Cultura

Aquellos cines de Mérida

Conrado Roche Reyes

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En la Mérida de antaño –y estoy hablando más o menos hasta los años setenta del siglo pasado–, toda la actividad de la ciudad se concentraba en el centro, comercios, bancos, cafés, los pocos restaurantes de por entonces, cantinas y demás. Sin embargo, además de ir al “comercio”, como decían las señoras de aquella época, una de las razones más importantes para ir al centro eran los cines, ya que ahí se concentraban muchos de ellos. Es también necesario recalcar que, además de los cines del centro, cada barrio tenía el suyo o incluso varios.

En esta nota solo hablaremos de los primeros, es decir, los ubicados en un área de no más de cuatro cuadras alrededor de la Plaza Grande. También es justo y necesario decir que cada uno de ellos tenía su propia personalidad, su especialidad en los filmes y su arquitectura.

Comenzando de sur a norte teníamos al cine Aladino, sobre la calle 60, en donde hoy se encuentran los almacenes “Del Sol”; para la época, modernísimo. Fue el primero en tener en la taquilla la máquina que sacaba los boletos para acceder al recinto. En los demás, la cosa era de mano en mano con el taquillero. Este cine (60 x 65) tenía en su amplia dulcería unos hermosos murales que desgraciadamente al parecer creo ya no existen. No pudimos investigar por cuestiones de “política de la empresa”. Recuerdo la primera película con la que se estrenó la sala, siendo un niño, fue Las lluvias de Ranchipur.

Más al norte, siempre sobre la misma calle (la mayoría estaba sobre la calle 60) se encontraba el cine Principal, en donde actualmente esta el teatro Daniel Ayala (60 x 61). Este era un edificio muy antiguo que por su conformación (butacas y plateas a ambos lados) supongo fue un teatro en sus inicios, hace ya muchísimos años. Ahí se proyectaban películas para la gente más humilde, para más señas, churros del cine mexicano. A unos metros de este estaba el Cantarell, el de quizá más caché de la ciudad. Ahí las cintas eran generalmente éxitos norteamericanos.

Cabe también destacar que en todos, absolutamente todos los cinematógrafos de Mérida se daban dos funciones entre semana. La de la tarde, más o menos a las cinco, y la de la noche, que comenzaba a las ocho, y también en todos existía la llamada “permanencia voluntaria”, es decir, si uno llegaba tarde y no miraba el inicio de una película, podía quedarse a la siguiente función y así empatar sin perder la secuencia. En donde estuvo dicho famoso cine se encuentra hoy día la gran tienda de Electra y Banco Azteca.

Siempre caminando sobre la 60 se llegaba al cine Peón Contreras. Una verdadera ruina en aquellos ayeres. Como todos los demás, tenía su parte alta, anunciada como “balcony”. Era una lástima mirar aquel otrora edificio hermoso convertido en un cine de cuarta categoría, con murciélagos volando y atravesando ante la pantalla. En el último piso, las parejitas iban a lo suyo. Aquí las películas eran por lo general de luchadores (El Santo contra el vampiro, El Santo contra Blue Demon, El Santo contra las momias de Guanajuato, en fin, el Santo contra todo el mundo. Solo faltó que se filmara “El Santo contra los Beatles”). Ah, y también muchas de charros y de espantos. Creo que todo mundo sabe que el Peón Contreras se encuentra enfrente del edificio Central de la Universidad. Media cuadra más adelante se encontraba el Apolo, después llamado Olimpia Visatarama, enfrente de lo que es hoy el restaurante bar El Tucho (60 x 55). En sus inicios este cine proyectaba películas europeas, y es que por entonces abundaban las película del viejo continente, casi todas muy buenas (francesas, Brigitte Bardot, Alain Delon; italianas, Sophia Loren, Marcello Mastroianni; alemanas, Elke Sommer, Curd Jurgens, y griegas, Zoe Laskari, Don Costas). Posteriormente, se convirtió en un cine XXX para adultos. “Choco lomo” le decíamos los yucatecos. Recuerdo que los vehículos que pasaban por ahí les gritaban a los morbosos que estaban haciendo fila cosas como: “Puercos, cochinos, calenturientos, morbosos, etcétera, etcétera”.

A la vuelta de la esquina, sobre la calle 62, en la mera esquina con la 55 se encontraba el cine Colonial, llamado después Premier, en el lugar que hoy ocupa el famoso restaurante de comida regional La Chaya Maya y un enorme estacionamiento de varios pisos. Este cine, fue en los primeros años del siglo XX un teatro, ya que tiene la misma conformación física que el “principal”, es decir, butacas y plateas a los lados, estas últimas de madera. Parece ser que ahí se desarrolló una gran actividad artística antes de convertirse en cine. Ahí llegaban las mejores compañías teatrales de la capital y de Cuba. Las más famosas tiples y vicetiples, así como los mejores actores y cantante, tanto varones como mujeres, actuaron ahí. Se presentaban obras de los mejores dramaturgos de la época y era sitio de reunión de la clase dominante de Mérida.

Unas cuadras más adelante se encontraba el cine Mérida, de lo más moderno en ese momento. Una enorme sala, bellísima, con decorados modernos y con una arquitectura que era un magnífico ejemplo del art decó, lo demodé entonces.

Y finalmente, en la calle 61, casi al lado del Palacio de Gobierno, se encontraba el cine Novedades, que exhibía películas para niños, como caricaturas, por ejemplo, y tenía como característica el tener el cielo raso lleno de estrellitas pintadas semejando una noche estrellada.

Los precios, en aquel entonces, eran $1.25 niño y estudiantes y $4.00 adultos.