Por Fernando Muñoz Castillo
I
Hace algunos años, la escritora Guadalupe Loaeza publicó cada semana en el periódico Reforma una serie de biografías de personajes homosexuales, fue así cuando el público mayoritario se enteró de que Sara García había sido lesbiana, al igual que otras mujeres del mundo, y hombres mexicanos y extranjeros. Al final todas estas biografías terminaron siendo un libro.
Sobre la homosexualidad sabemos todo y nada, hay tantos rincones oscuros en la historia del planeta, que cuando nos enteramos por los documentales sobre la naruraleza de que entre los clanes de monos la mayoría de los jefes tienen sexo con las hembras y los machos jóvenes o débiles, o que existen monas que cambian comida por sexo, nos asombramos.
Fue cuando el dicho “contra natura” dejó de funcionar. Porque hasta donde sé los animales no dilucidan como los humanos.
Se me ocurrió, pues, hablar sobre este tema, del que siempre hay algo nuevo que decir y que seguirá sorprendiendo a propios y extraños.
Tercera llamada… comenzamos
Es por todos o casi todos sabido que el mes de junio se ha dedicado a la diversidad sexual; antes se le conocía como el mes en que se celebraba al movimiento gay, con su desfile lleno de colores y alegría.
Al principio en nuestro país no era tan colorido como ahora. Las primeras marchas a finales de la década de los setenta en el siglo pasado eran sencillas y no solo unía a los homosexuales y sus familias, sino a muchas otras minorías que pedían respeto y espacios; bueno, los jóvenes no eran precisamente minorías, pero si ya nadie se acuerda, en los años de sexenio Lópezportillista, la censura y las razzias eran todavía muy comunes, y si se abrían clubs y discotecas gays se cerraban y muchas veces se llevaban a la cárcel a los asistentes; apareciendo en lo que Monsiváis llamó “la página de sociales de los pobres”, la nota roja o en las revistas como Alarma.
Los conciertos de rock seguían siendo perseguidos y todo se resumía a los hoyos funkys. Aunque por otro lado el burlesque estaba al tope con sus chistes homofóbicos de mal gusto y falta de imaginación que hacían reír al público masculino. Y ríete, porque si no, van a decir que eres joto o mujercito, o que te gusta el arroz con popote.
Tal vez por esa razón la obra de teatro que Wilberto Cantón le escribió a Isela Vega, la actriz a quien el público llamaba Chichela Vega, tuvo tanto éxito, sobre todo cuando ella blandía el látigo o insultaba a los machos presentes. Domaba a la audiencia y los ponía a bailar al ritmo que ella quería. Juegos de la represión sexual.
Monsiváis también dijo y escribió que lo que abundaban en este país eran los indigentes sexuales.
Y en el mundo homosexual, los indigentes proliferaban tanto o igual que en mundo heterosexual. Todo en lo oscurito. Todas son putas, menos mi mamá y mis hermanas. A todos les gusta la verga, menos a mí…
En el albur y el doble sentido está implícito todo esto y el mejor mural de esta represión son las paredes de los baños públicos para varones.
Continuará.