucharilla de plata, la sigue para recuperarla y recupera también el anillo perdido, la historia tiene un final feliz con las fiestas de la boda del rey y la princesa.

La obra da inicio con un fuerte redoble de tarola y entra la voz de la flauta que canta el tema de la obra que el tutti repite con alegría, el corno lo canta también y el tutti le responde y lo retoman flauta y fagot, el tema va alternando las voces de diferentes instrumentos hasta que nuevo redoble de tarola marca el cambio y hay un fuerte compás y las cuerdas entran con nuevo tema que el tutti acentúa con fuerza.

La fuerza de la música sube y estalla con los acentos de bombo y platillos; el pícolo canta y la alegría se desborda para bajar a un suave compás, flauta y oboe se enfrascan en dulce diálogo, mientras el pícolo retoma el tema que los chelos cantan también, pícolo y fagot abordan rápido diálogo y las cuerdas lo retoman con el corno y se desarrolla con alegría y se va haciendo más y más rápido y se desata la alegría que remarcan los metales.

Las cuerdas retoman el tema con las percusiones rematando las frases y los metales ponen un largo acento; se retoma el tema por el pícolo y lo cantan de nuevo los chelos y las cuerdas responden, el pícolo lo canta de nuevo y también el corno y el tema se desarrolla y va subiendo con ánimo y alegría y lo toca con gran fuerza el tutti con un fuerte acento de los trombones y se aborda el tema ahora con más velocidad y alegría para llevarnos al brillante final. Tremenda ovación con gritos de bravo premia la buena actuación de la orquesta.

El segundo número fue el “Concierto para Flauta”, de André Jolivet, obra que se ubica en la corriente francesa del primer tercio del S. XX, y que se encuadra en el movimiento “Jeune France” (Joven Francia) que fue un movimiento de ruptura ante las divergencias entre el neoclásico encabezado por Stravinski y la escuela revolucionaria liderada por Schönberg. El concierto consta de cuatro movimientos divididos en dos partes: Andante cantabille y Allegro scherzado, en la primera parte, y Largo y Allegro risoluto en la segunda. La obra está compuesta para flauta solista y orquesta de cuerdas.

La primera parte inicia lenta y suave con delicadas disonancias del solista que se funde en dulce diálogo con las cuerdas, la flauta hace largas notas delicadas y luego graves y profundas que remarcan los chelos en pizzicato y viene en seguida un trino alucinante para abordar en seguida un alegre canto rítmico y marcado; juega con difíciles escalas y luego notas fuertes y nuevas escalas diatónicas; las cuerdas cantan alegre tema y entra el solista con fuerza y alegría y dialogan, la flauta emite unas notas ásperas, rasposas y luego un solo cálido que deriva en un diálogo con el segundo violín principal; retoma su canto entrecortado y dialoga con todas las cuerdas juntas para subir en una escala hasta notas fuertes para llevarnos a un cortado final de la primera parte.

La segunda parte inicia con las cuerdas haciendo disonancias y abordan dramático pasaje muy sentido, la flauta da una dulce y larga nota y canta con las cuerdas con suavidad para en seguida abordar notas sonoras y fuertes; corre la flauta saltarina por escalas muy difíciles que requieren de magistral digitación y una embocadura exacta y precisa; aborda una breve cadencia con difíciles disonancias que las cuerdas responden, y aborda otra cadencia con ricas notas siempre en armonía disonante, con trinos muy difíciles, con notas agudas y cortantes que nos muestran el dominio del concertista, y siguiendo por ese camino, sube la velocidad y aborda nuevas notas y escalas de profunda dificultad técnica que ejecuta como jugando con su instrumento, las cuerdas acompañan con armonías disonantes. El solista canta muy sentido ejecutando pasajes de profunda complicación para llevarnos al vibrante final de la segunda parte y del concierto.

Tibia e injusta ovación acompaña la sobresaliente actuación del concertista, pero la ovación se prolonga y Melo nos obsequia con “Danza de la Cabra”, de Honegger.

Después del intermedio y para cerrar programa, nuestra orquesta nos regala con una sobresaliente interpretación de la “Séptima Sinfonía No. 7”, de Ludwig van Beethoven, a la que la batuta del maestro Beltrán dio una justa dimensión e hizo transmitir el espíritu de profunda alegría que esta obra conlleva.

Siempre se ha dicho de la “Séptima Sinfonía” que es una verdadera apoteosis de la danza, y en realidad lo es, lo deja sentir a lo largo de sus cuatro movimientos, la alegría se desborda a lo largo de toda la partitura de la obra y el alma de la danza campea por ella de principio a fin.

El primer movimiento, Poco sostenuto. Vivace, se inicia con un fuerte compás y canta el oboe dulcemente con los cornos, y las cuerdas atacan el tema que se aborda con fuerza y alegría y con el acento de los timbales, la flauta canta saltarina y el oboe retoma su canto y dialoga con las cuerdas y entran las flautas y se desarrolla el tema al compás de los golpes del timbal. La flauta canta también el tema con las cuerdas y se cambia de tonalidad, canta el fagot y la flauta le responde, canta ahora el fagot con el clarinete y el tutti entra con fuerza y se canta el tema con plenitud; cornos y trompetas marcan un cambio que las cuerdas abordan con acentos del oboe y se desata la alegría con el tema; canta la flauta sola y le responde el fagot y dialogan para que el tutti entre nuevamente con fuerza cantando el tema muy alegremente, y cantan el oboe y los cornos y las cuerdas lo retoman con detalles que pone el oboe con la flauta y se hacen variaciones al tema para subir la emoción. Trompetas y cornos dan brillo al pasaje, y flauta y fagot cantan dulcemente; las cuerdas cantan con gran sentimiento y un redoble de timbal pone brillo y fuerza y la alegría sube con entusiasmo. Cantan oboe y flauta y en seguida clarinete y fagot y los timbales acentúan con fuerza para dar entrada al tutti con fuerte alegría, chelos y bajos marcan un cambio y la música va subiendo con alegría y entusiasmo que se desborda en brillante final del movimiento.

El segundo movimiento, Allegretto, inicia solemne y sentido por violas y chelos que cantan con gran profundidad, los chelos cantan muy melódicos y entran las violas y en seguida los violines segundos con el tema y se unen los violines primeros y se forma una bellísima armonía profundamente emotiva. Entra el tutti con gran sentimiento y las flautas cantan muy sentido, y clarinete y fagot hacen emotivo diálogo y los cornos les ponen armónico acompañamiento y se desarrolla un sentimiento muy profundo, los timbales marcan un cambio y la flauta canta ahora el tema con las cuerdas y el fagot la acompaña dulcemente y la trompeta pone dulces acentos. Los violines cantan con suavidad y entran chelos y violas y sube el tema con fuerza y se aborda un sentido pasaje que los chelos marcan en pizzicato, viene un fuerte compás que cantan los cornos y flautas para llevarnos a un plácido final del movimiento.

El tercer movimiento, Scherzo: Presto, inicia con alegres compases rítmicos con fondo de timbales, y flauta y fagot con el oboe desatan un canto y cantan las cuerdas con alegría y los timbales marcan un cambio y arranca melódico pasaje con la voz del oboe y los timbales marcan ahora la entrada del tutti que aborda un pasaje alegre y rítmico de danza en el que sobresalen las voces de flauta, oboe y fagot con los cornos al fondo y se aborda un fuerte y sonoro pasaje siempre a ritmo de danza que sube con fuerza y se desborda. Los timbales marcan nuevo cambio y se retoma el tema inicial y canta el oboe con el fagot y entra el tutti con fuerza, de nuevo los timbales marcan y el tema inicial es cantado por oboe, flauta, fagot y clarinete y el corno pone los acentos y el tutti retoma el mismo tema con gran fuerza marcando mucho el ritmo que los timbales marcan también y se retoma fortísimo y alegre, oboe y flauta lo vuelven a cantar y se desborda la alegría con gran fuerza para llevarnos a fortísimo final del movimiento.

El cuarto movimiento, Finale: Allegro con brío, inicia con alegre danza muy marcada y la alegría se desborda al sonar la voz de las trompetas y cantan las flautas y los timbales anuncian una fuerte subida brillante alegre y desenfrenada con marcado y alegre ritmo que sube con fuerza, y entran las cuerdas en stacatto con acento de los metales y cantan las flautas y el oboe, el redoble de los timbales marca la entrada de un alegre pasaje con fuerza y entusiasmo desbordados y suena la trompeta y entra el tutti muy alegre con fuerza desatada, cantan flauta y oboe y los timbales marcan la entrada del tutti fuerte y alegre con una fuerza desatada y con un ritmo muy marcado la alegría de la danza va de la mano con la fuerza del tutti. La flauta canta y el tutti responde y se repite y va subiendo y subiendo y se va desbordando la emotividad con un ritmo cortado para estallar en tremendo final del movimiento y la obra.

El teatro completo estalla en ovación sonora como un solo hombre y se pone de pie con gritos de bravo. El director va dando los créditos a los solistas que se van poniendo de pie para recibir también tremenda ovación.

Salimos del “Peón Contreras” con la satisfacción que la mancuerna Beltrán-Melo nos ha dejado en el alma.