Fernando Muñoz Castillo
Mucha gente de teatro está de plácemes porque en 2020, Mérida será sede de la Muestra Nacional de Teatro, la cual costará muchos millones de pesos al Estado y a la Secretaría de Cultura, que se lamentan no tener dinero para nada, aunque para fuegos de artificio, parece que si hay dinero, y mucho.
¿No sería mejor invertir unos cientos de miles de esos millones que costará el “magno evento nacional”, en trabajo bien remunerado para los artistas del Estado?
Por un lado, ciertos artistas ya comenzaron a protestar afuera del Palacio de Gobierno, y por otro, un grupo selecto prepara documentos para protestar a nivel nacional por los cambios que se anuncian para los efiteatro, eficine y efiarte… que si somos realistas, se han prestado desde su creación a la corrupción y malversación interna y externa, con la anuencia de quienes manejan este programa.
Una vez más, la mediocridad se hace presente en los escenarios de esta ciudad, cuando vemos que directores mediocres, con dramaturgias mediocres e insostenibles, pretenden cobrar precios bastante altos para su nivel de calidad y no se respeta el descuento para estudiantes, maestros y personas de la tercera edad.
Bueno, los juegos de la mediocridad han comenzado, o ¿continúan en versión “remaxterizada”? La Noche Blanca se extiende, pronto será la Semana Blanca y más adelante la Sábana Blanca…
Pronto, muy pronto, en menos de un mes, se estrenará una cinta sobre la vida de Judy Garland, una vida terrible y atormentada, destruida por el sistema de Hollywood, al volverla “pastillómana” desde la juventud, para que pudiera sobrevivir a las filmaciones y naciente fama.
Fueron los médicos de los estudios, quienes le extendían las recetas para las pastillas que la volverían presa de su tragedia.
Su matrimonio con Minnelli no fue muy afortunado, sobre todo, porque él era, al igual que muchos, un homosexual que tuvo que contraer matrimonio, para satisfacer la doble moral que siempre ha caracterizado a Hollywood y a la sociedad norteamericana.
Alcohólica y gran amiga de otro grupo de alcohólicos y drogadictos, todos famosos y ricos o al menos eso aparentaban ante sus público, Judy Garland vivió en algún momento como gitana, llevando a sus hijos de un lado para otro, sin tener un hogar seguro.
Aquí es donde la vida de Liza comienza tormentosamente: cuidar a la madre de sus adicciones y a sus hermanos del desamparo y de las dependencias adictivas de una madre devastada.
Esta es la verdad de la que bautizaron atinadamente la fábrica de sueños.
Y esta una historia de la otra cara de la luna.
Gocemos con alabanzas esta Navidad, que tal vez, por el cambio climático, político y social del país y del mundo, el próximo año no estemos parados en este planeta.