Por Pedro de la Hoz
Los libros de memorias de políticos y famosos cuentan con una multitud de seguidores que se desviven por conocer el talante real de personajes públicos relevantes. Ante tal avidez, las editoriales alientan el género, al saber que las ventas están aseguradas. Penguin Random House informó el último viernes que los 3.4 millones de ejemplares impresos de Becoming (en español la presentan con el descafeinado título Mi historia), de Michelle Obama se han agotado en apenas tres semanas. El marido, el ex Barack, debe estar orgulloso por partida doble: por un lado ella, con una sola obra, amenaza con superar lo logrado por él con la suma de dos –Los sueños de un padre y La audacia de la esperanza totalizaron 4.6 millones de copias–; por otro, en el libro, como era de esperar, la imagen política y humana de su esposo, llega a las alturas.
Y eso viene de perillas, cuando en uno de los pasajes, Michelle, con tono contenido pero sin remilgos, le saca en cara a Donald Trump la insidia que este armó para desacreditar a Barack por supuestamente no haber nacido en los Estados Unidos. Dice con todas sus letras que no perdona a Trump, ni lo que califica como “insinuaciones ruidosas e imprudentes”. Cuando escuchó la grabación de Trump en la que habló despectivamente de las mujeres, “mi cuerpo –confiesa– se estremeció de furia”. No entiende cómo “tantas mujeres votaron por él”.
Los lectores sienten curiosidad por saber de la vida en la Casa Blanca, la percepción de los empleados del servicio acerca de la primera mujer negra en acompañar a su esposo al Despacho Oval. Ella afirma que se propuso “ser mejor, más rápida, más inteligente y más fuerte que nunca. Mi gracia tendría que ganarse”.
Por supuesto que el libro refleja en toda su extensión los problemas que se derivan del color de la piel en una sociedad que dista de superar los códigos racistas, no solo contra los afronorteamericanos, sino contra los latinos y otros pueblos.
Pero el punto de vista de la narración, y eso lo hace más creíble, es el modo en que va tejiendo tramos en la forja de su carácter: la niñez en el sur de Chicago, los desafíos de la competencia profesional, el encuentro con quien sería su esposo, hasta la preparación psicológica para acompañar a Barack en la campaña presidencial y en el ejercicio gubernamental en la Casa Blanca. De paso, uno se entera de que las dos hijas del matrimonio fueron gestadas mediante fertilización in vitro.
La periodista británica Kuba Shand-Baptiste escribió en The Independet que “cada capítulo de Becoming se lee como una ventana a una versión humanizada y matizada de América que siempre ha existido, pero está cada vez más marginada por mentalidades abstrusas”. La crítica aplaude en la memorialista el haber escapado de la tentación de romantizar su historia personal y la de os Estados Unidos de su tiempo, pero olvida en su juicio cómo, salvo en el caso de Trump, ella tiende a la conciliación y asordina las voces y actitudes incómodas de los que reclamaron a la pareja presidencial la recuperación del sentido de la justicia en una sociedad dominada por prejuicios, miedos y agudas desigualdades.
Al parecer Michelle no aspira a una carrera como la de su esposo: “Nunca he sido una fanática de la política y mi experiencia en los últimos diez años ha hecho poco para cambiar eso. Sigo estando desanimada por la maldad”.
Después de todo, escribiendo le ha ido bien.