Cultura

Ecos de mi tierra

Luis Carlos Coto Mederos

Juan Cristóbal Nápoles y Fajardo

XVII

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A Rufina

Desde una ciénaga

Aquí, mi prenda querida,

de esta ciénaga en el centro,

gratos solaces encuentro

y paso alegre la vida.

Aquí se ve entretejida

la verde y silvestre grama,

el agua que se derrama

forma dúlcidos rumores,

y ostenta variadas flores

la ensenada de Virama.

No se alzan aquí caobas,

cedros, ceibas ni palmeras,

pero se extienden rastreras

las flores de verdes ovas.

Aquí entono yo mis trovas,

aquí te canto, mi bien,

oigo del mar el vaivén

cuando el céfiro lo arrulla,

el graznido de la grulla

y el murmullo del jején.

Me distraigo algunos ratos

los pantanos recorriendo,

y entre los juncos oyendo

las yaguasas y los patos.

Los manglares inmediatos

crujen noches y mañanas,

y allá en las playas lejanas

pasan cantando la vida

los patos de la Florida,

los títeres y guananas.

Si bellas de Cuba son

las selvas y las colinas,

si sus flores peregrinas

halagan mi corazón,

hoy de dulce inspiración

siento aquí el influjo santo,

pienso y medito y en tanto

que mi corazón delira,

al son de mi pobre lira

gozoso la voz levanto.

Bellas son estas riberas

donde se arrastra el carey,

donde florece el quibey

entre verdes cortaderas.

Bellas son las tembladeras

cubiertas de verde lama

y si sobre ellas derrama

su blanco brillo la luna,

es bella como ninguna

la ciénaga de Virama.

Cantan aquí los guareaos

y silban los gavilanes,

y entre el agua los caimanes

persiguen a los dajaos.

Se alzan corpulentos guaos

allá en las costas vecinas,

y en las aguas cristalinas

suelen verse retratadas

las numerosas bandadas

de mil aves peregrinas.

De estos floridos pantanos

junto a las márgenes bellas

casi distingo las huellas

de los antiguos cubanos.

De algunos montes lejanos

contemplo el verde capuz,

y cuando del sol la luz

esparce tibios reflejos,

me gozo viendo a lo lejos

las rocas del Cabo Cruz.

¡Oh!, si me vieras, bien mío,

tal vez te causara asombro,

con una escopeta al hombro

entre el junco y el macío:

Cuando ruge el mar bravío

y brama iracundo el trueno,

palpita mi joven seno

de mis venturas en pos,

y pienso en Cuba y en Dios,

con rostro firme y sereno.

Si me vieras caminando

al son de dulces rumores

sobre estas plantas y flores

que arrulla el céfiro blando:

Si vieras de vez en cuando

la concha de una caguama,

sobre la menuda grama,

a suspirar te pusieras

y conmigo bendijeras

la ciénaga de Virama.

Aquí se goza, y aquí,

sobre las blancas espumas,

ostenta sus bellas plumas

el precioso colibrí,

aquí nada el bonasí,

brilla la arena en las playas,

se elevan como atalayas

los mangles verdes y bellos

y alegres cantan en ellos

encarnadas guacamayas.

En medio de estos manglares

que se columpian gentiles

brillan las conchas, reptiles

y caguamas de los mares.

Al compás de mis cantares

y al son de mi pobre lira,

la garza en el aire gira,

cantan las bellas gaviotas,

y el murmullo de mis notas

entre bázaros expira.

En fin, entre mil delicias

y bellezas que resaltan,

únicamente me faltan

tus besos y tus caricias.

Gozo aquí gratas franquicias,

contemplo este panorama,

aquí mi mente se inflama

y bendigo mi fortuna,

que es bella como ninguna

la ciénaga de Virama.