Cultura

Jordi Savall y un Vivaldi por recuperar

Pedro de la Hoz

Por las tantas veces que se escuchan sus composiciones, ya sea en programas de concierto, emisiones radiofónicas, bandas sonoras de materiales audiovisuales y ambientaciones de espacios públicos, la música de Antonio Vivaldi se proyecta con una actualidad a toda prueba. Hay quienes incluso no saben que esta o aquella obra es de Vivaldi, y sin embargo la reciben con gusto, como es el caso de Las cuatro estaciones, de la que existen numerosas versiones, desde la antológica de 1969 por la Academia de Saint Martin-on-the Fields, bajo la dirección de Sir Neville Marriner hasta la vanguardista de Nigel Kennedy de 1989 que vendió más de dos millones de copias, sin obviar la muy atrevida de Los Canarios de los años 70 en plan de rock sinfónico-progresivo.

Alguien pudiera pensar que es suficiente la vastedad del alcance actual del legado del llamado prete rosso, denominado así por el color de su cabellera. Jordi Savall pensó lo contrario y ha ido a la recuperación de una zona del repertorio vivaldiano no muy frecuentada que digamos en espectáculos o programas de concierto.

En consecuencia, el pasado octubre el violagambista y director catalán, al frente de Le Concert des Nations y de la Capella Reial de Catalunya, presentó en el ciclo de Música Antigua de L’Auditori de Barcelona una versión de Juditha Triumphans, de Vivaldi, con la que pretendió reflejar la sonoridad original concebida por el autor italiano. Contó con las voces solistas de Marianne Beate Kielland como Judith; Rachel Redmond como Vagaus, y Marina de Liso como Holofernes.

Juditha Triumphans tuvo su estreno en noviembre de 1716 en el Ospetale della Pietá, en Venecia, donde Vivaldi entrenaba a jóvenes huérfanas en el arte de la música. Es un oratorio basado en el episodio bíblico del enamoramiento de Holofernes por la hebrea Judith, quien tras hacerle caer en sus brazos, corta su cabeza llevándola como botín a su pueblo asediado por los asirios.

El compositor la escribió para festejar la victoria de Venecia sobre los otomanos durante el sitio de Corfú y para muchos representa la cúspide de la producción vocal vivaldiana, aunque, a decir verdad, es el único oratorio que se conserva de su cosecha vocal-instrumental.

Savall fue puntilloso en la reproducción de este sacrum militare oratorium, al respetar la interpretación de todos los personajes por voces femeninas y mantener el formato original de una sección de cuerdas, cinco violas da gamba, una viola de amor, cuatro tiorbas, mandolina, flautín, chalumeau (especie de clarinete de caña simple), oboes, trompetas, clarines clarini y tímpani. Una puesta en sonido como esa es la que se suele calificar como históricamente informada, a diferencia de otras de reciente factura como las escenificadas en los últimos años por el teatro La Fenice y el auditorio de Ferrara, ambas en Italia.

Según el crítico Manel Cereijo, la pulcritud de la versión Savall “quedó de manifiesto desde los primeros compases el cuidado con el que el violagambista y director catalán procura siempre cristalizar toda la paleta tímbrica instrumental, aquí con la dificultad añadida de ser muy abundante y con una clara voluntad de lucimiento; desde la cuerda los instrumentos de viento, Savall recreó el pasado trasladándolo con delicadeza al presente; impregnó el sonido de buenas dosis de autenticidad, resultando descriptivo, de gran dramatismo y justamente adornado con contrastes dinámicos”.

El diario británico The Guardian ofreció hace algún tiempo la siguiente estampa de Savall: “Trovador omnívoro, el interés por rescatar tradiciones musicales lo lleva desde las bibliotecas de Manchester hasta las aldeas colombianas, con grabaciones que van desde los ritmos bereberes hasta los éxtasis de un raga, desde la serena emoción de un lamento armenio hasta la vivacidad de una gallarda isabelina”.

De ese cultivado interés fui testigo cuando Leo Brouwer lo llevó a La Habana en 2013 para protagonizar un concierto de piezas para viola da gamba en solitario.