Pilar Faller Menéndez
Existe el morbo cuando la curiosidad alienta al hombre a indagar en aquello pútrido, lo que de cierta manera le provoca una especie de placer perverso. Un ejemplo de esto es cuando se experimenta morbo cuando se mira un fuerte accidente automovilístico, o al escuchar un chisme a detalle, o bien ir ver una película que de antemano sabemos que es mala, por el simple hecho de saber el porqué es considerada tan mala, o bien ver un documental sobre la vida salvaje en el cual la presa sufre en cámara lenta, o aunque parezca risorio, aquellas personas quienes sienten atracción hacia los programas de televisión llamados “reality” los cuales nos convierten en espectadores de vidas ajenas y que no nos aportan nada.
Para sentir el morbo, utilizamos como principal vehículo la vista, seguido por el oído, pero para que éste tenga lugar, el principal factor es la curiosidad que nos alienta a indagar en lo pútrido y en aquellas cosas viles que más que resolver misterios, provocan algo perverso en nuestro interior, que nos produce placer.
A través de la historia las connotaciones que le han sido asignadas al morbo han repercutido en el sentido que se le da en la vida cotidiana, ya que muchos consideran esta sensación como un impulso totalmente “natural”, y para otras personas, el morbo es una acepción completamente negativa, al grado de considerarlo pecaminoso y hasta insano. Vale la pena recordar que muchas de las acciones consideradas malas o perversas, al ser repetidas continuamente, pueden llegar a percibirse como aceptables.
El origen de la palabra, proviene del latín morbus que significa enfermedad, y en el siglo XV se usaba para designar cualquier afección ya fuera mental, respiratoria, gástrica y otras más. La epilepsia era dominada como morbus sacer o “enfermedad sagrada”, ya que durante la Edad Media, ésta se consideraba como un castigo divino por el hecho de haber pecado, o bien, como un indicio de una posesión demoníaca. En 1594 el médico Juan Cornejo escribió sobre la enfermedad de “la gota” o morbo articular, que era un tipo de artritis que era producida por el exceso de ácido úrico en la sangre, y que se describía como una materia morbosa que producía esta enfermedad, la cual era excrementosa y sutil, la cual corre de la cabeza a los pies, que es donde termina provocando ardores, hinchazones e inflamaciones.
Volviendo a su acepción actual, la curiosidad morbosa es uno más de los instintos que tiene el ser humano y que tiene igual relevancia que el sueño, el hambre o el sexo. La palabra morbo es asociada por lo general a lo sexual, por lo cual es frecuente referirnos a miradas e insinuaciones morbosas.
Sin embargo, existen otros tipos de conductas que son consideradas morbosas, como cuando alguien quiere conocer a detalle la vida personal o íntima de alguien, o bien cuando existe un deleite en el mirar imágenes cruentas o excesivamente violentas. También se le considera relacionado con la perversión. Plutarco, quien fue un filósofo moralista griego, lo definió así: “El morbo es la desobediencia de la razón”.
Este interés mórbido, es probablemente uno de los lados más oscuros de la conducta humana, siempre ha estado en nuestro cerebro, según estudios realizados por la Universidad de Wake Forest, en Carolina del Norte, en los Estados Unidos. Puede definirse como la necesidad de interactuar de alguna manera con aquello que socialmente es catalogado como prohibido o proscrito. La clave del morbo radica en la trasgresión como fuente de placer.
Psicólogos como Carl Jung, señalaron que una de nuestras obligaciones como seres humanos, es el de aceptar nuestra Sombra, la cual debemos sacar a la luz aquellas áreas que mantenemos en la penumbra para conocernos mejor, y el morbo es parte de nuestra Sombra.
Lo que despierta principalmente el morbo son todas aquellas cosas que encierran un misterio o que proyectan la idea de lo prohibido, por lo que en condiciones normales es todo aquello que no se experimenta habitualmente, y que se encuentra fuera de lo que consideramos “normal”.
Cuando se vuelve una patología es cuando se siente atracción por objetos prohibidos por las normas del parentesco, la salud mental o bien, el orden social. Algunos ejemplos son las personas que sienten atracción por personas de la familia o niños, lo que en este caso se ubica en el terreno de la perversión.
El mundo erótico, en buena parte, se enciende a partir de aquello que se insinúa y no lo que se ofrece. Así como aquellas pasiones que se incrementan cuando se implica cruzar algún límite. Es así como funciona el morbo.
El escritor peruano Mario Vargas Llosa opina que en el mundo de lo erótico es válido lo que desafía los prejuicios. Sin embargo, no es aceptable cuando empobrece el acto sexual y a quienes están involucrados en él. No es permisible cuando el morbo sólo se encuentra presente en uno de los involucrados, lo que lo ubica en el rango de la perversión y se vuelve altamente destructivo.