Cultura

Lescay, africanidad de padre a hijo

Pedro de la Hoz

En la Fiesta del Fuego, Festival de las Artes del Caribe que todos los años por esta fecha se realiza en Santiago de Cuba, Alberto Lescay Merencio, uno de los más internacionalmente reconocidos pintores y escultores cubanos vivos, cuenta con una triple presencia permanente: por una parte, su obra casi siempre integra el núcleo de exposiciones del evento; por otra, es el principal animador del tributo a la memoria de los negros cimarrones que se alzaron contra la opresión colonial; y también a él se debe la creación de la Nganga, prenda sagrada de origen congo que simboliza la energía de los ancestros y constituye el emblema de la festividad caribeña.

En esta ocasión Alberto desplegó en la Casa del Caribe la muestra Impronta, en la que concentra su más reciente producción pictórica y se hace acompañar por esculturas de pequeño formato y la maqueta de un conjunto monumentario del que hablaremos más adelante.

Impronta nació de la experiencia de sus visitas a Senegal y Ghana. Aunque en su formación espiritual y artística la herencia africana siempre ha sido inspiradora, nunca había visitado el continente de donde partieron los hombres y las mujeres esclavizados y trasplantados a la fuerza a la isla caribeña, donde contribuyeron a la forja de una nueva identidad cultural.

La africanía no es novedad en la historia de las artes plásticas cubanas. El artista cubano de mayor proyección universal a lo largo del siglo XX, Wifredo Lam, reflejó esa raíz en su pintura de tal modo que trascendió los tópicos de la movida surrealista en la que bogó con fuerza.

La religiosidad popular de los afrodescendientes marcó la obra de Roberto Diago hacia la medianía del siglo pasado, y después la de Manuel Mendive, que llevó al lienzo y a sus acciones performáticas la imaginería yoruba.

Alberto Lescay interpreta de una manera muy diferente ese legado. En la escultura son conocidos sus monumentales realizaciones en grandes espacios públicos, como el Monumento al Cimarrón y a la Rebeldía Esclava, en lo alto de una montaña que custodia el poblado de El Cobre, santuario de la Virgen de la Caridad, patrona de Cuba; la Madre de la Patria, en el cementerio de Santa Ifigenia, donde yacen los restos de Mariana Grajales, progenitora de los Maceo; y el Homenaje a Lam, en un parque de El Vedado habanero.

Pero en la pintura, Lescay se decanta por la abstracción, dentro de una línea que guarda relación con la action painting. El artista elude tanto la figuración como la representación simbólica. La africanidad se expresa en términos mucho más viscerales, como quien incorpora la emoción al gesto pictórico.

De vez en cuando, delante o detrás del lienzo, aflora una especie de hilo de sangre, para recordarnos el principio y prolongación de una historia de resistencia humana.

En Impronta Lescay exhibe la maqueta de un conjunto escultórico que tituló Monumento prohibido. Visualmente sugerido en su estructura rocosa está la figura de Fidel Castro. Todos conocen que expresamente el líder de la Revolución cubana testamentó el deseo de que no le hicieran monumentos públicos. No le gustaba la idea de ser objeto del culto a la personalidad. Sus cenizas, por ejemplo, reposan en el interior de un peñasco en el cementerio santiaguero.

A Lescay no le arredró la interdicción. Por derecho propio pensó el monumento y puedo decir que es una de sus más logradas proyecciones escultóricas de gran formato. Que nos e lleve a cabo es otra cosa. La maqueta, por sí misma, pone de manifiesto la originalidad de la propuesta.

Otra de las alegrías de Lescay en medio de la Fiesta del Fuego 2019 es haber coincidido en la trama de exposiciones con una de su hijo Alejandro, titulada Silencio, que ocupa las paredes de la galería Arte Soy. El joven artista Lescay Hierrezuelo se hace notar por el buen oficio que ha ido ganando en el dibujo y la voluntad de ejercer una sobriedad cromática que mucho se agradece.