Cultura

El cuento de la muerte profunda

Cuando siento que la

presencia tuya

empieza a repletar las

cajas vacías de las esferas,

yo bajo sigiloso

para darte la

bienvenida.

“Buen día querida”.

Y abro los brazos a ti.

Tú, helada y tiesa

como un cadáver

me permites que te abra

ce.

Tu mudez me espanta,

veo que cada vez

que regresas, regresas

más muerta que antes.

Que ayer.

Y yo releo las cartas que

recibí en tu ausencia, y te

llevo para que veas que el

reloj es cada día más viejo;

de que un día quedará

quieto, mudo, muerto...

Ese pensamiento, te explico,

me atormenta como su

péndulo oscilante,

péndulo rítmico,

que hace que me pase

las noches en vela.

¿Porque sabes?, la casa

sería un cementerio

particular, tres

muertos:

yo

y

el

reloj ancianamente mítico...