Fernando Muñoz Castillo
I
(Antes de dar comienzo a la escenificación, se proyectan en la pantalla, en las paredes y techo del teatro carteles de cine sobre vampiros, de todos los países y de todos los tiempos. Y servirán cada vez que durante la obra los personajes hablen sobre vampiros. Luz sombría a un hombre que desvaría en una celda de manicomio.)
RENFIELD: Envió a su ejército de ratas para matarme. Todas las ratas hacían un olor asfixiante, un perfume dulce y empalagoso como un concentrado de miles de ratones, muertos debajo del fregadero.
Por eso me puse el abrigo al revés.
Para romper el conjuro y ser invisible.
Fue en ese instante que le atravesaron el corazón con una estaca de marfil labrado con fórmulas mágicas de los Illuminati.
(En pantalla vemos la escena de la película mexicana El vampiro (1957) dirigida por Fernando Méndez, en que ataca Germán Robles. Aparece sorpresivo y sobre él: surge el título de la obra.)
La seducción del vampiro
(Imagen en pantalla, paredes y techo: un océano que se viene sobre el personaje inundando el espacio. Renfield parado en medio de la escena con un barco de papel en color vibrante, narra el viaje del conde Drácula a Londres, en una especie de danzas y pantomimas antiguas y escabrosas. Renfield juega con todos los elementos necesarios, olas encrespadas, rayos, relámpagos, truenos, aullidos, ejércitos de enormes ratas que corren como locas de un lado a otros del escenario, sirenas que vuelan como buitres alrededor del barco, kraquen y otros elementos marinos fantásticos y terroríficos, un ataúd y por supuesto, la imagen del conde Drácula.)
RENFIELD: Y un día salió de su castillo para aventurarse al mundo contemporáneo, desatando a su paso toda clase de movimientos terroríficos y demoníacos.
(Música.)
(Oscuro total.)
Continuará.