Por Ivi May Dzib
No es mentira eso de que los libros llegan a ti y que te eligen, si estoy inmerso en el mundo de la literatura es porque los libros idóneos llegaron en el momento correcto como si hubieran querido encontrarme, recuerdo que en un camión de transporte público me encontré abandonado en una banca Palabras y sangre, de Giovanni Papini, un libro de cuentos que teniendo 16 años no dejó de impresionarme, la apelación directa del narrador al lector fue un recurso que me maravilló, además de la oscuridad que emanaba el libro, recuerdo que después de haber leído a Papini empecé a escribir de otra manera. La idea es que ese libro, el de Papini, no tenía intención de leerlo, pero ese día fue fortuito porque me lo encontré y lo descubrí, algo parecido me sucedió en estas vacaciones con Paul Auster.
De Paul Auster estoy familiarizado con su guion cinematográfico Smoke, ya que la película me ha servido para hablar de diversos temas relacionados con la construcción del drama, nunca me había acercado a sus novelas a pesar de que ahora son demasiado accesibles gracias a una reedición económica que recientemente sacó Seix Barral. Caminando por el mercado en busca de verduras me topé con un puesto de libros de medio uso y ahí encontré “Ciudad de cristal” al módico precio de 30 pesos, lo empecé a leer y tal como dice la contraportada, me atrapó desde el primer párrafo. En “Ciudad de cristal” a Daniel Quinn, escritor de literatura policiaca, su interlocutor telefónico lo toma por un detective llamado Paul Auster y le encarga un caso. Quinn, lejos de deshacer el malentendido, se mete en el papel que le han adjudicado y se ve envuelto en una historia repleta de enigmas, complicadas relaciones paternofiliales, locura y delirio.
El libro lo fui leyendo poco a poco, cuando fui al súper lo llevé porque no podía dejar la lectura, me intrigaba saber qué iba a pasar, pero entre que uno ve esto y lo otro dejé el libro olvidado en el supermercado, cuando quise regresar a buscarlo supe que era misión imposible, no lo iba a encontrar, pensé en comprarlo inmediatamente, pero decidí darle tiempo al tiempo. Me acordaba mucho del libro y pensaba qué había sido de Daniel Quinn y de la familia Stillman. El fin de semana pasado fui a vender libros a un centro cultural donde varios expositores irían, a pesar de haber llegado tarde no vi mucha gente por lo que me puse a revisar qué era lo que tenían los demás expositores a la venta, ahí me topé con una edición de La trilogía de Nueva York, de Auster, porque hay que mencionar que Ciudad de cristal es la primera parte de las tres novelas breves que componen esta trilogía, pregunté el precio y el libro me costó una ganga, así pude terminar de leerlo, no hay duda de que muchas veces los libros regresan a ti cuando menos te lo esperas y la espera valió la pena, ya que pude conseguir los tres libros en un solo tomo y en una edición que pretendía adquirir a la brevedad.
He de decir que la lectura de Auster fue iluminadora, a pesar de ser una de las obras fundamentales de la narrativa de los años ochenta, creo que llegó a mí en el mejor momento, andaba en busca de ese personaje y de esa metatextualidad. Yo estoy seguro de que los libros nos encuentran, nos tienen preparadas varias sorpresas y no lo digo yo, algunos otros piensan lo mismo y lo plasman en las ficciones que crean, de ahí que cada vez que veas un libro te tendrías que preguntar si no será que ese libro te ha estado esperando.
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