HOPELCHEN, Cam., 11 de marzo.- Marcados contrastes se presentan por la presencia de menonitas en el municipio, desde su primer acercamiento en 1987 cuando llegaron productores de los estados de Zacatecas y Durango, cambiaron el entorno ya que establecieron su colonia que hoy se conoce como Nuevo Progreso en terrenos que eran poco propicios para la agricultura.
Sin embargo, poco a poco fueron habilitando superficies al cultivo de granos y hortalizas, aprovechando terrenos que siempre se inundaban para transformarlos en áreas productivas.
La deforestación que ocasionan puede ser contrarrestada por el programa “Sembrando Vida” que puede tener parcelas de frutales, cítricos y especies maderables.
Desde ese entonces hasta la fecha su presencia se ha extendido en todo el municipio cambiando el entorno ecológico ya que montes se han venido abajo y el habitad de la fauna silvestre se ha reducido.
A cambio es posible encontrar superficies sembradas de maíz, soya, sorgo, chile habanero, tomate, sandía y en los pastizales borregos, ganado vacuno, caballar y también en áreas cercanas crías de aves y cerdos. Además elaboran quesos y poco a poco incursionan en otras actividades económicas.
Son además generadores de empleo al momento del trasplante de las hortalizas como chile y tomate, corte de sandía y emparejado a ello ocupan transporte que ha dado pie a la organización de prestadores de ese servicio, que dependen de la ocupación que los productores menonitas les den.
A poco más de 30 años de distancia han llegado al municipio otros grupos de productores instalándose en colonias como Temporal, Nuevo Durando, Las Flores, Trinidad, Santa Rosa, Nueva Esperanza y Santa Fe.
Además debido a lo numeroso de los integrantes de las familias, han tenido la necesidad de adquirir terrenos en venta o en renta y es por ello que están diseminados en todo el municipio y algunos incursionan en Candelaria y Palizada, además de algunas áreas de Yucatán y Quintana Roo.
Una cultura de trabajo
y esfuerzo: Peter Dick
Tras asegurar que es parte de una cultura de trabajo y esfuerzo, Peter Dick camina el municipio en busca de tierras para hacerlas producir y actualmente cosecha sandía en terrenos conocidos como bono en la cual sembró 20 hectáreas, mismas que comercializando por estos días y la mañana del lunes estaba cargando un camión con destino a Villahermosa.
Además de este predio tiene sembradas otras 10 hectáreas en la colonia de Nuevo Progreso. En ambas ocupa a gente para los trabajos de mantenimiento y cosecha generando empleo ya que requiere de cortadores, estibadores y el transporte que se involucran en el proceso productivo de la fruta.
Expuso que en la siembra de sandía arriesgan su patrimonio, ya que todo cultivo implica riesgos de plagas y enfermedades, requiriendo cuantiosas inversiones para lograr buenos rendimientos por hectárea.
En este 2019 los precios no le están favoreciendo, pero considera recuperar su inversión debido a que la fruta si se pagó bien en los primeros cortes, pero luego fue bajando el precio, influyendo que en las últimas semanas la cosecha se ha generalizado.
El precio de la fruta lo mismo puede estar por arriba de los tres pesos o debajo de esa cifra y hay que vender porque este es un producto perecedero.
Afortunadamente hay compradores que llegan a las huertas y aprovechamos para vender sandía con calidad de exportación y en el campo queda fruta de buena calidad y tamaño que es adquirida por compradores locales que se dedican a la venta al menudeo.
La fruta es conocida como “pachanga” y se vende por pieza o se estima un volumen por vehículo cobrándose una cantidad que al menos sirve para pagar a los trabajadores.
A todo ello al concluir los cortes se puede decir que se recupera la inversión y en ocasiones salimos con ganancia aunque ello depende del precio que corra en el mercado ya que en el caso de este lunes el kilo se vendió a 2.50 pesos.
El productor es uno de los que ha hecho gala de ingenio propio de su cultura y por ello utiliza cualquier equipo que ayude a facilitar el transporte de la fruta.
En este caso una banda impulsada por un motor que recibe la fruta de los remolques y las lleva hasta el interior del tortón en la cual una persona esperaba para estibar las sandías para que lleguen en el mejor estado posible a su destino.
Esta actividad genera empleos indirectos como es el caso de José, vecino de la comunidad de Santa Rita Becanchén, que acude a los campos menonitas a comprar sandía y venderlas en esta ciudad.
La pieza se cotiza entre los 10 y 25 pesos según el tamaño y es una fruta jugosa y dulce que la gente compra precisamente por esas cualidades.
“Voy a los campos a comprar fruta y su venta me permite sacar los gastos de combustible y al final me deja un margen de ganancia”, puntualizó.
(Jorge Alberto Uc Moreno)