Fernando Muñoz Castillo
“Ten cuidado con lo que deseas, pequeño. Los dioses loconceden siempre”. Era esto. No sabía que deseaba la muerte.Diálogos con Leucó, Cesare Pavese
Fuiste persistente, la correteaste y cuando la Catrina te jaló del rebozo, no lo soltaste, así fue como se llevó rebozo y lo demás también.
Te gustó caminar sobre el filo de la navaja. Y cuando más segura te sentiste, perdiste el paso y ¡ZAZ!... Ese es el riesgo, por eso hay que saber no tentar a la suerte, aunque los héroes trágicos lo saben y persisten en conseguir su sino.
¿Fuiste trágica o tétrica? ¿Melodramática o cursi y llorosa nívea flor de madrugada? ¿Mandrágora o amapola?
Carola, caracola caracol con cola de rumbera apocalíptica, no soportaste no ser la única, enterarte de que había otras delante y detrás de ti.
Eunice Odio, la poeta costarricense, magnífica, de mucho crepé y vestidos de brocado apretados y altos tacones de sandalia, que no paró de beber y fue todo un mito en el México de los 60 y 70, igual que Chabuca Granda, que muchas veces dejó al Mtro. Goyito ensartado en el hotel, pues ella huía y él tenía que hablar a alguna de las otras novias para que pagara la cuenta y le curara la cruda de la borrachera de tres semanas con Chabuca.
O María Douglas, que arrastraba literalmente el mink en las madrugadas por la Alameda, con botella en mano y siempre encontraba un chico que le seguía la melodía allí, hasta Las Tecatas, para ya más hasta atrás, ponerse a declamar a las féminas sobre las que escribieron los trágicos griegos.
Carola caracola con ron y cola, caminando solitaria en la madrugada viendo cuando aparecía un taxista guapo con cara de macizo y así continuar la parranda en la colonia Euzkadi.
Carola caracola, recuerdas cuando llevaste como postre a tu amigo Edgar (+), aunque el postre para ti fue Gonzalito, quien al ver que eras una diabla con cuernos y cola, arrancó a correr y no paró hasta llegar a casa de Remolina.
El Gato Volador...
¿Y la novela sobre Ufa, la terminaste?
Si no lo hiciste, nada… igual seguiré recordando tus bromas pesadas, como cuando escribiste sobre mí y ubicaste un crimen en mi departamento. Ese lunes después del taller de la Casa Lam, tus maestros me hablaron para saber si estaba vivo y si lo estaba, seguía libre.
No me contestaste el teléfono como quince días, porque sabías que si te encontraba te iba a retorcer el pescuezo.
Cuando te encontré, nos fuimos a una fiesta al Hoyo en la Condesa y después a las Adelas, y como siempre, alargaste la fiesta, yo me fui a dormir a mi casa y, aunque te dejé encomendada a ti y a tus cuates con un mesero amigo, terminaron en la comisaría, después de que les robaron y los golpearon. ¿?
Ay, Carola caracola, con cara de sol y sola. Espero que pronto te den tus alas para que sigas haciendo de las tuyas con los que andan de reventón entre el cielo y el infierno.
Nos veremos cuando nos veamos.
¡SALUD, CAROLA CON RON Y COLA!