Cultura

De afecto y amistad…

Paloma Bello

Apuntes desde mi casa

No ha sido una amistad cultivada con la frecuencia o proximidad que impone una relación convencional. Ha sido más bien un afecto indisoluble, acrecentado con los años y afirmado en las lejanías y los reencuentros. Un aprecio con forma de admiración y respeto es el que nos une con Roldán Peniche Barrera, como antes con su padre, don Leopoldo Peniche Vallado.

En algunas ocasiones, casi al final de su vida, don Leopoldo nos recibió en su casa a José Antonio López-Lavalle y a mí, a la hora de los aperitivos. Su ama de llaves, doña Librada, siempre tenía la botana oportuna y las cervezas bien frías. En una de aquellas reuniones, pregunté a don Leopoldo, el porqué del nombre de sus hijos.

Hugo fue bautizado en homenaje al escritor francés Víctor Hugo, y Roldán, en recuerdo del poema La canción de Roldán, fuente de inspiración de otros cantares de gesta. Justificados los nombres de sus hijos, don Leopoldo rió a carcajadas cuando sugerí una asociación con Roldán el Temerario (o Flash Gordon, en su difusión en inglés). Obviamente, las inclinaciones literarias de don Leopoldo se acercaban más al poema épico del siglo XI, que al protagonista de los cuentos y tiras cómicas de los años cuarenta.

Conocí a Roldán cuando regresó de Estados Unidos, después de una ausencia larguísima, y comenzó a frecuentar como investigador la recién estrenada Hemeroteca José María Pino Suárez, donde fui bibliotecaria. También se acercaba con sus amigos Salvador Rodríguez Losa y Pedro Castro Ricardo, a esperar la salida de don Clemente López Trujillo, para la parada obligatoria, antes de ir a comer, en el bar El Bufete, donde sostenían conversaciones que muchas veces se prolongaron hasta la tarde.

No mucho tiempo después, contraje matrimonio y me ausenté del terruño alrededor de cuarenta y cinco años. Ese tiempo no impidió que, eventualmente, en mis visitas a Mérida, me reuniera a desayunar en la cafetería Pop con el maestro Peniche Barrera y Roger Campos Munguía, Pedro Hernández Herrera (+), Gaspar Gómez Chacón y Faulo Sánchez Novelo, disfrutando momentos de camaradería.

En la década de 1994-2004 tuve el honor de contar con varias colaboraciones suyas en mi revista de arte “Cariátides”. Eran los días en que el uso del Fax acortaba las distancias y unía las aficiones.

Tal vez la entrañable amistad entre mi hermano Rolando y Roldán (nombres que en francés significan lo mismo: El cantar de Roldán y La chanson de Roland pueden ser llamados, indistintamente); así como su participación en las diversas publicaciones que editó Raúl Maldonado Coello y en las que estuve presente, hayan sido un vínculo más entre amigos.

Recientemente lo visitamos en el confort de su hogar y conversamos con el mismo entusiasmo como si nos hubiéramos reunido el día anterior. Así la hospitalidad de los Peniche González: Roldán, Marisol y Marisolita, que no escatimaron atenciones para hacernos pasar un rato encantador.

Estos Apuntes viajan hacia la sabia mirada del amigo escritor con la humildad de mis letras y la grandeza del mutuo afecto familiar, invocando una recuperación total para su salud.