Por Ivi May Dzib
Ficciones de un escribidor
I
Tengo una soledad en la garganta, que se traduce en formas borrosas que el papel no es capaz de registrar, entonces es cuando uno acude, como cuando era niño, a los sabores conocidos que te dan un poco de calma, porque es bien sabido que después de la lluvia uno, al igual que los árboles, terminará de pie...
II
Se nos ocurre de vez en cuando reunir palabras cualesquiera como si bastara la intención para poder crear sentido, a veces ese conjunto de palabras suena más como a un llamado de auxilio, como si uno arrojara una botella al mar con un mensaje oculto, porque es necesario abrazar los escombros de una ciudad otrora llamada calma. Estamos seducidos por el azar, por el momento en que una mano se aferre y dote de sentido los vocablos que se encontraban allí, flotando, y solo bastó vomitar para que como reguero se propagara hacia todas partes.
III
Lo que odio de los procesos electorales no es la basura de los políticos, sino la basura de los ciudadanos que consideran que tienen la capacidad intelectual para defender lo indefendible. Lo que odio de la religión no es su cosmovisión, sino la basura que la profesa y considera tener la calidad moral para imponer formas de convivio social usurpando la función del Estado (pero como está el Estado qué se puede esperar) En realidad para salir bien librado emocionalmente de estos días mejor leeré algunos libros a los que les tengo ganas y me informaré con reservas de lo que aquí sucede.
IV
Nos encanta juzgar sin pensar en los contextos, se nos hace fácil construir una historia que justifique nuestro morbo, se nos hace fácil pensar que nuestra superioridad moral nos erige como jueces cuando en una relación personal alguien quiere vengarse exponiendo lo privado, lo peor de todo es que ni enterados estamos de cómo hemos normalizado estas conductas.
V
Se la pasaba repitiéndose para sí que sus acciones estaban justificadas, porque a estas alturas y con este mundo no hay nada que justificar, era por eso que nunca se detuvo a limar las asperezas que provocó con los caprichos en los que basó una parte de su vida. Y de repente, con esas ganas de renovarse, porque es lo que te exige eso de querer ser siempre noticia y tener un sin número de likes donde apoyar la carne cansada; decidió que lo mejor sería construir una arquitectura menos siniestra de lo que llamó amor para que se pasearan por ahí las visitas y la compadecieran. Ahora todos están disfrutando el espectáculo y aseguran que es una monstruosidad que esa historia de horror no haya acabado en cárcel.
ivimyd@hotmail.com