Fernando Muñoz Castillo
I
Una de las historias más escalofriantes ocurrida en Hollywood fue, indudablemente, el caso conocido como “La Dalia Negra”.
Este feminicidio, como se le llamaría hoy, es un caso todavía “no resuelto”. Mucho, desde que aconteció, se ha filmado y escrito sobre él.
La investigación estuvo a cargo, hasta casi el final del siglo XX, del detective en jefe, Thad Brown, y el sargento de homicidios, Harry Hansen, a quien se le asignó el caso, desde que éste comenzó a ser investigado.
Todo comenzó la mañana del 15 de enero de 1947, años de post guerra. Eran las 7:30 de una mañana nublada de un miércoles del mes de enero.
Una madre paseaba a su hijo por la avenida Soth Nortony, cuando de pronto, lo que creyó era un maniquí, se trataba de una mujer cortada a la mitad, perfectamente bien o sea con una magistral precisión, y lo que remató la escabrosa imagen, fue una sonrisa en el rostro de la mujer, hecha con un bisturí que la dejó tal como se describe, esa sonrisa, en la novela folletinesca: “El hombre que ríe”, del reconocido autor francés del siglo XIX, Víctor Hugo.
La víctima corresponde al nombre de Beth Short, de 22 años, conocida como “La Dalia Negra”, por su cabello negro y su preferencia por vestidos y lencería en color negro para realzar lo que han descrito en los periódicos como: “piel blanquísima”.
Este feminicidio salvaje y sádico sexual, fue uno de esos casos que por causas no aclaradas y sí bastantes turbias, por estar relacionadas con el poder político, económico y empresarial, nunca han tenido una respuesta coherente.
La víctima, Elizabeth “Beth” Short, de 22 años, fue torturada durante algunos días antes de ser asesinada, y luego desangrada y lavado el cuerpo con extremo cuidado, antes de ser dividida en dos.
La pregunta siempre ha sido ¿dónde, en qué lugar se pudo llevar a cabo tal acción bestial?
La primera vez que me enteré de este caso fue en 1974 o 75, por un documental televisivo, que me impresionó grandemente, tanto, que escribí un relato que un año después, retrabajé hasta convertirlo en una ópera thriller/ ópera tropical, al estilo de las películas de los años 40 y 50 del cine mexicano, con rumberas, “gángsters”, mucha música y coreografías fantásticas, al estilo de ese género de cintas.
“La Dalia Negra”, como todo caso sin resolver, ha insuflado la imaginación colectiva y la de varias personas con una gran necesidad de notoriedad. Así pues, como se puede imaginar, desde ese momento hasta siete décadas después, mucha gente se ha adjudicado el crimen o bien ha dicho tener pruebas definitivas de quien fue el asesino, como el caso del investigador privado Steve Hodel, que en 1999, encontró en el álbum de fotos de su padre, una fotografía de Elizabeth Short. A partir de ese momento, Steve tomó el caso y llevó a cabo una larga investigación que lo convenció de que su padre era el asesino.
Continuará.