Cultura

Los Colochos Teatro: dos obras memorables

Dos adaptaciones muy originales de obras de Shakespeare a cargo de la compañía capitalina Los Colochos se presentaron en estos días en Mérida, una el pasado martes 24 en el Teatro Peón Contreras y la otra en el Teatro Armando Manzanero el viernes 27 de septiembre.

La primera fue “Nacahue: Ramón y Hortensia”, versión de Juan Carrillo del drama “Romeo y Julieta”, con textos de Marianella Villa y Marcos Vidal y empleo del idioma náayeri o cora y el español, sin traducirse ni subtitularse y en interacción en los diálogos, con uso de eficaces medios de actuación para hacer comprensible lo que acontece en escena.

El conflicto derivado del amor entre Ramón, un varón cora, y Hortensia, una mujer huichola que huye de su marido, se representa en una integración de los mitos originarios de estos pueblos originarios de México y los del mundo europeo. Arquetipos de ambas tradiciones se entretejen de un modo natural, dentro de una esfera intercultural.

Los actores emplean en continuidad el escenario y los pasillos del lunetario. Además de portar indumentaria, pintura corporal y utilería artesanal de las culturas nayaritas, crean áreas de acción y barreras reales y simbólicas con los largos y coloridos listones que ellos mismos enlazan. El conjunto da como resultado imágenes dinámicas y sugerentes, matizadas por la iluminación y que refuerzan las emociones expresadas por los actores.

La obra es resultado de un proceso de investigación y de aprendizaje de los pueblos originarios de Nayarit, entidad de origen de Juan Carrillo, su director. Me había extrañado que los fonemas vocálicos del idioma náayeri se escucharan tan similares a los del español, pero supe después que los actores aprendieron a hablarlo como parte de la propuesta general del proyecto.

Este montaje demuestra que el teatro es cultura, no sólo en el sentido obvio del término, sino como integración convincente de elementos significativos de poblaciones y tiempos distintos para generar un producto de su época y de su sociedad. Una lección de cómo concebir el regionalismo y hacerlo funcionar en diálogo con la tradición canónica occidental sin que ninguna de las dos partes predomine o desmerezca.

Actuaron Mario Eduardo D’León, Marianella Villa, Marco Vidal, Erandeni Durán, Ulises Martínez y Yadira Pérez. La traducción al náayeri fue de Elisa Altamirano.

En “Mendoza”, en adaptación de Antonio Zúñiga y Juan Carrillo, “Macbeth” se actualiza a tiempos de la Revolución, con lenguaje del español mexicano actual y recreación del imaginario nacional. Los personajes tienen nombres en nuestra lengua: José Mendoza, Rosario, Esparza, Aguirre, Trinidad… La Historia sigue un largo camino y mantiene su esencia: el pasado medieval escocés que traspasa el tiempo para volverse la Inglaterra isabelina, que se transforma en el México revolucionario, que a su vez es el México actual.

La obra transcurre a cuatro frentes sobre el escenario del teatro, en un muy limitado recinto donde 200 personas conviven con los actores en una cercanía que puede considerarse táctil. Teatro en presencia, teatro de carne y hueso. Estar con el público y en el público. A través de esa proximidad el público vive la acción teatral. Por supuesto que la propuesta no es nueva, pero en este caso se logra el propósito cabalmente.

Se altera la ilusión teatral sin dejar de ser la ficción del teatro. Lejos de las burdas transgresiones donde termina siendo menos vida que la vida, estamos en la acción vital del teatro. El ritmo nunca decae y los descensos momentáneos de tensión moderan la intensidad, junto con las sorpresas producidas por las variaciones de iluminación y oscuridades.

Con un despliegue de fuerzas corporales y resistencia física se crean choques y respuestas emocionales entre los actores-personajes. Con su potencia de movimientos en un espacio tan reducido nos dejan la sensación de estar ante una estampida incesante en campo abierto. Las voces y sonidos están en la frecuencia justa, de resonancia firme y sin estridencias.

Sus recursos escénicos son reducidos: sillas metálicas y mesas en ambos casos con marca de cerveza, que delimitan espacios, sirven de tambores, armas, refugios, estantes, tarimas. Cubetas multiusos y trapos con que limpian la sangre que se riega por el escenario. Una tela blanca que cubre o puede servir de cuerda. Máscaras, picahielos y una gallina linda y dócil. Abarrotes como manzanas, cigarros, gomitas y maicena. Inusual cantidad de cerveza (¿Ya se volverá costumbre repartir cerveza en cada obra? Esta vez nos tocó a todos). Los espectadores cumplen pequeños pero constantes papeles de sostenedores de objetos y participan de modo pasivo, pero visible.

Con un alcance político y social universal y mexicano en menos de dos horas se expresó con memorable poder escénico lo esencial de Macbeth y de muchos problemas actuales: la concisión que piden estos tiempos.

La obra ha tenido numerosas representaciones desde 2012 a nivel nacional e internacional. El elenco se conformó por Marco Vidal, Mónica del Carmen, Erandenii Durán, Leonardo Zamudio, Martín Becerra, Germán Villarreal, Ulises Martínez, Alfredo Monsivais y Yadira Pérez.

Ambas obras se presentaron en el marco del Festival de Teatro Wilberto Cantón, organizado por la Sedeculta en colaboración con la Secretaría de Cultura federal.