Cultura

Tayari Jones, nace una novelista

Por Pedro de la Hoz

Todo parece indicar que la sucesión de Alice Walker (Putnam, 1944) y Toni Morrison (Lorain, 1931) está garantizada. En la segunda mitad del pasado siglo ambas destacaron como las voces literarias más pujantes entre las mujeres negras norteamericanas. El color púrpura (1982), de Walker, fue un suceso, reforzado por la excelente versión fílmica de Steven Spielberg. Morrison publicó en 1987 Beloved, considerada un clásico de las letras en su país y, por su trayectoria, mereció el Premio Nobel de Literatura en 1993.

Morrison es precisamente una de las fuentes inspiradoras de Tayari Jones (Atlanta, 1970), la novelista del momento en Estados Unidos. A nivel mediático suena como ninguna otra escritora de la comunidad afronorteña, desde que a principios de este año vio la luz Un matrimonio americano, por la editorial Algonquin. Dos notables padrinos respaldan la obra: el expresidente Barack Obama la citó entre sus lecturas favoritas del verano, y la popular presentadora de televisión Oprah Winfrey la nominó para su Club de Libros con el siguiente argumento: “Después de los primeros capítulos, olvidé que estaba ante personajes de ficción y me encontré en esa zona que los lectores anhelan: quería cancelar todos mis planes y acurrucarme con mis nuevos amigos”.

La crítica ha sido pródiga en elogios para la escritora. Tanto columnistas de los principales diarios de la nación como publicaciones especializadas apuntalan la categoría de Jones, como si acabara de nacer una nueva estrella, aunque en realidad no es así. En 2002 debutó con la novela Leaving Atlanta, que le valió el premio a la ópera prima del Hurston Wright Legacy. A esta siguieron El incontable (2005) y El gorrión de plata (2011), las cuales tuvieron relativo éxito.

Pero, si de impacto se trata, Un matrimonio americano puso a la escritora en lo más alto del podio de la vida literaria de su país, al menos en lo que va de año. Jones se las arregla para articular de manera oblicua la orientación del texto con la fundamentación del contexto.

Si en Leaving Atlanta la trama transcurre entre los meses de 1979 y 1981 en que la capital de Georgia se estremeció de terror ante el asesinato de varios niños afronorteamericanos, la operación narrativa, al margen de la encuesta criminal y sostenida por las voces y la memoria de tres escolares de quinto grado apunta a las repercusiones psicológicas de la tragedia en los protagonistas, sus padres y familiares.

Un matrimonio americano parte de un hecho que revela una realidad lamentable e inobjetable: Por cada blanco en las cárceles de Estados Unidos, hay cinco negros entre rejas. Los negros, que representan el 12 por ciento de los habitantes del país, constituyen el 40 por ciento de la población carcelaria. Antes de postularse candidato a la Casa Blanca, Obama se dirigió a la Asociación Nacional de Promoción de las personas de Color (NAACP, por sus siglas en inglés) con el siguiente reclamo: “Tenemos más trabajo por hacer cuando hay más jóvenes negros que languidecen en la cárcel que los que van a universidades”. Durante su mandato presidencial nada cambió. Ni hablar de lo que sucede en la era Trump.

Sobre este telón de fondo Jones despliega una narración que sigue las vidas de la pareja de Roy y Celestial. Un dato conmueve desde el mismo inicio: Roy es juzgado y condenado sin que le prueben culpabilidad alguna. El lector tiene ante sí las razones de su inocencia.

Pero, como observó el diario The Washington Post, “no es una historia en la que nuestro sistema racista de justicia sea el foco dramático de la trama; ese sistema es simplemente el paisaje tóxico en el que habitan estos personajes”.

La novela discurre acerca de la discriminación y los prejuicios raciales no superados, más bien agravados, en una sociedad que se autoproclama campeona de la democracia y las libertades, pero más allá de esto, dispara sus dardos en favor de la indagación de los efectos del machismo y la inequidad de género en una relación afectica cuestionada a raíz del injusto encarcelamiento de uno de los protagonistas.

Aún cuando el punto de vista narrativo se desplaza de la voz femenina a la masculina, Jones siente que defiende la singularidad de la mujer que es ella misma. Sobre esto ha dicho: “Hay un lugar en la sociedad para un hombre negro que sin educación pero que posee la inteligencia de la calle. Eso es respetado de cierta manera. Y también está el modelo de Obama del hombre negro que ha estado en la Ivy League. Hay mucho espacio. Pero siento que con las mujeres negras, cuando se trata de credibilidad, la respetabilidad no es la misma”.

Al adentrarse en las páginas de la novela, el lector se inquieta, reflexiona y quiere saber cómo quedarán al final Celestial y Roy. El crítico Robert Dugoni concluye. “Esta es, en el fondo, una historia de amor, pero una historia de amor deformada por la injusticia racial. Y, en eso, Jones sugiere que la injusticia racial atormenta la historia afroamericana”.