Cultura

Rumiante pleonasmo

Manuel Tejada

Dispense, primer lector,

tanta majadería; pero al león,

¡por los cuernos! Digo: al bovino.

Antonio Marente

Cree el felino, porque apenas piensa,

que su rugido es único y deificador,

que su melena es suma conciencia

y su ceguera altísimo honor.

Ignora, sin embargo,

que la sedición que simula

es en el fondo

un simple entrampe de braguetas

elevando a tragedia griega

fútil querella de ocasión.

¡Ups!

¿Alguien le dirá que la comunicación es todo,

hasta libertad si así lo prefiere,

pero nunca el panfleto que alucina y rumia?

¡Ups! ¡Ups!

¿Será comprensible la genial impostura

una tarde lúdica de verano,

a ser como ya es conocido

“el geniudo impostor” del Toby’s club?

¡Ups! ¡Ups! y ¡Ups!

Rumia el león desdoro y se persigna,

en el nombre del antes, del ahora y del siempre

mientras continúa su divertido baño de pureza,

esperando a que el otoño

deshoje una nueva aventura

o cuando menos traiga

un limpio e insigne calzón.

¡Ah pero Benedetti tenía voz de verdad!:

“hay quien tiene garras para el arpa”;

y él, el geniudo rumiante león,

con su melenita parda

–porque de noche todos son pardos–

se ahoga en su fatal condición.

Glu y glu.

ADDENDA

En verdad que

la violenta condición del ser

ni escribiendo de amor y rosas

se disimula.

Bifurcación y entrampe.

Ya no buscar nada:

el único gusano

que mal dices

hace lagartijas

en tu boca.