Cultura

La Angaripola, de Tekal de Venegas

José Iván Borges Castillo*

Sones mestizos

A Edgar David Tzab Pat,

director de la Orquesta Típica Infantil

Uno de los más antiguos sones mestizos, como lo clasifican los estudiosos más acuciosos en la entidad, es el que lleva por título La Angaripola, ya tan común en las vaquerías yucatecas, y se acostumbra usar como pasacalles, en eventos tradicionales en la comunidad, como para acompañar a la nueva embajadora cuando sale de su casa rumbo al palacio municipal para ser coronada como tal, o bien en los llamados convites de mestizos rumbo a las cabezas de cochino en nuestro pueblo Tekal de Venegas, o el famoso convite de la vaquería de Chumayel, la tarde de los inolvidables 28 de abril.

Por su nombre se evidencia su antiguo origen: “angaripola” es una palabra arcaica, usada en el siglo XVII por las mujeres para llamar a un lienzo ordinario, estampado en varios colores para hacerse guardapiés, según definen los diccionarios antiguos. Su ritmo contiene esa mezcla entre los sones de cuna indígena y la música popular andaluza, entre otros sones antiguos, unidos a la Angaripola, están los Aires, el Degollete, el Torito y algunas otras más.

En mi pueblo Tekal de Venegas, encontramos una antigua letra de este son mestizo, la letra es creación de varios tekaleños y destaca en su composición don Andrés Rodríguez Aguayo, que fue vecino de este pueblo. La obra formó parte de un cuadro cultural, presentado en la inauguración del teatro y del edificio de la escuela primaria “José Victoriano Moguel Verde”, ubicada frente a la plaza principal, el 18 de diciembre de 1938.

La letra completa que escribieron para este antiguo son, la pudimos rescatar gracias a la memoria de mi tía-abuela, doña Isela Castillo Castillo de Aguilar, quien participó en ese festival como una de las niñas mestizas de la obra puesta en escena. La letra de la Angaripola, dice:

Entre batabes, Cupules y chiques

la Angaripola se oye sonar,

y entre chiques y timbales

triquitraques hasta no más.

Mesticita del Mayab

pon tu terno regional,

dice el ritmo del timbal

que la fiesta va a empezar.

Las mesticitas y los mesticitos

van con parejas hasta el salón,

tarareando la Angaripola y

diciendo a gritos este pregón:

¡Kooten, kooten kichpam chuup

Tzatum a tumben nook´

Tzaanap a tumben pic

kexka makech a ximba oc.

Según nos relataron algunas de las señoras, quienes de niñas formaron parte de la representación, el cuadro cultural consistía en entrar a escena con un perro atado en cintas, mientras dos de ellas llevaban tortillas embadurnadas de manteca de cerdo se las daban a oler al animal, todas bailando en zapateo y cantando. El maestro Francisco Gamboa Gamboa, el apóstol de la educación en mi pueblo, hacía sonar el rascabuche y una maestra de apellido Garma, de Izamal, tocaba el piano.

El viejo pueblo de Tekal conserva la antigua danza de la Cabeza de cochino y, tuvo, hoy ya perdida, la danza del “Choo” o ramillete, en ambos se interpretaba la angaripola, con el Degollete, como la música principal.

Nos contaban nuestros informantes mencionados, que la letra de la jarana fue escrita entre varias personas, que se reunieron una tarde para ensayar el montaje del cuadro cultural, ahí entre “don Focas”, Eusebio Verde, que silbaba ese viejo son mestizo de la Angaripola, en ocasiones cantaba un versillo que en su ocurrencia había creado, sirvió entonces como idea que fue tomada para escribir toda la letra de este son mestizo. Con una guitarra, con una hoja suelta y la pluma empuñada, comenzaron con el borrador que le daría la letra.

Entre los ensayos y ensayo del cuadro cultural, los versos se fueron puliendo paulatinamente, hasta quedar como se ha conservado en la memoria popular de los mayores que actuaron en la presentación.

El sonido de ese antiguo son mestizo, la Angaripola, inunda las calles de Tekal en las noches del tradicional novenario de enero en honor a la Virgen de la Candelaria, cuando un grupo de mestizos y mestizas bailan y danzan la cabeza de cochino, entre la bulla y algarabía de los vecinos y el tronar de voladores. El sonido de una charanga y el grito de regocijo hacen que hasta los “kaues” que duermen en los frondosos arboles de ramón o de pich, despierten armando bulla y hasta pareciera que en sus brincos, bailan al ritmo del huiro y del rascabuche.

Tekal de Venegas, mi muy querido pueblo, tiene en el registro de su historia la dicha, de que en esta tierra y bajo este cielo, se puso letra a uno de los sones mestizos más antiguos de Yucatán. Si bien, fue para un cuadro cultural dicha composición, su sola presencia nos habla de un momento importante en la historia contemporánea en la revalorización del baile tradicional por parte de los mestizos. Muchas de esas niñas y niños que participaron en aquellos cuadros culturales destacaron por su baile en la jarana yucateca y en los bailes de salón en las desaparecidas sociedades coreográficas, y hoy somos nosotros, los nietos de esas generaciones pasadas, los herederos del gusto por la jarana yucateca.

*Escritor comunitario