Cultura

Mis lectores: chavos urbanos, mayas, 'gente con mala fama”

Edgar Rodríguez Cimé

Si la creación de nuevos públicos es importante para el desarrollo del arte, creo haber puesto mi granito de arena con mi literatura al acercar a sectores sociales que jamás habían abierto un libro, a no ser para arrancarle una hoja y limpiar algo con ella: roqueros, grafiteros, tatuadores; población maya: gente común, artistas y profesores “indígenas”, en Yucatán y Quintana Roo; así como “finísimos” huéspedes del penal: rateros, timadores, pandilleros, pervertidos, “burros”, “macizos”, “patrones”…

De hecho, luego de los primeros textos presentados en espacios y con públicos convencionales, decidí que era momento de llevar mi literatura, hecha con retazos de lo popular en universos rurales o urbanos, hacia otros ámbitos menos frecuentados por los literatos: comenzaron mis presentaciones de libros y talleres de lectura en los penales, de adultos y de menores de edad.

Cuatro libros presentados en el Centro de Readaptación Social (Cereso) de Mérida, más doscientos ejemplares obsequiados entre los internos, cincuenta cada vez, junto con un taller de lectura con los chavos del Centro Especializado en la Atención de Menores (Ceama), forman parte de “mi tanda que di” entre el personal encerrado “por portarse mal”. Después de leer mi Diccionario Enciclopédico Social de las Culturas Juveniles, los chavos me propusieron un “diccionario del penal meridano”, que quedó en proyecto.

Asimismo, el diario POR ESTO! se encargaba de llevar mis colaboraciones de periodismo cultural popular hasta los rincones más olvidados por los Dioses, en Yucatán. Un botón de ejemplo: mi amistad con el hoy doctor en historia Gilberto Avilés Tax brotó cuando en la biblioteca pública del lejano municipio de Peto (tan lejano, que antiguamente se decía que abrir una tienda en Peto y vigilar su funcionamiento, era “mal negocio”), siendo aún estudiante de la Universidad Intercultural de Quintana Roo, leyó mi texto “Ciudad Blanca” (o Ciudad de los blancos).

Esto fue posible porque cada vez que ganaba un concurso literario y publicaba la obra, me ocupaba de preparar sendos paquetes de libros para enviar como donaciones hasta las redes de bibliotecas públicas municipales, estatales, universitarias, así como del Cobay y del Conalep. Sembré un libro en Peto y obtuve una amistad imponderable.

Grande fue mi sorpresa cuando una presentación convencional de un libro mío con profesores de educación indígena, el evento se convirtió en un cuasi homenaje imprevisto, ya que luego de mis comentarios la mayoría de mentores presentes tomó la palabra para expresar públicamente su “asombro” por “haber conocido al maestro Edgar Rodríguez Cimé, pues como le leo frecuentemente en la prensa, pensé que nunca llegaría a conocerle. Mucho gusto maestro, y felicidades por su obra”.

Resulta halagador que jóvenes, y no tanto, del ambiente cultural alternativo, al verme rocanrolear por el “centro histérico” me pregunten por alguno de mis primeros textos juveniles para adquirirlos de nuevo porque el primero obtenido “lo obsequiaron” o “lo prestaron y nunca se los devolvieron”. Esos están agotados.

De hecho, hoy día todavía me quedan algunos ejemplares de mis últimas obras como Culturas Juveniles en el Mayab y No tengo tiempo de cambiar mi vida (relatos y cuentos) para quienes deseen obsequiarlo a alguna persona. Interesados comunicarse al 9971 052318.

edgarrodriguezcime@yahoo.com.mx

Colectivo cultural Felipa Poot Tzuc