Cultura

Entrevista a la actriz Elena Larrea

Conrado Roche ReyesII

–En dramaturgia, ¿qué es más importante, la imagen o la palabra?

–La palabra, por supuesto, sin la palabra no hay dramaturgia.

–¿En cuál colegio estudiaste?

–Ves por qué me caes bien. Bueno, te contesto, en el Colegio Mérida.

–¿Qué es más importante, un teatro lleno o uno vacío?

–Ambas condiciones son impactantes, pero claro, por diferentes razones.

–Te hablé de las “lecturas” (en la sala, el comedor, la terraza, el patio de mi casa), comprendo su importancia –dispénsame, pero soy muy villamelón–, no les hallo chiste, me aburro soberanamente, en especial las acotaciones del autor. A lo que voy es a esto: fueron escritas para ser actuadas. Aquí nadie actúa. Leen. Imagino, a los teatreros les debe de ser muy interesante, por como decía Paganini “El peor músico es aquel que toca para músicos”. O escribir para escritores. ¿Cuál es el fin para el gran público ( la “lectura de atril”)?

–Coincido contigo en que no es para el gran público, sin embargo, pienso que puede tener otros fines, por ejemplo, yo, que trabajo con niños, la lectura de atril me ha sido útil para ayudarlos a romper el miedo escénico, mejorar la dicción, como fenómeno al hábito de la lectura y, en general, para que conozcan obras y autores de teatro”.

–¿Qué soñaste anteayer?

–En lo que sueño todos los días. Aunque suene muy trillado, en la esperanza de un mundo mejor, sin tanta pobreza e injusticia, en un mundo sin fronteras, en el que prevalezca la Libertad, así, con mayúsculas. ¿Utopía? Sí, pero sin utopía no hay esperanza.

–¿Cómo distingues un público conocedor de uno que no lo es?

–Eso de conocedor es muy relativo.

–En una entrevista que hice a Eglé Mendiburu, en mi anterior libro de esta saga, mencionó a Chela Buchanan, Guadalupe Salias, Nonoya Iturralde y Elenita Larrea como las mejores –aunque personalmente ella es mi idolaza, verdad, Eglitos–. ¿Qué opinas?

–Coincido contigo en que Eglitos es maravillosa. Y le agradezco que me incluya entre las mejores… se ve que me quiere mucho.

–Respetuosamente eres muy hermosa y agradable. Qué piensas de un escritor que escribe palabras “impublicables” (si se publicó, pues es publicable), que de pronto entrevista a un cocinero, a un pintor famoso, a un “Caridad”, a un político de alto nivel, se mama en el monárquico bar Berreteaga o en Bierhause. Comenta de blues y de música sinfónica. A un piadoso personaje como al que vende porno. A una monja y a una suripanta, un empresario de polendas y al limpiabotas loco. Vive soñando. Creo se llama Conrado. Pero Elena, dime la neta de la neta. No lo conoces bien. Él solo a una persona le ha dicho “solo tu me entiendes”, porque ni él mismo se entiende. De paso, ¿tú te entiendes?

–Lo que pienso de ti es, creo que te lo dije al principio de la entrevista, es tu osadía, que por cierto me encanta. Ahora, que si yo me entiendo. No, ni creo que haya alguien que me entienda del todo… bueno, sí, mis perros. Eso creo.

–Estabas ensayando algo con Paco Marín. No soy experto, mas cuando él dirige las cosas salen bien. En mi opinión, es el mejor director que tenemos, e hizo bien en quedarse en Mérida.

–Qué puedo decirte. Paco, mi queridísimo Paco… sí, definitivamente es un espléndido director, y me hace feliz que se haya quedado en Mérida. En realidad fui una suertuda con eso, pues Paco no es para mí el director, es el amigo, el confidente, el compañero y el hermano del alma. ¡Uf! Lo adoro. Definitivamente soy una afortunada, la vida me regaló.

–Sentada en la butaquería como espectadora, ¿qué sentimientos te produce un error garrafal de un actor?

–Me apenaría mucho.

–El cuerpo, ¿qué papel juega en los actores?

–Mucho. Diría que es su principal herramienta. El cuerpo lo dice todo, puedes tener una maravillosa voz, una dicción excelente, pero si tu cuerpo no expresa y no es armónico con lo que dices y sientes, no hay proyección. Y un actor sin proyección no nos dice nada.

Continuará.