Cultura

Ecos de mi tierra

Luis Carlos Coto Mederos

Miguel Teurbe Tolón (Primera Parte)

Nació en la ciudad de Matanzas, el 29 de septiembre de 1820. Hombre culto, había estudiado en la escuela pública de su ciudad natal y recibió una rica educación por parte de profesores particulares en latinidad, retórica, ciencias naturales, filosofía, francés, inglés e italiano.

Colaboró en diferentes periódicos como Aguinaldo Matancero y La Aurora del Yumurí, del cual fue redactor jefe. Impartió clases en la Escuela Auxiliar de la Universidad de La Habana, de literatura, y más tarde fue nombrado socio facultativo del Liceo Artístico y Literario de La Habana.

Es válido señalar que uno de los grandes legados que dejó y heredó su pueblo fue la creación de la bandera y el escudo, insignias de los cubanos.

Murió el 16 de octubre de 1857.

554A. C. V.En el abra del Yumurí

Sogni di van desio, che all

onde in preda Sorda disperde

la volubil aura.

Clemente Bondi

Soledades, manso río,

humildes ondas calladas

que tantas veces mezcladas

corréis con el llanto mío;

yo que mi secreto os fío,

yo que mi dolor os cuento,

no sé cantar lo que siento

cuando aquí el alma se inspira,

puesta la mano en la lira

y en el cielo el pensamiento.

Altas rocas cuya frente

de aspecto rudo y sombrío

se levanta sobre el río

y se mira en su corriente,

entrañas de mole ingente,

que en espantoso fracaso,

por dar a las aguas paso,

la naturaleza abrió,

¡cuántas horas, triste yo,

al pie de vosotras paso!

En algún hermoso día

de claro, apacible cielo

encaminarme aquí suelo

antes que el alba sonría.

Sentado en la peña fría,

de su altura a la mitad,

en la agreste majestad

del paisaje me recreo,

y a un lado el Estero veo

y a otro lado la ciudad.

Luego el sol tiñe de grana

el oriental horizonte

y al más empinado monte

colora su luz temprana.

La niebla de la mañana

de ambos ríos suspendida

blandamente va impelida

por el soplo del terral,

y flota como un cendal

sobre la ciudad dormida.

Tras él se mira del día

la primer luz que retrata

el manso espejo de plata

de la lejana bahía.

Con la solemne armonía

de lenguas de bronce, en tanto,

se alza a Dios el primer canto,

y sobre el flotante velo

se ve que señala al cielo

la aguja del templo santo.

Hacia este lado la falda

de un verde y galano monte

forma brillante horizonte

con su manto de esmeralda.

Sobre la robusta espalda

ostenta suma riqueza,

parte de naturaleza

y de cultivo otra parte,

aunque nunca iguala el arte

a la naturaleza bella.

Allá al fondo se divisa,

sobre los verdes manglares,

la línea de los palmares

que mece la blanda brisa;

y la aurora a toda prisa

porque más su luz alumbre,

esparciendo en valle y cumbre

sus rayos de mil colores,

sobre los pardos vapores

vierte torrentes de lumbre.

Allá abajo la inocente

garza de plateada luna

confundida entre la espuma

de la límpida corriente

se mece tranquilamente,

sin ver que en son de traidor

viene diestro cazador

que a lástima no da oído

y al árbol y al dulce nido

le roba madre y amor.

Las ondas cortando suaves

cruza de una a la otra orilla

frágil canoa sin quilla

donde un hombre apenas cabe;

y a la manera que un ave

agitar las alas vemos

así moviendo sus remos

hiende ligera las aguas

que las indianas piraguas

surcaban como sabemos.

Y aquí donde todo inspira

solemne recogimiento

¡donde es libre el pensamiento!

¡donde es sonora la lira!

De la brisa que suspira

entre las ramas sonoras,

de la tojosa que llora

oigo los tonos diversos…

pero no imitan mis versos

su armonía encantadora.

(Segunda Parte)555En su vuelta del campo

Tú bien sabes, mis amores,

que lejos de ti no hay día

en que el alba me sonría

con luz, esmalte y colores;

y que del campo en las flores

y en los trinos del mambí

no hay encanto para mí

cuando solitario estoy,

y donde quiera que voy,

voy pensando, hermosa, en ti.

Si cuando en linda mañana

en que el claro sol de mayo

quiebra en cada flor un rayo

de su dulce luz temprana,

o cuando el cielo de grana

de la tarde brilla aquí

sobre nuestro Yumurí,

vago errante en mi paseo,

todo, mi amor, cuanto veo

me lleva a pensar en ti.

Entonces, cuando más brilla

el cielo, el campo, la flor,

todo poesía y amor,

todo encanto y maravilla,

se humedece mi mejilla,

y en dulce tristeza así,

sin notar las que hay allí,

escenas encantadoras,

paso largas, largas horas,

pensando, mi bien, en ti.

Que del sol al rayo de oro

despierta el valle y sonría;

que cante al nacer el día

en el monte el tocororo;

que el aguinaldo inodoro

con el blanco serení

compita en primor allí

y borde del valle el manto…

¿Qué es ver todo eso en tanto,

que pienso no más que en ti?

Si blandamente murmura

arroyo que se desata

brillante jirón de plata

sobre alfombra de verdura;

Si gorjea en la espesura

amoroso guatiní,

y zumbando el colibrí

vago, gira, viene y va,

¿Qué importa? Mi mente está

pensando tan sólo en ti.

Yo siento acá en mi interior

al mirar belleza tanta

cierta conmoción que encanta

que es misterio y es amor;

pero un secreto dolor

hay también dentro de mí

que a todo en redor de aquí

da cierto tinte sombrío;

y es porque ausente, amor mío,

me pongo a pensar en ti.

Amargas horas, por cierto,

pasé cuando no te veía,

y el mundo me parecía

sin luz, sin vida, desierto.

¡oh, cuanto temí que el yerto

olvido lejos de ti

pudiera… (¡Ingrato que fui!)

robárteme… pero no;

es que estaba triste yo,

muy triste, pensando en ti.

Miguel Teurbe Tolón