Cultura

La Quinta de los Molinos

La Habana 500

Texto y fotos:

Enriquito Núñez

Especial para POR ESTO!

Hace mucho calor en La Habana en estos días de agosto, y cuando le mencioné a mi esposa que quería continuar mi serie de artículos yendo a algún sitio interesante que además tuviera sombra, me dijo sin pensarlo dos veces: Ve a La Quinta de los Molinos. Yo había pensado en ir al Capitolio o al Museo de la Revolución, pero la sugerencia me pareció muy acertada. Efectivamente, el lugar es como un oasis en el centro de la ciudad, muy bello y sombreado, y definitivamente está lleno de historia. Serviría perfectamente a los propósitos de darles a conocer a los lectores de POR ESTO! otro sitio emblemático de la capital cubana.

En el siglo XVII, entre las clases pudientes de Europa y sus colonias, estaba muy extendida la costumbre del uso del rapé, que no es otra cosa que tabaco finamente molido. Las damas lo usaban como perfume y los caballeros lo aspiraban. El uso de rapé era considerado muy elegante y de buen gusto. Cuba era ya la gran productora del mejor tabaco del mundo, de manera que el rapé se extendió rápidamente por los salones de la aristocracia habanera. Y precisamente en este lugar existieron unos molinos para confeccionar rapé, el adictivo polvillo de tabaco. Los molinos de tabaco San Francisco de Asís eran propiedad de Martín de Aróstegui, presidente de la Real Factoría de Tabaco, una de las más florecientes industrias surgidas en Cuba durante la etapa colonial. Los dos molinos estaban conformados por grandes y pesadas piedras circulares movidas por la fuerza del agua de la Zanja Real, el primitivo acueducto de 11 kilómetros que, viniendo desde el río Almendares, pasaba por el lugar. Las pesadas piedras de los molinos fueron encontradas en unas excavaciones en 1956. En el presente, las 4.8 hectáreas del parque están delimitadas por la avenida Salvador Allende, antiguo Paseo de Carlos III; al este con la calzada de Infanta y el barrio de Cayo Hueso, al oeste con la avenida de los Presidentes y al norte con la colina universitaria.

Una vez que desaparecieron los Molinos del Rey, hacia 1820, se instaló en su lugar el Jardín Botánico, que fue trasladado allí desde el área que actualmente ocupan el Parque de la Fraternidad Americana y parte del Capitolio, donde se había originalmente fundado en 1817 el primer Jardín Botánico de la ciudad. En el siglo XIX, los sabios naturalistas cubanos Felipe Poey y Álvaro Reynoso contribuyeron al desarrollo de la institución, realizando allí sus investigaciones acerca de la flora cubana. Por el lugar cruzaba el primer tramo del ferrocarril cubano, fundado en noviembre de 1837. La Universidad de La Habana tuvo a su cargo el Jardín Botánico desde 1850 a 1870, cuando pasó a manos del gobierno colonial para edificar allí una quinta de verano para los capitanes generales, que fue el lugar de descanso de los gobernadores, razón por la cual comenzó a ser nombrado Quinta de los Molinos. En 1871 le fue devuelta a la universidad, que instaló la Escuela de Botánica y compartía el espacio con la de Segunda Enseñanza. La Quinta de los Molinos sirvió también en 1872 como prisión para unos veinte estudiantes de medicina que se salvaron de ser fusilados, como lo fueron sus 8 infortunados compañeros el 27 de noviembre de 1871.

Al término de la Guerra de Independencia en Cuba, exactamente el 24 de febrero de 1899, proveniente del centro del país, hicieron su entrada en La Habana las tropas mambisas bajo el mando del Generalísimo Máximo Gómez. El alcalde de La Habana, Perfecto Lacoste, dispuso que el cuartel general del jefe del Ejército Libertador y su tropa se estableciera en la Quinta de los Molinos. Máximo Gómez fue aclamado a su llegada al lugar por una entusiasta población que reconocía en el viejo jefe militar, héroe de las tres guerras, a uno de los principales artífices de la independencia cubana. La Quinta de los Molinos fue la última residencia de Gómez hasta 1905. Actualmente la casa donde vivió es convertida en museo. En 1906 el jardín fue inscrito como sitio de referencia importante en el Sistema Mundial de Jardines Botánicos. Allí fue declarada la mariposa como flor nacional de Cuba en 1936.

La Quinta de los Molinos fue hasta la creación del Jardín Botánico Nacional en la década de 1980, la única institución científica de su tipo en La Habana. En la actualidad se conservan en el jardín unas 170 especies vegetales, de las cuales 14 son autóctonas de Cuba. La Fundación Alfredo Harp Helú de México ha colaborado estrechamente con la institución, donando un vivero para plantas ornamentales, equipado con la más moderna tecnología. Una variada muestra de la fauna asociada a estos ejemplares de la flora se exhiben en cautiverio. Ejemplo de ello son el bellísimo mariposario y varios estanques donde admirar hermosas carpas japonesas y otros peces.

Un variado programa de visitas guiadas a este remanso verde, pletórico de belleza natural e historia disfrutan la población habanera y no pocos visitantes extranjeros. Un ácana de 190 años, frondoso árbol endémico de Cuba, cantado por Nicolás Guillén, nos recibe al llegar. De la mano de una joven guía nos adentramos en el cerrado paisaje de la Quinta de los Molinos, para descubrir en detalle la notable colección de flora y fauna que allí se conserva, y disfrutar de un relajante e instructivo paseo, alejados del bullicio citadino, rodeados de la exuberante vegetación tropical y el canto de los pájaros, bajo la fresca sombra de este bosquecillo encantado en el centro de La Habana.